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Las Confesiones de Stuart: Música Melódica, FMS, Cannabis y Freestyle

Por Hernán Panessi

Las Confesiones de Stuart: Música Melódica, FMS, Cannabis y Freestyle

✍ 7 April, 2021 - 11:32


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Año 2004. Coronda, Provincia de Santa Fe. El pequeño Ramiro entró al cuarto de sus primos –una habitación modesta con dos camas de una plaza-, se sentó en la punta de una de las camas y miró las paredes tagueadas. Sorprendido, escuchó lo que estaba sonando desde el parlante de una compu y no, no entendía qué estaba pasando, pero sí, sí quería ser parte de todo eso. “Ellos parecían más libres que yo”, cuenta.

Cuando chico, en su casa no había televisión, ni Internet, ni electrodomésticos de lujo. Había una radio en la que sonaba constantemente FM Vida Santa Fe 107.9, una radio musical de la provincia. La familia Verdoljak se acostaba y levantaba con ese dial, que entronizaba un solo pulso: sonaba únicamente música melódica.

Bajo ese transitar cotidiano, Ramiro José Verdoljak conoció a Sin Bandera y más tarde a Franco De Vita, dos de los referentes más importantes de la música romántica en español. “Me puse a escuchar sus letras y se me abrió la cabeza por analizar las canciones”, recuerda.

En su intimidad, comenzó a preguntarse para quién iban dirigidas todas esas letras, cuántos mundos se podían contar con apenas una canción, qué era eso que el mundo adulto llamaba “analogía”.

De su boca: “Una vez, estaba escuchando una canción de cumbia y me llamó la atención lo que decía. Parecía que le cantaba a una mujer y, en realidad, le estaba cantando a otra cosa. Ahí mi viejo me dijo que le estaba cantando a la droga. Me di cuenta que había otra percepción, otra forma de decir las cosas. Aprendí lo que era una analogía”.

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Y, desde ahí, Ramiro, alias Stuart, empezó a garabatear unas primeras poesías. Spoiler alert: no, Stu, uno de los máximos referentes del rap argentino en la actualidad y candidato a la corona de la FMS, no aprendió de estructuras con Wu Tang Clan, Public Enemy, ni 2Pac. Fue con Sin Bandera y Franco de Vita. “Tenían temazos”, subraya.

¿Qué te llamaba la atención de la poesía?

—La poesía tiene esa confusión de no saber a qué se está refiriendo directamente. De poder hablar de amor, pero no de amor a una persona, sino a distintas cosas. Me llamó la atención entender todos los caminos a los que podés llegar con la música y la literatura. En esa época, nos habíamos mudado al campo y solo teníamos esa radio. No teníamos otra cosa, era todo vida de campo. Era acostarnos y escuchar música en silencio. Conocí “Si la ves” de Franco de Vita y me volvió loco. Fue el mismo Franco de Vita quien me llevó a conocer a Wisin y Yandel, que ya andaban rapeando. De Sin Bandera a Franco de Vita, de ahí a Wisin y Yandel y todo se me conectó con Rico o Muerto, la película de 50 Cent. ¿Por qué? Porque Wisin y Yandel tenían un tema junto a 50 Cent.

Pero volvamos a ese cuarto, en Coronda, Provincia de Santa Fe.

Sus primos, El Rubi y Jorge, lo introdujeron formalmente en el mundo del rap. De los parlantes salían algunas barras de Núcleo a.k.a. TintaSucia, uno de los emblemas del hip hop nacional. Ellos bailaban breakdance, pintaban graffitis, andaban callejeando: eran literalmente sus héroes.

La data de sus primos b-boys

Junto con Jorge formaron un grupo de rap y empezaron a viajar a distintas competencias de breakdance. “Cuando fui a Rosario y vi la escalinata llena de gente me cambió muchísimo la existencia”, dice.

¿Cuándo empezaste a sentir que eras bueno, a tenerte confianza?

—No fue mucho tiempo después de esa anécdota en la habitación. Tenía 9 años. Enseguida, escribí una canción y se la mostré a mis primos. Ellos dijeron: “Mirá, está buena”. Hablaba de que no importaba la edad que tenía, que mi meta no era jugar todo el día a la Play. Venía de la poesía, de los cuentos. Rimar se me daba por la poesía. La poesía tiene estructuras y yo las transporté a las canciones de rap. Me llamó la atención y ahí no paré nunca, no me detuve jamás. La música hizo efectos raros en mí. Las canciones de amor y desamor me llegaban aunque, con mi edad, yo nunca había pasado por eso. Intentaba hacer lo mismo con mis canciones.

