Hablemos de Menstruación Sustentable
“Y en caso de que una mujer tenga flujo, y su flujo en su carne resulte ser sangre, ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque será inmundo hasta el atardecer.”
-Levítico 15:19
Me encantaría comenzar esta nota regocijándome de lo mucho que hemos cambiado como sociedad desde los tiempos bíblicos. Me encantaría declarar que por suerte ya no somos consideradas inmundas, sucias o impuras por hacer algo tan natural e incontrolable como menstruar.
Mas no.
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Todavía en la mayor parte del mundo se asocia a la menstruación con vergüenza o con suciedad. Muchas niñas reciben una educación absolutamente nula o retrógrada sobre el tema. En la mayor parte del mundo todavía no se han enterado de que la menstruación sana es un derecho humano.
Por eso, el 28 de mayo se celebra el Día Mundial de la Higiene Menstrual: para generar un diálogo y una concientización sobre este tema, cuyo carácter de tabú sólo ayuda a exacerbar la desventaja que tienen las mujeres y disidencias en la sociedad patriarcal.
Así que hoy hablamos de menstruación, y en particular de menstruación sustentable, porque en lo descartable también se perpetúan ideales machistas. Ya te voy a explicar por qué.
Por qué pasarse a un método de higiene menstrual sustentable
Hay varias razones para pasarse a un método de higiene menstrual sustentable.
La primera es quizás la más obvia: la ambiental. Los tampones o toallitas industriales están hechos con materiales sintéticos que pueden tardar unos 500 años en degradarse. ¿La primera toallita que usaste en tu vida? Sí, sigue ahí.
Además, estos productos están pensados para ser utilizados y cambiados cada pocas horas, aumentando exponencialmente la contaminación que generan.
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Esto nos lleva a otra razón para buscar un método más sustentable de higiene menstrual: la económica. Como acabamos de mencionar, los productos que se utilizan masivamente están diseñados para ser utilizados y descartados con frecuencia, porque ahí está el negocio: usar y tirar, y gastar constantemente. Así, se genera un mercado cautivo de personas menstruantes (no necesariamente mujeres) que no tienen otra opción más que comprar estos productos, o que no han sido debidamente informadas de sus opciones. El costo anual de menstruar para la mujer promedio es irrisorio y no todas las mujeres tienen los medios para afrontarlo. Aun así ciertos países se empeñan en considerar a los productos de higiene femenina como “bienes de lujo”. Brindo ese dato por si quedaba alguna duda de que el patriarcado era el problema.
Otra razón para subirse al tren sustentable es la salud. Ya mencionamos los materiales con los que están hechos los productos descartables, que no sólo son plásticos y sintéticos, sino que también contienen químicos que son nocivos para el cuerpo. Los tampones son particularmente propensos a producir el síndrome de shock tóxico si son olvidados dentro del cuerpo por muchas horas.
Pero quizás la razón más importante para reconsiderar métodos alternativos y sustentables de higiene menstrual tiene que ver con un cambio de actitud frente a la propia menstruación. Hablamos con Carolina Zotta, de Viva la Copita, un proyecto que comenzó con la reventa de copas menstruales y se dedica a la educación y al activismo menstrual.
“Hay una invitación a gestionar la menstruación de otra forma”, explicó. “Vos a lo descartable te lo ponés y lo tirás a la basura. En la menstruación sustentable, vos de alguna forma te tenés que hacer cargo de esa menstruación”. Este hacerse cargo implica aprender a usar un producto, como una copa o una toallita de tela; implica hacerse consciente del propio cuerpo y analizar las propias acciones de manera responsable. “Eso es una exploración a la que te invita este método, cosa que no pasaba con lo descartable”, agrega Carolina.
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Habiendo dicho todo esto, cabe aclarar que no todas las personas menstruantes se encuentran en la misma situación social, económica o educativa. Esta es una razón más para que las personas que sí tenemos ciertos privilegios nos hagamos cargo no sólo de la salud del planeta sino de cómo se conduce el diálogo frente a este tema que, con un poco de suerte y bastante esfuerzo, pronto dejará de ser tabú.
Los métodos
La copa
La copa menstrual (o copita, en jerga) está hecha de silicona médica hipoalergénica, y puede durar hasta 10 años. Junta la sangre sin absorberla, manteniendo así la humedad natural del cuerpo y la flora vaginal. Hay muchísimos modelos disponibles, y vienen de distintos talles dependiendo de tu edad y si tuviste un parto vaginal.
Detalle de color: como recoge el flujo en vez de absorberlo, podés ver exactamente qué volumen tiene tu menstruación. Algunas marcas hasta traen indicadores de mililitros con este fin, para que puedas ver y hacerte conciente de cuánto sangraste.
