Activismo, Afrodescendencia y Hip Hop con Luyara Tink: 'El Movimiento se Fue Tergiversando'
No todo el mundo lo recuerda, pero hace un par de décadas, el rap y el hip hop tenían más que ver con Fight the Power y menos con Mamichula. Y sí, la comercialización masiva de estos géneros trajo un inevitable pivoteo temático, pero todavía hay quienes no olvidan sus orígenes.
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Entre estas personas se encuentra Luyara Tink: rapera, freestyler, host, jueza de la FMS y graffitera que cada vez suma más peso en dicho ambiente. Sin pelos en la lengua para responderle a sus haters y, de paso, con este envión, nos recuerda las raíces del hip hop: populares, combativas y negras.
Sur Suburbio
Luyara Tink fue criada en Argentina, en el barrio de Alejandro Korn del conurbano bonaerense. Y es y se considera argentina, por más que haya nacido en Brasil (y quien quiera discutirle esto, puede ir a cantarle a Gardel). Su padre argentino y su madre brasileña llegaron al país cuando Luyara tenía apenas cuatro años. Y desde temprano le hicieron saber que era distinta. Al respecto, menciona la “adaptación cultural que uno tiene que tener cuando uno se ve diferente a la hegemonía general”.
“Era todo bastante complicado; eramos los únicos negros del pueblo, y mi mamá es la unica negra del pueblo”, menciona, destacando el prejuicio al que era expuesta constantemente. Porque todavía, en muchos lugares, está cristalizada la idea de que “un negro tiene que ser chorro o pobre”.
La infancia de Luyara tuvo lugar en los ‘90 y principios de los 2000, en el marco de una de las mayores crisis que ha visto el país latinoamericano. Además, conceptos como “conciencia social”, “equidad” o “racialización” no se habían expandido tanto como en las décadas subsiguientes. Mas los tiempos cambian, y con ellos la actitud de la sociedad. “Hoy en día, puedo decirte que hay mucha más empatía entre la juventud, pero allá por el 2000, 2005 no era tan así”, reflexiona. “Y no me quiero imaginar lo que era en épocas atrás, de otras generaciones”.
Sin embargo, lo cierto es que sigue encontrándose con este tipo de actitudes hasta el día de hoy. “Acá en Argentina pasa que uno siempre tiene que estar aclarando su lado argentino”, comparte. “Porque sino siempre te están extranjerizando. La gente te mira y te dice ‘vos no sos de acá, ¿no? Ah, pero tu mamá no es de acá, ¿no? ¡Ah! Entonces por ahí venía’”.
Pero, como se dice, del barro salen las flores. Frente a tanta injusticia, su necesidad de expresarse se fue volviendo cada vez más urgente. “Creo que esa fue una de las cosas que me impulsó a hacer freestyle”, confiesa Luyara. “A expresar las cosas que yo sentía, y las sentía muy adentro”.
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Luyara Tink
Sin embargo, no fue ese el primer acercamiento de Luyara con el arte. “En realidad, el primer amor que tuve yo con la cultura hip hop fue con el graffiti”, revela la rapera. “Fue uno de los medios de expresión que tuve en medio de toda esa discriminación, todas esas cosas que yo tenía guardadas”.
“Encontré una herramienta, dentro de la soledad y en la calle, para poder salir a expresarme”, cuenta. “Salía de noche, de día, hacía mis graffitis, hacía mis tags en las calles”. Cabe aclarar que esta era una actividad que realizaba mayormente en soledad, con la ocasional compañía de una amiga, a pesar de los posibles peligros que esto implica.
Una cosa llevó a la otra: el graffiti la hizo escuchar música rap, y ahí surgió la revelación: “Esto es lo que me gusta”. Ese sería sólo el comienzo de una gran historia de amor y de una manera más auténtica de expresar todo lo que tenía adentro.
De ahí, fue un camino de ida. “Un día me paré en una plaza del conurbano, con un grupo lleno de pibes rapeando”, cuenta. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba batallando.
Que se te noten las raíces
No resulta sorprendente que, viniendo del conurbano bonaerense y estando más cerca de los márgenes de la sociedad, Luyara Tink tenga un fuerte sentido de la comunidad. De hecho, eso es en parte lo que la acercó al rap, que en sus raíces está intrínsecamente ligado con los movimientos sociales.
“Siempre fue una comunidad. Entonces, no me costó tanto integrarme y poder improvisar”, cuenta. Es más, ella misma ha ayudado activamente a su comunidad más allá del hip hop, realizando, por ejemplo, actividades para que niñes y adolescentes tengan útiles para ir al colegio, guardapolvos, alimentos, etc. “Fue una de las bases que me han dado a mí de lo que se trataba el hip hop”, dice.
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Sin embargo, el ambiente del rap y hip hop de hoy en día se está alejando cada vez más de las luchas que lo vieron nacer. Al respecto, Luyara lamenta que el movimiento “se fue tergiversando un poco, para el lado comercial”.