¿Y qué significó la palabra de tus primos para vos?

—De ellos siempre me sorprendió la personalidad. Estaban más cancheros con la vida. Me llamaba muchísimo la atención todo lo que hacían. Cuando sos chico, querés ser grande. Y te atraen las personas de tu edad que lo parecen. Ellos ya eran pibes con experiencia, que habían estado en Buenos Aires. Yo conocí Buenos Aires a los 20 años. Fue súper loco.

Ciudad chiquita, ciudad cuadrada

Stuart nació en Gálvez, en el Departamento San Jerónimo, en el centro-sur de la Provincia de Santa Fe. Sin embargo, la mayor parte de su vida transcurrió en Coronda. “Son como dos mundos diferentes”, avisa.

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—Coronda aparece siempre en tu imaginario, ¿cómo es?

—Coronda es una ciudad chiquita. La considero cuadrada: hay 10 calles a lo largo y 10 a lo ancho. La población es mayormente adulta, hay mucha gente grande. No hay muchos adolescentes. La mayoría se muda a Santa Fe. En mi personalidad hay mucho de Coronda, en lo calmado. Y eso se lo debo a mis amigos. Tengo amigos más grandes, con mucha paciencia. En cuanto al temple, rescato esa paz que me nació en Coronda. Es una ciudad con rio, que a la tardecita la gente va a reflexionar. Son como ciudades astrales.

¿Qué quiere decir “ciudades astrales”?

—Como que tienen algo más, como una cultura implementada en las calles. Lo noto en el cambio que me hizo a mí y cómo yo dejé que me afecte de esa manera. Ahí conocí a mis amigos, a mi pareja. Cuando vivía en Gálvez, viajar a Coronda, que queda a 36km., era como ir a vacacionar lejísimos.

Hay que trabajar

Ante ojos ajenos, advenedizos o extraños, durante buena parte de los primeros años 2000, rapear en Argentina era poco menos que ser un marciano.

En tanto, la novedad que significaba la irrupción de un tendal de pequeños raperos en Coronda, llamaba poderosamente la atención. Así las cosas, como era de esperarse, los padres de Stu no lo comprendían, pero –al principio- lo veían como algo divertido.

“Ya se le va a pasar”, pensaban.

Y no solo no se le pasó, sino que se convirtió en uno de los MCs con más proyección de todo el plano nacional.

“Yo jugaba al futbol y tenía una pasión: la de entrenar. Jugar se me daba bien. Después, en su momento, mi familia empezó a ver que me sacaba fotos con el celular de mis vecinos. Eran fotos para editar. Mi primo tenía computadora y editábamos la tapa de un álbum y no teníamos ni canciones. Mis viejos se empezaron a dar cuenta que no iba a dejar de hacerlo. Si bien se complicó cuando me quise dedicar al freestyle, nunca me pusieron trabas. En su momento, cuando empecé a hacer música, les gustaba”, revuelve.

Pero no hubo ni fútbol, ni rap profesional hasta la primera Freestyle Master Series de 2018.

Hubo que dejar la escuela y trabajar, trabajar y trabajar.

“Dejé de ir al colegio y me puse a laburar como un perro”, desliza.

La vida después del freestyle

Antes de su experiencia en la liga más importante de improvisación del país y una de las más vistosas del mundo, Stuart hizo de todo: perforaciones para sacar agua de las napas, atendió una verdulería, recogió frutillas y, durante mucho tiempo, pintó casas junto a su viejo.

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—Entonces, a tus 26 años, ¿sentís que este reconocimiento profesional te sucedió “de grande”?

—Claro, no es que esto me chocó a los 17. Pero las circunstancias de la vida se dieron así. Me beneficia en cierto aspecto. Hay algo más allá de la fecha de caducidad en la vida laboral del freestyle, que es la motivación. Si a los 18 hubiese tenido la libertad que tengo hoy, me hubiese terminado aburriendo muy rápido. Era todo más efímero, veía a la gente entrar y salir de la cultura. El freestyle siempre fue muy efímero en ese aspecto. Para mí fue una bala: si yo fallaba esta bala, no iba a pasar nada conmigo. Si subía en FMS 2018 y descendía al año siguiente, se terminaba mi carrera artística. El promedio de edad es más abajo.

