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Porro, Perreo y Trap: Cómo se Instaló la Cultura Cannábica en el Género Urbano

Porro, Perreo y Trap: Cómo se Instaló la Cultura Cannábica en el Género Urbano

✍ 15 July, 2022 - 13:05


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Por Florencia Chicano Ramos

Cannabis, blunt, verde, falopa, lo enrolo, se prende y su culo rebota, rebota. Este kush que te explota en la boca. Esta podría ser una barra de cualquier tema de trap, pero no. Hoy la marihuana está en la boca de todos: consumidores y artistas.

Escriben sobre “María”, se inspiran con una tuquita, le dedican canciones enteras a la planta que hace tiempo dejó de ser tabú. Hablar del faso ya no es transgresor, rockero ni raro. Más bien, es la norma.

Las épocas cambiaron. De pronto, el cannabis cobró hasta buena prensa. Parte de ese trabajo por derribar el prejuicio de entenderla más allá de sus fines recreativos, tuvo que ver con la militancia de agrupaciones que visibilizaron el cannabis con fines medicinales.

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La cultura y sus consumos socioculturales se reflejaron en las políticas del país que acompañaron dicho cambio. El cannabis, en tanto medicinal; el cannabis, en tanto, recreativo; el cannabis, en tanto, generación de nuevos puestos de trabajo y activación de la economía. El cannabis y todas sus facetas, sus encantos.

La culpa es del fasito

Atrás quedaron momentos absurdamente históricos que recordaremos como el juicio que se comió Calamaro por “un fasito”. En un caluroso 19 de noviembre de 1994 en La Plata, “El Salmón” vestido con una remera que decía “Yo también tengo SIDA” disparó una frase -para ese entonces impensada- tratando de calmar a un público sediento de pogo, barullero y gede.

“Mirá, me estoy poniendo tan a gusto que me fumaría un porrito”. Esa frase le costó 11 años de investigación a Calamaro. Un proceso larguísimo, en miras político y con un claro mensaje a la sociedad: porro era tentativo de cárcel.

De aquel episodio quedó la anécdota, el mal trago del autor de “Flaca” y la memoria colectiva de la frase cliché: sexo, drogas y rock and roll.

Cuánta agua pasó bajo el puente en el país. Ahora los pibes improvisan en el subte, en la esquina del barrio o la plaza, mientras la tuca pasa de mano en mano.

El faso pasó de ser contracultural a una especie de norma. Hoy, chicos de 15 años seguramente hayan tenido algún acercamiento a las drogas, sentido curiosidad o consumido antes de, quizás, su despertar sexual.

De a poco y de manera progresiva, con artistas como Duki, las batallas de freestyle, el cannabis y el autotune se volvieron un universo común, con las barras como lenguaje y la calle, un lugar de pertenencia.

No es rock hablar del faso

Atrás quedaron varios rebeldes del rock a los que no les tembló la lengua a la hora de dejar entrever que en sus canciones hablaban de drogas. El grito al aire del Pity Álvarez con su tema “Legalicenla”, o “La Flor” de Los Cafres que le dedican unas líneas a “la flor más dulce de mi jardín” y hasta Babasónicos con “Puesto”.

La marihuana no le escapa a los géneros musicales. Es inspiración, es letra, es una constante para muchos artistas que se inspiran con ella, que le hablan y hasta le rezan.

Esas canciones fueron incorrectas e inaceptables para un momento determinado. Sin embargo, ahora asoman como una norma. Aunque, la pregunta es casi obvia: ¿el cannabis hace a los artistas más creativos?

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Alejandro Guillermo Andersson es médico neurólogo (MN 65.836) y Director del Instituto de Neurología Buenos Aires y explica que cualquier sustancia psicoactiva -es decir, toda sustancia química que puede ser natural como la marihuana o sintética- al introducirse en el cuerpo tiene un efecto directo en el sistema nervioso central y ocasiona cambios específicos de las funciones.

La ciencia y el faso

“En el 2014, el Instituto de Psicología de la Universidad de Leiden hizo una evaluación de 54 consumidores de cannabis. El estudio evaluó el pensamiento divergente y el convergente. El divergente explora múltiples opciones. En cambio, el pensamiento convergente está limitado a unas muy poquitas soluciones”, explica Alejandro Andersson.

“En los resultados encontraron que los participantes de los grupos que tenían la dosis baja de THC y el placebo, mostraron una mayor capacidad para pensar de forma creativa respecto del grupo de dosis alta, pero no presentaron un aumento de la creatividad”.

¿Cuál fue la conclusión del estudio? “Aparentemente no habría una potenciación de la creatividad por consumir marihuana, o al menos por consumir THC”, apuntó el neurólogo.

No obstante, Alejandro no deja de hacer una salvedad: “La verdad es que en general los artistas sienten que les otorga un plus. Este tema no está cerrado”.

Sobre este último punto, cuenta que “un estudio hecho en Londres en el 2011 llegó a la conclusión de que las personas que han consumido cannabis sativa tienen la capacidad de crear conexiones entre ideas y conceptos disociados que no relacionaría en un estado de sobriedad. Así pasaría también con el pensamiento lateral, pero este efecto sólo se ve en las personas que no eran especialmente creativas”.