“Hoy en día no sé si veo tanta comunidad”, dice. “La gente sabe de lo que se tratan el hip hop y el rap, pero de una manera muy superficial, y se podría decir que ‘comercial’. No de una manera de protesta, no de una manera combativa, que es una de las cosas por las cuales se originó el movimiento. De eso siempre se ha tratado”.
El nivel de comunicación que han adquirido el rap y el hip hop hoy resulta, pues, un arma de doble filo. Mucho streaming, muchas series, muchas películas, muchos shows masivos… todo esto puede desvirtuar un significado más profundo. “A mí me parece que eso tiene sus cosas buenas”, reflexiona Luyara. “Porque una persona que llega alto, con un nivel de comunicación social, consciente de lo que se trata el hip hop, puede llegar a comunicarlo re zarpado en un escenario con 50 mil personas”.
No obstante, este no es siempre el caso. La rapera indica que la mayor parte de la gente que llega a ese nivel de difusión no suele tener una raíz ligada a una condición social relacionada con el hip hop. Su disciplina termina siendo, entonces, “algo para uno mismo, simplemente”. En otras palabras, para muchos raperos la música empieza y termina en una celebración de su propio ego.
Luyara Tink
La cultura freestyle, explica Luyara, se encuentra ahora en una situación más bien deportiva, y “no tanto cultural”. “Yo a los chicos los veo más enfocados a querer llegar, con un objetivo cuasi atleta a ganar esa liga, a campeonar, a clasificarse, que una acción artística de poder expresar sus pesares o comunicar lo que está pasando en su ciudad, en su provincia, en su país. Creo que eso se perdió un poco, y que eso no está tan bueno; pero se avivó una llama de un nivel súper competitivo en el freestyle, casi atleta, del cerebro, y eso está buenísimo”.
Lo que no está buenísimo es la actitud de la industria al respecto. “Hoy en día la industria está dándole mucha plata a lo que es el ‘urbano’, que no tiene nada que ver con el movimiento del que estamos hablando. Hay que saber diferenciar entre un músico urbano, y un rapero, un hiphopero”, dice la rapera, enfatizando una diferencia no tan evidente. “Son otras cosas”.
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Pues la industria es muy clara en cuanto a qué tipo de arte recompensa. De hecho, Luyara se ha volcado a la autogestión, porque su idea es utilizar su arte para denunciar cuestiones sociales. Y las empresas simplemente no apoyan ese tipo de proyectos.
“Uno le presenta [a la discográfica] algo original, bastante combativo, y no es lo que vende, no es lo que está de moda, ya es anticuado. El artista autogestivo está surgiendo cada vez más, y para mí va por ahí”, afirma. “Nadie de nadie te dice lo que tenés que hacer, ni cómo hablar, ni cómo vestirte”. Así, mediante la autogestión, la artista puede desenvolverse de una manera que le resulta más auténtica.
Ser mina, ser negra
Y hablando del ambiente hiphopero, y el musical en general, es imposible no detenerse en su vivencia como mujer, en un rubro tan dominado por los hombres.
Luyara no vacila ni un segundo en declarar que “me ha costado, me ha costado. Yo ya vengo con un escalón abajo. Ser mina, afrodescendiente, ser negra, hija de negros. Siempre la sociedad misma, el patriarcado o el machismo, te escalona. Sí o sí. Te escalona en todo sentido”.
Porque la exigencia a la que se somete a las mujeres en el rap es tan exagerada que roza lo ridículo. Mucha gente no llega a comprender bien la dimensión del esfuerzo que tiene que hacer una mujer para triunfar o, al menos, ser visible en un ambiente tan profundamente machista.
Por suerte, Luyara Tink lo explica bien clarito para que no le queden dudas a nadie: “Tenés que ir enfocadísima y romperle la madre rimando al que se te pare enfrente. No te queda otra. Vos vas a una plaza y tenes que rapear super zarpada para pasar una ronda clasificatoria. Todo es una guerra súper gladiadora. Vos te tenés que destacar en todas las batallas, porque donde estuviste más o menos floja en una: chau. Con los chabones no pasa eso”.
Esto, por supuesto, no es exclusivo de la cultura hip hop. “Lo mismo pasa en varios sectores”, dice Luyara. “Vos ves una conductora que no se desempeña bien un día, al otro día ya tenés a otra… Las industrias apoyan que vos tengas que ser totalmente hegemónico”.
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En el rap y en la vida, un error, por más mínimo que sea, puede condenar la carrera de una mujer de una manera que es absolutamente impensable para un hombre. “Te hace un eco mucho más grande tu equivocación, siendo mujer. Una mujer se equivoca una vez en una rima, en una batalla, lo que sea, y ya no la convocan más a participar en el año siguiente. Y un chabón puede estar ocho, nueve, diez años tratando de campeonar esa competición, por ejemplo”, revela Luyara.
“Entonces, si vos no diste un buen rendimiento este año, el año que viene aparece otra persona y convocan a otra persona, que para mí está buenísimo. Pero lo que tiene es que al escalonarnos y posicionarnos [de esta manera], no nos dejan mostrar la evolución de nosotras también, y sí te dejan a un pibe durante diez años tratando de campeonar un evento importante”.