Es cierto que es necesario aprender a utilizarla, lo cual puede llevarte varios meses de prueba y error hasta encontrar el método que mejor le va a tu cuerpo.
Para esterilizarla sólo es necesario hervirla y guardarla en una bolsa de tela. Podés vaciar la copa en el inodoro, en el lavabo o usarla para regar las plantas, que les hace bárbaro.
Toallitas de tela
Son exactamente iguales a las descartables, sólo que más lindas. Suelen venir en infinidad de diseños y colores, y en vez de durar un par horas duran un buen par de años.
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Foto por Karolina Grabowska vía Pexels
La idea es usarlas y lavarlas, como se hacía antaño. Para esto se remojan en agua fría unas horas, se lavan con jabón blanco (o en el lavarropas, sin suavizantes) y luego se secan al sol. Otra vez, podés utilizar el agua en la cual estuvieron en remojo las toallitas para regar las plantas, o tirarla. Tu sangre, tu decisión.
Bombachas menstruales
Este método de higiene menstrual sustentable, antes poco visto, se está volviendo cada vez más popular. La ropa interior absorbente se ve muy parecida a la ropa interior normal, y se lava de la misma manera que las toallitas de tela. La diferencia es que tiene una capacidad de absorción astronómicamente mayor, dependiendo de la marca y los materiales.
El disco
Todavía no se encuentra mucho en el mercado, pero es cuestión de tiempo antes de que se vuelva otro método común de higiene menstrual sustentable. El disco es similar a la copita, pero más ancho y plano, y de talla única. Además, se ubica mucho más arriba, cerca del cuello uterino, por lo que permite mantener relaciones sexuales con penetración (pero ojo, eso no significa que funcione como anticonceptivo de barrera: no lo es).
Cuán lejos estamos de la Bibilia
Como habrás notado, los métodos mencionados implican, como ya dijimos, un grado de responsabilidad y participación, y un proceso de conocernos a nosotrxs mismxs.
Sí, estos productos se lavan a mano. Sí, vas a tener que ver y tocar tu propia sangre. Si esto te da asco, te recomiendo que te preguntes por qué, y que te plantees si querés seguir sintiéndote de esa manera con respecto a tu propio cuerpo.
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Porque ya vimos que desde tiempos bíblicos nos han enseñado que somos sucias e impuras, y que no está bien tocar ni ver nuestros cuerpos. Y esto sigue perpetuado en la cultura de lo descartable: los tampones y toallitas están diseñados para que nos toquemos lo menos posible. Sin ir más lejos, en Estados Unidos casi todos los tampones vienen con un aplicador. Este dispositivo suele ser de plástico y contamina muchísimo más, todo en afán de que las mujeres no toquen sus propias vaginas por nada del mundo.
Pero por suerte en los últimos años esto está cambiando. Si bien queda un largo camino por recorrer, desde que estos métodos de higiene menstrual sustentable comenzaron a ganar popularidad, cada vez más gente pierde el miedo y la vergüenza de hablar de su menstruación.
Cuán cerca estamos del futuro
Para ganar un poco de perspectiva sobre esto, le pregunté a Carolina si había visto una evolución de la aceptación de estos métodos, desde que comenzó a vender copitas menstruales hasta el día de hoy. “Es increíble”, afirmó. “Hace 5 años, cuando empezamos a vender copitas, quien te la compraba lo hacía llena de dudas y llena de miedos y con mucha vergüenza… Hoy se puede hablar mucho mejor del tema”.
También destacó lo hiriente que era el estigma al principio de este movimiento, cuando había menos educación y muchísimos más prejuicios: “Era bastante difícil sacarte el mote de hippie, asquerosa, sucia… Como que estabas queriendo vender un producto por vender cualquier cosa. Y nadie entendía que estaba linkeado a una nueva salud ginecológica que se estaba proponiendo en torno a la menstruación”.
Pero muchas de estas personas parecen haber cambiado de opinión al respecto. Carolina cuenta que mucha gente que estaba categóricamente en contra de la copa o las toallitas de tela, a la que le parecían un asco o una aberración, hoy son revendedores y forman parte de esta red de distribución y de acompañamiento. Esto sólo comprueba que siempre es posible aprender y reinventarse.
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Hoy, no sólo tenemos más educación, sino que las personas menstruantes nos animamos cada vez más a hablar sobre el tema. Nos damos consejos, nos acompañamos, y no nos juzgamos. Logramos abrir la conversación sobre la menstruación y sobre nuestros derechos; y va a ser imposible volverla a cerrar.
Aun así, vamos a tener que trabajar muchísimo para que estos avances lleguen a todas las mujeres y disidencias en todos los rincones del mundo. Se necesitará mucho esfuerzo: mucho sudor y muchas lágrimas, y por sobre todo, mucha sangre.
Publicación original: mayo 2020
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