Animadores Argentinos (Segunda Parte): Falopa Animada para las Masas
Nuestra nota dedicada a algunos de los artistas más destacados de la animación argentina despertó todo tipo de opiniones entre nuestros lectores, pero el reclamo más predominante fueron las ausencias. Por supuesto que no se puede cumplir con todas las demandas, pero a modo revancha propusimos una segunda entrega con otra tanda de algunos de los nombres más candentes del rubro.
Magrio Animaciones: Big Channel, Dr. Katz, Mercano El Marciano y coshagolda
Cuando uno pasa por la biografía de Magrio González en Instagram descubre que este exponente de la escena no solamente lleva varios años agitando la bandera de la animación argentina, sino que además escribió libros, realizó guiones para videojuegos, colaboró para diferentes medios y artistas. Y, encima, le queda tiempo para comerse las uñas.
“Soy animador por Ren & Stimpy. Cuando tenía 5 años los vi en el Big Channel y dije ‘¿qué es esto?’ Hasta ese momento consumía Hanna Barbera, Warner Brothers, Nickelodeon. Los demás eran una cosa más pulida, seguían una línea, pero Ren & Stimpy destruían todo eso”.
Como varios de sus colegas, el clic llegó a muy temprana edad cuando las producciones animadas del norte que llegaban a través de las señales del cable menemista le volaron la cabeza. Más adelante, cambiaría los lápices por el teclado, y así se empezó a dibujar otra historia.
“Empecé con el boom de la animación Flash en el año 2002. En ese momento tenía una página de Internet y de ahí en adelante fui creciendo en los diferentes ámbitos. Ya a los 17 años trabajaba con Ayar B. haciendo Mercano El Marciano y Chimiboga”.
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Magrio se pone la remera de Nickelodeon a la hora de señalar un estilo, y aunque es un fan confeso de Los Simpson, cuenta que la creación de Matt Groening no es su principal influencia a la hora de ponerse a trabajar.
“Cuando me siento a escribir un guión de animación mi influencia pasa por El Crítico, Dilbert y Dr. Katz. Es mi trilogía de escritura adulta para lograr el timing al que me interesa llegar. Siempre apunté a estas series de capítulos autoconclusivos con pocos personajes en un lugar muy reducido. Ahí controlas más lo que querés crear, a diferencia de algo más grande como Springfield”.
Ante la crisis, solo nos queda reír
Magrio la viene peleando desde muy pendejo cuando se asoció a Ayar B. después de que se lo cruzó en la calle y le mostró sus primeros trabajos. Desde entonces se quema las pestañas frente al monitor para cumplir con los pedidos que le encargan y, a la vez, darse el gusto de exprimir su humor con sus delirantes creaciones.
“Lo que nos daba de comer no era Chimiboga, sino los encargos para publicidad, hacer videoclips, todos laburos generales para un tercero. Antes de eso ya era parte del boom de la animación Flash, cuando El Mono Mario y Alejo y Valentina eran los más conocidos. Había un montón de gente trabajando que hoy en día es muy grosa”.
Y sigue: “Éramos un montón de pendejos haciendo series de animación increíbles, con mucho talento. Fuimos los primeros adolescentes con acceso a una computadora a comienzos del 2000 y con un programa pirateado que resultaba fácil de usar. Mi hermano iba a un colegio público que se caía a pedazos en Glew y ahí le enseñaron lo básico para usar Flash. Se puede decir que gracias a la educación pública pude hacer dibujos animados”.
Como bien cuenta en exclusiva para El Planteo, la mayoría de los mortales no contaba con acceso a una red de banda ancha: “Llegar a las 100 visitas de un video era una locura. No llegabas al millón porque justamente no había un millón de personas con Internet. Éramos un nicho de nerdos haciendo animaciones entre nosotros y para nosotros, apostando a que vengan MTV o MuchMusic queriendo pasar tu serie”.
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Magrio recuerda cuando una semana antes de que explote todo en el 2001 fue hasta Magic Kids para llevar unas animaciones con chistes sobre la privatización de Aerolíneas Argentinas. El ambiente en general estaba caldeado, y en algunos hogares de un país que se prendía fuego se estaban formando las primeras legiones de la animación argentina de la nueva era.
“Íbamos a festivales a proyectar, cosas más de la vieja escuela. En las primeras páginas, los servidores no se la bancaban, entonces entraban más de 100 personas y la página se caía. Todavía no estaba el público y no estaba el medio para mostrarnos. Ni existía YouTube, estaba animacion.com”.
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Entre risas, rememora su pubertad como la de un fanático de los dibujitos que los fines de semana se quedaba en su casa encerrado creando animaciones: “Agradezco mi adolescencia de mierda para tener este presente de felicidad”.
