EXCLUSIVA - Al Harrington: 'Las Políticas de Cannabis de Nixon Fueron por Interés Empresarial e Ignorancia'
- Al Harrington lucha por la inclusión de comunidades afectadas por la guerra contra las drogas.
- Harrington critica la criminalización del cannabis como un mecanismo de control, no de seguridad.
- Defiende mantener el cannabis natural y auténtico, frente a la inminente legalización federal.
“Esta película ya la vimos”, afirma Al Harrington en una entrevista exclusiva con El Planteo, con la convicción de alguien que ha vivido las consecuencias de la historia. El ex jugador de la NBA convertido en empresario del cannabis sabe muy bien cómo las estructuras de poder han dado forma —y desmantelado— las oportunidades para las comunidades racializadas. Al profundizar en la guerra contra las drogas y sus efectos duraderos, la postura de Harrington es clara: la criminalización del cannabis no tenía que ver con la seguridad, sino con el control.
Las personas que en su día fueron encarceladas por posesión de cannabis luchan ahora por sentarse a la mesa en una industria que genera miles de millones. “En un momento dado, la lotería era ilegal, el alcohol era ilegal, pero lo que es realmente único es que cuando investigas, la gente de color empezó todas esas industrias también y no son propietarios de ellas”, reflexiona Harrington. Está decidido a garantizar que la historia no se repita en el sector del cannabis.
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La misión de Harrington tiene sus raíces en el activismo. “Eso es lo que me inspiró a ser un luchador, tratando de asegurarme de que no olvidamos a la gente que realmente creó esta industria”. Su objetivo es claro: la inclusión de las comunidades racializadas, especialmente las perjudicadas por la guerra contra las drogas, y la oportunidad de crear riqueza generacional.
La ignorancia de Nixon y los intereses empresariales
La guerra contra las drogas fue moldeada en gran medida por el expresidente estadounidense Richard Nixon, cuya administración encabezó políticas agresivas de criminalización. Comentarios que han salido a la luz recientemente revelan que Nixon ni siquiera consideraba la marihuana especialmente peligrosa. Harrington reacciona a esta revelación con incredulidad. “Obviamente era ignorancia”, afirma.
Harrington destaca las fuerzas políticas que pueden haber influido en la política de Nixon. “Muchas decisiones tomadas por gente así suelen estar influidas por otros”, explica. Industrias como la papelera y la maderera, amenazadas por la versatilidad del cáñamo, probablemente influyeron en que el cannabis se convirtiera en una droga de la Lista I, clasificada junto a la heroína y la cocaína.
En aquella época, la gente pagaba menos impuestos si producía cáñamo”, explica Harrington. “Y luego se convierte en una droga de la Lista I con la heroína y la cocaína – eso ni siquiera tiene sentido”.
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Para Harrington, la criminalización del cannabis es un excelente ejemplo de cómo el sistema ha funcionado en contra de las comunidades racializadas. Es muy consciente de cómo la prohibición ha mantenido a las comunidades negras y marrones fuera de la industria del cannabis, una industria en la que una vez estuvieron muy involucradas, ilegalmente. Pero la legalización brinda la oportunidad de rectificar esos errores.
“No olvidamos a las personas que se vieron más perjudicadas y afectadas negativamente por ella, y nos aseguramos de que, con todos estos miles de millones de dólares que se van a hacer, al menos tengamos la oportunidad de esta riqueza generacional al igual que nuestros homólogos”, dijo.
Presión de las grandes farmacéuticas y los gigantes empresariales
A medida que la conversación empieza a girar en torno al papel de los grupos de interés y las grandes farmacéuticas en el sector del cannabis, Harrington reconoce los retos que se avecinan. Con más de una década de experiencia en el sector, ha sido testigo de la dinámica cambiante a medida que la legalización federal en EEUU se convierte en una realidad inminente. Sin embargo, Harrington señala: “No he sentido la presión de ninguno de esos grupos”, lo que sugiere que su plataforma puede haberle aislado de algunas tácticas corporativas.
Aun así, Harrington no es ingenuo sobre los intereses en juego. Reconoce que las empresas farmacéuticas se enfrentan a retos con el cannabis, en gran parte debido a su ciclo de crecimiento natural. “El cannabis tarda cuatro meses en crecer, lo mires por donde lo mires”, explica, y lo contrapone a la rápida producción de los fármacos. “Estos otros fármacos que fabrican, tardan segundos”.
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A pesar de estos retos, Harrington cree que las grandes farmacéuticas están observando de cerca el espacio del cannabis y que, cuando llegue la legalización federal en el país, actuarán con agresividad. “Van a comprar tan pronto como sea legal a nivel federal”, predice. “Están esperando ese momento, y entonces entrarán como locos, comprándolo todo”.
Harrington mantiene su compromiso de luchar por la integridad de la planta: “Queremos seguir luchando para que siga siendo lo más auténtica, natural y orgánica posible, porque se supone que esta planta crece al sol, no en un laboratorio”. Para él, el cannabis es más que una mercancía, es un símbolo cultural y medicinal que tiene profundas raíces en las comunidades marginadas.
Proteger el cannabis para el futuro
Para Harrington, la lucha contra los intereses corporativos es algo más que un negocio: se trata de proteger la integridad de la planta de cannabis y de garantizar que quienes han estado en el sector por las razones correctas no se vean expulsados por las grandes corporaciones. “No creo que se puedan aprovechar realmente todos los beneficios a menos que sea en ese estado”, afirma, haciendo hincapié en la importancia de cultivar cannabis en condiciones naturales.
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La dedicación de Harrington a la planta, combinada con su afán por crear oportunidades para las comunidades racializadas, lo sitúan como defensor y protector de lo que debe ser el cannabis. Mientras el sector sigue evolucionando, con la legalización federal en el horizonte, Harrington sigue teniendo claro que no sólo está creando un negocio, sino también un legado. Y para él, ese legado es mucho más que dinero. Se trata de garantizar que las personas que han sido marginadas por la guerra contra las drogas tengan un interés en el futuro de la industria y que el cannabis siga siendo una fuerza de curación, empoderamiento y equidad.
Vía Benzinga, traducido por El Planteo
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