Estudios entorno al faso

Si bien Alejandro cita diversos estudios realizados en centros de investigación, el tema parece tener tela para cortar. “Hay unos estudios por imágenes que analizaron la actividad cerebral de las personas que habían consumido marihuana y se encontró que las áreas relacionadas con la audición aumentan su metabolismo”.

¿La conclusión? “El cannabis hace que las personas se concentren en la música sintiéndola más intensamente. Nuestra percepción de la realidad cambia con la marihuana, no es tan clara y, además, disminuye nuestra capacidad de atención y de memoria a corto plazo. Estos efectos, según un estudio en la Universidad de Minnesota, son transitorios”.

Según otro estudio publicado en la revista especializada Psychopharmacology acerca de los efectos de esta sustancia sobre el pensamiento creativo de los psicólogos Lorenza Colzato y Mikael Kowal, de la Universidad de Leiden en los Países Bajos, concluyeron que la marihuana no produce un pensamiento original si pensamos a la creatividad en tanto consecución de nuevos resultados.

Un análisis real

Mariano Sigman, licenciado en Física y doctorado en Neurociencia (Phd) en Rockefeller University (New York) quien fundó el Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Universidad de Buenos Aires, reflexiona sobre el debate racional sobre la fisiología y la ciencia de las drogas.

De manera simple, explica que “habría que analizar qué hace y qué no hace el cannabis sobre el cerebro, pero no basándonos en prejuicios sino en una observación fáctica de la realidad”.

Para eso propone “una discusión racional, basada en la evidencia empírica y no en datos sesgados que se sustentan solo en los riesgos o los beneficios que determinada sustancia propone”.

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¿Qué relación se puede encontrar entre el cannabis y el comportamiento neuronal? ¿Sobre qué áreas del cerebro opera el cannabis y cómo lo hace? ¿Con qué intensidad? ¿De qué manera modifica nuestro comportamiento?

Son preguntas abiertas, con un lugar común: el cannabis no es inocuo, modifica nuestro pensamiento y consecuentemente, la ejecución de tareas y conexión de ideas. ¿De qué depende? De la dosis que se incorpore al sistema, de qué se incorpore (¿CBD, THC?) y sobre quién sea.

El trap y el faso

Teniendo en cuenta esta relación entre la neurociencia y el estudio del comportamiento del cerebro, posiblemente se advierta con más nitidez la casi intrínseca relación entre el trap y la cultura cannábica.

El trap surgió en Estados Unidos en los años 90 como una unión del hip hop con bases de la música electrónica. Curiosamente, muchos de sus exponentes eran dealers que narraban la dura realidad de la clase baja blanca americana -de allí, el origen de “American white trash”-.

En Argentina, el género se fusionó con el reggaetón y muchos de sus productores también venían del palo de la electrónica. Basta con ver al más conocido que hoy arrasa en las plataformas digitales y streaming, Bizarrap.

De esa mezcla entre rap, hip-hop, reggaetón y electrónica surgió el trap argentino, y fue de abajo hacia arriba en la escala social y popularidad. Si bien se encuentra una constante entre los artistas que muchos de ellos vienen de barrios populares como Trueno -de La Boca- también hay excepciones: Bhavi, oriundo de Bélgica.

Lo cierto es que al trap no sólo se lo debe considerar como un género musical en sí mismo, sino como un fenómeno sociocultural horizontal que brindaba la esperanza del ascenso social a través de la música. Y sí, todos los pibes quieren estar “pegados”.

Los primeros raperos

Con protagonistas del género urbano en la escena internacional como Snoop Dogg, Wiz Khalifa o Bad Bunny, la popularidad del trap se aceleró a escala global gracias a plataformas como Spotify, YouTube o Apple Music.

Desde sus inicios, el rapero Snoop Dogg es considerado un ícono para la cultura 420. Ya en 2015 anunció el lanzamiento de Merry Jane, una web que recopila información legal y política de la marihuana en diferentes países, fotos, noticias, material audiovisual y hasta productos cannábicos de su firma.

En ese mismo año, Snoop Dogg lanzó su propia línea de cannabis: “Leafs by Snoop”. Hoy, en dicho sitio web aparecen productos como aceite de cannabis o inhaladores. Sin duda, el rapero fue uno de los que primero vio en su afición, un negocio.

Wiz Khalifa no se quedó atrás y lanzó hace tiempo su marca de cannabis llamada “Khalifa Kush” y levantó su bandera bajo un lema: “Mi causa es la marihuana, la paz y la música”.

Cuando pensamos en el trap, género que fue bastardeado en un principio por el uso -o abuso- del autotune, es inmediata la asociación a la marihuana. La mayoría de sus referentes locales la mencionan de manera directa o solapada. En inglés, en slang o español.

El trap en Argentina

Vayamos de a poco. Para eso es necesario ir al año 2017-2018 cuando Mueva Récords -sello discográfico de Omar Varela- agrupaba a quienes son hoy los máximos exponentes del género: Duki, Cazzu, Khea, Bhavi, Ecko, Seven Kayne, Lit Killah, Neo Pistea.