—¿Vas delineando un camino post-freestyle?

—Por suerte tengo ejemplos que tienen más edad y más o menos me enseñan cuál es “lo que parece ser” el paso próximo. Igual, no creo que exista un paso. Es medio “hago esto y todavía no sabemos si va a funcionar”. Lo que no haría es dedicarme a stremear. No tengo esas ganas, no me sale. Todavía estamos investigando ese camino posterior. Habrá gente que intentará ir por algunos lados y uno aprenderá de sus fallas y de sus aciertos. Lamentablemente, nos tocó ser la generación que pase por eso. No es que “termino de ser freestyler y ¡pá!, tengo este lugar”. Por ahora eso no existe. Es lo lindo del freestyle, estamos improvisando hasta en eso.

—¿En qué momento de tu carrera estás?

—Estoy en mi mejor momento como freestyler y como artista. Siempre fui muy autogestionable. Me gusta hacer todo yo, pero en Adrogué, donde me mudé, conocí gente con mucha pasión. Me vino súper bien todo este cambio y estamos laburando juntos en ese aspecto. Estoy en un buen momento de mi carrera. En el más productivo, por lo menos. Me estoy animando a producir, a ponerme los límites más lejos. Estamos hablando de hacer cortos, de dirigir cosas. Estamos estirando nuestros límites, más allá de lo que lo que pensábamos. Es cada vez menos un sueño y más una realidad.

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¿Sentís que “llegaste”?

—El hecho de que haya un pibe que me ama en la calle es parte del todo. No llegué al límite en cuanto a la popularidad. Todos quieren ser Eminem. Soy Stuart, pero me gustaría ser el Dios del freestyle. No por ego. Sueño con que me reconozcan como tal. Lo bueno es que, si no llegué del todo, todavía tengo un margen para seguir subiendo. Cuando llegás, ya no tenés que seguir avanzando. Así que prefiero decirte que no, que no llegué: creo que estoy subiendo, que estoy investigando todavía. Espero que la misma cultura vaya creando nuevas cumbres, para tener nuevos lugares donde llegar. Por suerte, creo que va a pasar. Y si el día de mañana me dedico a actuar, va a ser parte de mi “yo artista”. Quizás, cuando sea director de cine, voy a pensar “sí, llegué”.

—¿Te gustaría ser director de cine?

—La verdad es que me encantaría. Sé que es una disciplina de la que no puedo hablar, pero sentía lo mismo con el freestyle en su momento. Te hablo de la motivación. Ya escribí unos cortos. Es por ese lado, me gusta muchísimo filmar, actuar. Si fuera por mí, haría todo con cortometrajes.

Músico autogestivo

Por estos días, tras largar algunos temas sueltos vía YouTube, Stuart está trabajando en un mixtape de 5 o 6 canciones. En colaboración con sus nuevos amigos de Adrogué, Stu está componiendo música, pensando en videoclips, flasheando en 360°.

Y, aunque recién está jugando a armar pistas con instrumentos, ya quiere tocar en vivo y proyecta hacerlo con banda y hasta con orquesta.

“Filmamos un video hace un mes. Lo craneamos, conseguimos actores, locación, materiales, todo autogestionado. Estamos en eso”, cuenta.

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Ya tiene resuelta parte de la idea general del disco y unas 3 canciones casi, casi listas. “Voy a disfrutar del proceso. Soy una persona que termina una canción y se le ocurre el videoclip”, sostiene.

Campeonar o no: seguir creciendo en FMS

El sábado 17 de abril tendrá lugar la última fecha de la FMS Argentina edición 2020/2021. Allí, según los resultados cosechados hasta el momento, Stuart puede coronarse como campeón de la liga por primera vez en su historia. Durante toda la temporada, el corondino estuvo oscilando entre el primer y segundo puesto. “No me vuelvo loco, ni mucho menos”, avisa.

—En un momento así, tan particular, es medio difícil escaparle a la declaración futbolística, pero ¿cómo te ves para la última fecha de FMS?

