Nuevas Cifras sobre Drogas en México: Los Adultos Consumen Más, los Jóvenes Menos

Luego de nueve años de silencio estadístico sobre el uso de drogas en México, con un último reporte en 2016 durante el gobierno de López Obrador, finalmente llegaron los números que muestran tanto alzas como bajas en grupos de adultos y jóvenes.

La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT) 2025 deja un panorama menos lineal de lo que sugieren los titulares rápidos: el consumo de drogas aumentó entre adultos, pero cayó entre adolescentes.

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Presentada por la Secretaría de Salud, esta encuesta vuelve a funcionar como una hoja de ruta para pensar las políticas públicas mexicanas. Suspendida durante el gobierno anterior y retomada ahora bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum, la ENCODAT permite comparar tendencias a lo largo del tiempo y leer algo más que una suba o una baja general.

Para arriba: Más uso de drogas entre adultos

El dato central es claro: el consumo de drogas (por lo menos una vez en la vida) aumentó en la población adulta. Entre personas de 18 a 65 años, pasó del 10,3% en 2016 al 14,4% en 2025, según compartió El País. La tendencia se repite en hombres y mujeres, aunque con niveles más altos en varones.

El cannabis sigue encabezando el ranking de drogas ilegales más consumidas en México. Su prevalencia subió del 8,6% al 12%, seguido por alucinógenos y estimulantes tipo anfetamínico. También se registra un aumento en el consumo de opioides, que pasó del 0,1% al 1,4%, un crecimiento que las autoridades vinculan en parte al uso previo de analgésicos como el tramadol, cuya venta fue regulada recientemente.

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El crecimiento no es homogéneo en todo el país. Regiones como la Ciudad de México, el norte y el centro muestran subas más marcadas, lo que refuerza la idea de que el consumo no responde solo a dinámicas individuales, sino también a contextos urbanos, acceso y transformaciones sociales más amplias.

Para abajo: Adolescentes y jóvenes usan menos drogas

En paralelo, entre las y los adolescentes ocurre lo contrario. En la franja de 12 a 17 años, el uso de cualquier droga alguna vez en la vida bajó del 6,4% al 4,7%. El cannabis cayó del 5,3% al 3,7%, y también se observa una reducción en estimulantes anfetamínicos.

Un dato no menor es que la edad promedio de inicio del consumo se retrasó, pasando de los 17 a los 19 años. Para el Gobierno, este cambio está asociado a las campañas de prevención focalizadas en fentanilo, según dijo Cadena 3. Tales campañas incluyeron intervenciones en escuelas, medios y comunidades. De hecho, la ENCODAT muestra que el uso no médico de fentanilo es extremadamente bajo y prácticamente inexistente entre menores de edad.

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Lejos de una victoria definitiva, el descenso abre una pregunta más interesante que triunfalista: ¿qué tipo de prevención funciona, para quiénes y por cuánto tiempo?

No es una contradicción, son generaciones distintas

Leídas en conjunto, las cifras no se contradicen. Hablan de generaciones distintas atravesadas por contextos diferentes. Mientras las campañas parecen haber tenido impacto en adolescentes, el aumento en adultos refleja trayectorias de consumo más largas, experiencias acumuladas y, en muchos casos, usos vinculados al malestar, el estrés o la automedicación.

Además, la encuesta mide “consumo alguna vez en la vida”, una categoría que tiende a crecer con la edad. No se trata necesariamente de un uso problemático actual, sino de una fotografía más amplia que obliga a pensar políticas diferenciadas según etapa vital.

Salud mental: El dato que incomoda

La ENCODAT 2025 incorpora, por primera vez en años, un capítulo específico sobre salud mental. Allí aparece otro contraste fuerte: los indicadores de ideación, planificación e intento suicida son más altos en adolescentes que en adultos, lo que explica por qué gran parte del debate público sigue concentrado en la juventud.

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Pero el dato no debería clausurar la discusión, sino ampliarla. El aumento del uso de drogas en adultos convive con un escenario de estrés crónico, precariedad, desgaste emocional y acceso desigual a atención en salud mental. En ese cruce, la pregunta ya no es solo cuánto se consume, sino por qué y para qué.

México vuelve a tener datos sobre drogas. Ahora el desafío es leerlos sin simplificaciones: entender que una baja no cancela una suba, que una campaña efectiva no resuelve todo y que el consumo como fenómeno social cambia de forma según la edad, el contexto y las condiciones de vida.

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