Se alegra por el cúmulo de referentes que viene copando las redes con material inspirado y original, pero resalta que el escenario también suele ser bastante tirano: “Los medios ya no se fijan en la calidad sino en la cantidad de seguidores. Los números están a la vista. A la vez, hay gente que no te sigue a vos sino que sigue específicamente algo que vos le das, y el día que no le das eso sos un forro”.
—¿El cannabis forma parte del ritual a la hora de animar o se queda afuera?
—Nunca fui de fumar, siempre fui más de comer brownies. Tocar la guitarra y cocinar son las únicas actividades que puedo hacer sin pensar en lo que van a decir.
Rukemboleh: La filosofía de Iorio cobra vida (animada)
Desde Burzaco viene haciendo cada vez más ruido el artista Rubén Cabas, mejor conocido como Rukemboleh, quien cada viernes estrena un nuevo episodio de la serie “El Tío Richard”, donde propone una suerte de caricaturización de los dichos del músico Ricardo Iorio: “Desde que tengo memoria siempre quise hacer animación. Empezó como un hobby y después pasó a ser algo más orgánico, casi como comer y dormir”.
Con más de 46 mil seguidores en Instagram, Rubén repasa sus inicios como un verdadero aficionado de los dibujos animados. La caja boba encendió la mecha de la inspiración y así empezaron a salir esos primeros bocetos desprolijos con tinta y papel.
“Siempre fui muy fan de los dibujos. Soy un nene de los años 90. Uno de los primeros que tuvo cable fue mi tío y me grababa cosas de Tex Avery, Cartoon Network. Esas fueron mis primeras influencias. Después me hice muy fan de la cultura de la historieta. El animé también me gustaba pero no tanto. Prefiero el estilo norteamericano”.
Arrancó con retratos y en medio de tantos dibujos que hubo dando vueltas apareció uno con el famoso meme de Laport. La imagen llegó hasta el mismísimo actor que pidió hacerse con una copia: “El mismo Laport me escribió y me dijo ‘necesito ese dibujo’”.
Tuvieron que pasar varios años hasta que a Rubén le picara el bichito de la animación a través de programas. Hubo mucho trazo en papel hasta que la tecnología le abrió nuevas puertas que facilitaron el arte de dibujar y animar.
“Hace cosa de un año que pasé a la animación, antes estaba metido en la onda del retrato más hiperrealista. El retrato es lindo pero al toque se termina. Entonces dije ‘voy a usar la misma técnica pero para hacer cosas más absurdas que por lo menos tengan un poco de gracia’. Hay gente que contempla dibujar un paisaje como algo sagrado. Pero a mí me estaba aburriendo, quería algo disruptivo”.
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Rubén cuenta que no recurrió a talleres o estudios a fondo sobre animación. Lo suyo fue puro interés y experimentación, mandarse con lo que había y ver qué salía después de varias horas de trabajo.
“Un día se me apareció un tutorial de un programa de animación, me lo vi entero y no me pareció tan imposible. Entonces ahí empecé con prueba y error. Tarde tanto porque recién ahora uno puede acceder a material para aprender lo que antes era imposible”.
El tío del metal
Entre tanto retrato, Rubén encontró una veta que hasta el día de hoy sigue siendo su caballito de batalla para salir al escenario. Siendo un fiel seguidor de Ricardo Iorio desde que era muy joven, al dibujante de Burzaco se le dio por recrear algunas de las entrevistas más emblemáticas del líder de Almafuerte con algunos toques de comedia, y ya no hubo vuelta atrás.
“Banco toda la obra de Ricardo pero también sus entrevistas, porque más allá de reírte te deja un mensaje entre líneas. Tampoco me cabe la corrección política ad infinitum. Esta cosa de no decir lo que pensás para quedar bien. Uno en el balance tiene que ser buena gente y listo. Pasa que te condenan por el poder de las palabras sin detenerse a escuchar más a fondo. Muchas de las cosas que dice Ricardo son actuales y a la vez graciosas”.
Rubén confiesa que se siente identificado con el Iorio que mira la tele y putea por los diferentes tópicos que adornan la cultura popular argentina de los últimos años, pero que a la vez se convierte en el combustible que alimenta sus ideas.
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“Las entrevistas con Beto Casella fueron un arma de doble filo porque por un lado su obra llegó a gente que no hubiese llegado de otra manera, pero también en el inconsciente colectivo a veces queda solamente eso, y no se toman la molestia de averiguar quién es Ricardo y qué cosas hizo”.
Pero aquello que arrancó medio como hobby y medio como homenaje pasó a convertirse en una rutina donde cada viernes los seguidores de Rukemboleh esperan con ansias una nueva aventura del Tío Richard.