—Tengo un poco el tema de imaginarme ese típico gusto de niño. ¿Qué sería ganar? ¿Qué sería perder? Todo es experiencia para mí. Voy a contar esta historia cuando sea viejo. Ganado o perdido. Yo nunca voy a olvidar quién soy, de dónde vengo, lo que me costó llegar, quién era cuando llegué y en qué me convertí. Ahora, en 2021 estoy peleando por el campeonato. Eso, para mí, merece muchísimos aplausos. Me aplaudo yo, más allá de lo que la gente piense. Nunca quise ganar esta liga. Lo que quiero es un año más de laburo. En su momento, descender era no laburar más del freestyle. No tener el sustento para mi familia. La evolución en mí está, lo veo en los números, en los resultados.

—¿Cómo vas a vivir esta última batalla de la FMS 2020/2021?

—La batalla es con el Dtoke, alguien que admiro. Voy a rapear como siempre. No estoy practicando, ni ensayando. No me pongo ninguna meta en la cabeza. Siempre me tocó estar entre primero y segundo. Muchas veces, por el compromiso de ir a improvisar, por cosas que me pasaron en la vida, fui sin ganas. El freestyle siempre fue para eso: improvisar. Aunque esté en la liga que más atención genera, no deja de ser un escape para mí.

—¿No te da vértigo que tu trabajo dependa de cómo te desempeñás en una batalla?

—Tanto yo como mi mujer nos criamos con poco. No nacimos en el mejor ambiente posible, ni en la mejor economía posible. Estar en una casa como la que estoy, cuando recuerdo la casa en la que estaba hace 5 meses, es tremendo. En esa casita ya había logrado comprarme esa mayonesa que me gusta. Ahora que me mudé, me siento mejor.

En sus palabras, la calma de quien disfruta lo que hace más allá de los resultados. “Cada vez estoy con menos hambre”, avisa, pero también detalla: no se le diluyó la pasión, sino que competir le generó un desgaste. “En ningún momento del año salí a batallar con la idea de salir campeón”, completa.

Y, pase lo que pase, asegura que estará en la próxima edición de la FMS doméstica: “La idea es volver a competir en la próxima temporada, salga o no salga campeón. Si te ponés a pensar, es lo que yo quería: tener laburo un año más”.

Un vicio positivo

Stuart es un enfermo del rap: lo vive, lo escucha, lo siente. Vive del rap y quiere seguir haciéndolo. Y, desde hace 7 años, que en convivencia con el rap, se yergue estoico el porrito: “No estoy un día sin fumar”, reconoce.

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—¿Qué significa el cannabis en tu vida?

—Es como algo muy cotidiano, algo que necesito. El cannabis es un vicio como el rap. No uno dañino como el cigarro. Siempre nos reímos de eso: nunca estuvimos un día sin fumar. Antes, en Coronda, juntábamos monedas para conseguir prensado. Era otra cosa. Ahora somos más grandes, estamos pensando en el cultivo, en la calidad, en el color, en el olor. Antes no nos preocupábamos por eso, era solo conseguir. De grande, me relaciono con personas que saben un montón.

Y si antes fumaba por el mero efecto, ahora le dio mil vueltas al asunto: “Es una cuestión de arte, lo veo por ese lado”, concluye.

Fotos: cortesía de prensa

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ACERCA DEL AUTOR

Hernán Panessi, editor periodístico en El Planteo, es un periodista especializado en cultura joven. Escribe en las revistas InfoTechnology, Rolling Stone, THC y Lento. Además, en Página/12, El Planeta Urbano, El Cronista y en el periódico uruguayo La Diaria. Colaboró para Revista Ñ, Clarín, La Nación, La Cosa, Playboy, Haciendo Cine, Billboard, Los Inrockuptibles, Forbes, VICEBenzinga, High Times y Yahoo, entre otros.

Hernán escribió los libros Porno Argento! Historia del cine nacional Triple X, Periodismo pop, Una puerta que se abre y Rock en Español. Fue docente en el Centro Cultural Rojas (UBA) donde dictó talleres de periodismo. Además, es programador de la sección VHS del Festival Internacional de Cine de Valdivia, en Chile.

Conduce FAN, programa periodístico sobre cultura, sociedad y vida moderna. Por su parte, también condujo en las FM Delta 90.3 y Nacional Rock 93.7. Asimismo, fue columnista en La Once Diez y Metro 95.1.

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