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“Loca”, hit fundacional de la escena, supo ser de los temas más escuchados en su momento y explotó por su flow. En su letra no se libra nada a la imaginación: “Tomo una pastillita loca y puso la mitad dentro e’ mi boca” o “Me lo sacó ‘e la boca pa’ fumárselo. Sabe que ahora lo vamo’ a pasar mejor”.

Para ese momento, acostumbrados a la cumbia villera que le hablaba siempre a “María”, escuchar que hablaban de pastillita con sonidos electrónicos sonaba raro. ¿Qué era ese género que se atrevía a ser el himno de la resaca?

C.R.O. se animaba, allá por el 2018, a cantarle a otras drogas. “No me diga’ nada, Keta, polvo de hada”, sonaba en “Keta”. Y esto era lo más suave en que se decía de manera correcta lo que no se puede nombrar de manera directa.

“Ave María” de Khea, Eladio Carrión, Big Soto y Randy también le cantaba a la plantita. “Ave María, yeh yeh, siempre la tengo fumando María. Viene apagada, se vuelve prendi’a porque la llama la tengo encendi’a”.

Duki y el faso

Y la cosa siguió. En 2019, Duki cantaba “Te Traje Flores” y hablaba de su incipiente relación con el cannabis en su adolescencia. “El Duko no llega al primer día de escuela. Se queda afuera fumando una vela”, cantaba.

Y por más que suene raro, hasta la mismísima Tini se animó a hacer algún tipo de referencia a las drogas siendo esta la más correcta del pop-urbano. “High remix”, con María Becerra y Lola Indigo, dice “porque por más que ande high, lloro por la night. Nadie se acerca y mira bien de cerca mis eyes. Perdonando lies, sintiéndome die. Aunque esta mierda me haga tocar el sky”.

De manera vedada, el cannabis aparece en las letras de las canciones y lo hace a través del inglés: blunt, krippy, kush. Estas palabras las suele usar frecuentemente, a nivel local, Duki.

El faso y sus neologismos

En su reciente disco, Temporada de Reggeatón, en el tema “Top 5” lo deja evidenciado de manera explícita: “Fumamo’ la kush (shh), quiero sus labio’ rush (shh) Me gustan los misile’, pero no jodo con Bush (shh)”.

También, enSi quiere frontear” de Duki, De la guetto y Quevedo, aparece krippy y verde. “Y se me ofenden si ven que el disco vende, con suerte y sin un duende, fumando un par de verde’ (eh-eh). Culos tengo un montón – Krippy tengo un montón – Bala’ tengo un montón)”.

Otra de las referencias que aparecen de manera constante en diferentes temas a la hora de hablar de la marihuana es 420. Emilia Mernes en su tema “Cuatro veinte” lo deja clarísimo en la primera parte de su canción “No son cuatro y veinte, pero lo vamo’ a prender. A toda’ mis gata’ las voy a hacer aprender. Mientra’ va al party sube un video. Se pone perra para el perreo”.

Emilia resulta ser quien termina gráficamente de manera más clara la unión entre el trap (con tintes pop), la marihuana y el perreo que ya se instala desde artistas como el puertorriqueño Bad Bunny.

Otros artistas, como Ca7riel hicieron de una canción, un meme, un gag que se viralizó en las redes sociales. Imposible olvidar “Ouke”. La referencia es casi directa, parece responderse sola “fumando flores con Lamothe”.

Hablemos de faso

Aunque otros como Wos eligen ser más sutiles. “Terraza” cuenta un estado de percepción de las cosas, pero también una situación cliché: quemar en la terraza. “Creo que hace tiempo vivo en una carcasa, ah (¡uah!). Vamos a quemar a la terraza”.

Las referencias de la calle, neologismos en inglés y situaciones típicas como “ir a perrear” con Emilia o “quemar faso en la terraza” con Wos, sobran. El himno del trap, Modo Diablo en acción con “Trap.N.Export”, dice: “Vine a picar las hipótesi’. Mi picador, 0800 callin’ me”.

Otro tema de aquellos dorados años, cuando todo no estaba tan contaminado de este nuevo pop-reggaetón que se vende como fast food es “B.U.H.O” de Midel x Arse x Khea Ft. Duki x Klave: “Tenemos todo y queremos más. Keloke, mucho weed, mucho trap”.

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En otras coordenadas, al darle play a “Yo no soy celoso”, que mezcla trap con bossanova, se desliza la calma que propone Bad Bunny. “Si Beto lo enrola, voy a prenderlo; si traen perico, vo’a huelerlo. El cora y la mente enredao’, en el pecho tengo un dreadlo”.

Porro, perreo y trap: decilo en el orden en que quieras. La cuenta es clara. Suena en la calle y en el boliche, en una juntada con amigos y en el parlante de la compu del trabajo. La fórmula es perfecta: si hay trap, hay porro y si hay porro, hay perreo. La cultura cannábica se instaló en el trap argentino rápidamente con sus letras y hoy forman parte de la ecuación para que el tema esté “pegado”.

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