“Desde que falleció me piden que no lo deje de hacer para que no se apague la llama. Está bueno también recordarlo con humor. Se entiende que es con cariño y respeto”.
Además del sentimiento metalero que agradece cada entrega de la serie, las producciones de Rubén también llegaron a la familia de Iorio, por lo que obtuvieron un nuevo significado para el dibujante de zona sur.
“Su familia se acercó a mí hace poco, son gente muy humilde. Me escribieron para agradecerme y me contaron que los nietos de Ricardo, que tienen entre 8 y 9 años, miran los dibujos y se ríen con el abuelo. Eso ya me pareció un montón”.
Y sigue: “Están super agradecidos porque los nietitos antes lloraban mucho y ahora esperan los viernes para reírse con los videos del abuelo. Los está ayudando mucho con el duelo. Ahora tiene una carga emocional cada vez que hago un video porque sé que se junta toda la familia a verlo. Es una responsabilidad muy grande pero a la vez es muy lindo”.
—¿Y con el cannabis cómo te llevas? ¿Se vuelve otra herramienta necesaria a la hora de inspirarse o relajar?
—Me tocó probarla en el 2000 cuando no había la cultura que hay ahora. Las pocas veces que fume cannabis me pegó mal “como sopapo de tano”. Una vez me dieron flores y, al no tener cultura cannabica, pensé que no me habían pegado, pero al rato escuchaba a mi amigo hablar y me parecía que hablaba en polaco.
Producciones Trukini: sinfonías animadas para reír y emocionarse
La serie Tres Acordes es uno de los platos fuertes que uno puede encontrar surfeando la oferta de títulos disponibles en el mundo de YouTube. Su creador es el prolífico Trukini, un fan confeso de la animación desde que tiene uso de memoria consume dibujitos en todas sus formas.
“Cuando era chico no miraba casi nada hecho con actores, y en la época que estaba obsesionado con Los Halcones Galácticos, al cerrar los ojos por las noches, jugaba a que los fosfenos que se me aparecían eran un viajecito en el espacio”.
Si bien ese amor incondicional por el rubro siempre se mantuvo intacto, aclara que a lo largo de los años, sus gustos fueron variando en paralelo con la llegada de shows con una elaboración más adulta e inteligente.
“El humor va cambiando con los años y con uno mismo. Empecé a disfrutar del humor cuando vi una crítica social detrás de series como Los Simpson o South Park, pero ahora de adulto ese humor me aburre y prefiero algo más absurdo como el que maneja Smiling Friends. Donde incluso a veces el chiste no está construido desde el guión, sino desde la animación o la improvisación que tiraron los actores dentro de la cabina de grabación”.
Somos los que somos
Varios exponentes de la nueva oleada de animadores argentinos se refieren a una escena emergente que cada vez pisa más fuerte en el panorama cultural. Trukini, por su parte, considera que el aluvión de exponentes no confirma un grupo sólido de referentes.
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“Hay tantos dibujos animados que es, a mí parecer, imposible hablar de una comunidad. Sí es cierto que en Argentina, por una cuestión de guita, sigue siendo un mercado chico, entonces estamos todos más o menos en la misma, eso igual va a ir cambiando rápidamente con el correr de la tecnología”.
Además de las producciones de Tres Acordes, sus videos se caracterizan por la inclusión de canciones propias que son introspectivas sobre experiencias o vivencias, pero con el condimento de la humorada argenta bien acentuada.
Trukini integra el círculo de los animadores privilegiados que hacen de su técnica y conocimiento su principal fuente de ingresos: “Desde el 2018 que este es 100% mi laburo, entonces me lo tomo como tal, e incluso más seriamente que un trabajo ya que a esto me dedico el día entero. Por ahí al tener un público dentro de todo consolidado con el que me mantengo siempre en contacto, sabe cuándo esperar lo nuevo y lo espera con manija porque entiende que hay un montón de dedicación y cariño detrás de cada animación que hago”.
La marihuana está presente en las historias de Tres Acordes (chequeen el episodio “¡¡¡Tuquituquituqui!!!”), así que le tocó responder qué tanta relevancia tiene el porro en su obra.
“La inspiración con la marihuana no sucede mientras estoy escribiendo o animando, sino mientras bajo sus influencias estoy discurriendo en ideas o simplemente charlando con alguien de confianza y, de repente, un momento o una situación que en otra ocasión hubiese sido mundana cobra cierta gracia o relevancia durante ese estado. Sin embargo, no es que uno recurra al faso para inspirarse. Honestamente, no le doy mucho uso: es algo cotidiano, hace mil que fumo y ya soy un boludo grande”.
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