Es frustrante, pero real. A los hombres se les da un premio por existir, y a las mujeres se les reprocha que nada nunca es suficiente. Esto, dice la rapera, está profundamente arraigado en nuestra sociedad. “La mujer, para la cultura, para todo el mundo, nunca merece el lugar que tiene. Ella nunca merece estar ahí”, sentencia.
Luyara Tink
Y para Luyara en particular, esta situación es doblemente estigmatizante, porque no sólo se ha atrevido a ser visible como mujer, sino como mujer negra. Pues el problema no es sólo de género, sino de “escala racial”. Sí, aún el hip hop, engendrado por y para la gente negra, se vio contaminado por la apropiación blanca. Otra que raíces lavadas.
“Es muy loco lo que estoy diciendo, pero es verdad”, dice Luyara. “Una piba de la villa con menos recursos tiene muchas menos posibilidades de llegar alto que una piba con muchos más beneficios, mucho más blanca y con muchos recursos. Esto es algo que me parece que está claro, pero la gente no lo dice porque no conviene decirlo. Yo no lo oculto porque es lo que soy y siempre fui para adelante con cosas así”.
Y sí, quizás lo peor de esta situación es cuánto se empeñan en invisibilizarla. La rapera citó ejemplos de medios de comunicación masivos que alcanzan a millones de personas diciendo en Internet que “acá no hay negros”.
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Y, paradójicamente, la industria en la que se desenvuelve Luyara está plagada de este tipo de personajes. Particularmente, mencionó varios casos dentro del ámbito del hip hop y el rap, de personalidades afirmando barbaridades tales como “los problemas raciales en Argentina no eran con gente negra, porque acá no había negros”. Ante una afirmación tan desubicada, un muro de indiferencia. “Nadie dijo nada, solamente un par de colectivos se pronunció”, lamenta Luyara. “Pero ahí te tratan de alterada, te tratan de que te tomás todo a pecho, de que no te tenés que hacer mala sangre por esas cosas”. Nos preguntamos si se atreverían a decirle lo mismo a Tupac.
Y volviendo al tema de las raíces, Luyara dio además el ejemplo de una serie que se está produciendo actualmente sobre el mundo del rap: “Cuando salga la serie van a ver que no hay ni una persona negra, ni afro, ni indígena”, revela. “Son todos de un estándar hegemónicamente perfecto: cuerpo, cara y piel. Esas son cosas que invisibilizan un montón, y que se utiliza una cultura hip hop traida por negros para un movimiento totalmente cultural, de revolucion, de queja, a algo totalmente comercial y olvidandose de sus origenes por completo. No solamente un origen negro, no estamos hablando del negro de Estados Unidos. Estamos hablando de una persona negra de acá, un pibe de barrio de Moreno, con papá paraguayo y mamá argentina. De ese tipo de negro, que acá se dice que no hay”.
Pero, ¿está avanzando la visibilidad afro en Argentina? Luyara afirma que sí, pero sólo porque la propia comunidad lucha por ello. “Nosotros buscamos la visibilidad. No está fácil. Hay muchas actividades donde podría haber y donde se necesitan estas perspectivas. Pero estamos hablando de grandes industrias que estan haciendo que la gente vuelva a observar al negro como malo, el negro como el que no existe”.
Su señoría la jueza
A pesar de todo esto, Luyara Tink ha alcanzado ser jueza de la FMS Argentina, la liga nacional más importante de las competencias de freestyle. Para evaluar a les artistas, Luyara utiliza criterios que le han hecho ganar bastantes haters, sobre todo hombres.
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Porque sus criterios para evaluar no van sólo por el lado de lo deportivo o la artesanía de la rima, fijándose en factores como la terminación o el desarrollo. Ella le presta mucha atención al contenido, a lo que se expresa. No tiene piedad hacia las expresiones misóginas y racistas, “palabras que, si se supone que estamos en una de las mejores ligas del país, con los diez mejores improvisadores del país, yo creo que no hace falta la bajeza de decir palabras totalmente de principiantes”.
Ese nivel, aclara, es más propio de alguien que está empezando a batallar en una plaza, pero no tiene ningún lugar en las ligas mayores. “Se te puede escapar eso de un principiante, pero de alguien que supuestamente es freestyler profesional, ya no se puede apreciar”, dice. “Se tendrán que apreciar otros parámetros dentro de la rima, hablando de una manera totalmente deportiva. Yo lo juzgo así, cuando es una rima básica. Porque, caer en el machismo, en la misoginia, en la homofobia, son cosas básicas dentro del freestyle, es algo que supuestamente vos tenés entrenado y, al nivel que estamos, no tendría que estar sucediendo para nada”.
Luyara Tink en la FMS
Por caso, esta situación hiper competitiva puede en efecto erosionar la artesanía de la rima. Explica Luyara: “Pienso que cuando lo hacen a un nivel deportivo se pierden varias originalidades de cada uno. En una situación deportiva, vos estás enfocado en diferentes cuadros dentro de esa rima, en la ejecución, en cómo la formulás, en la terminación… Sin embargo, cuando vos fluís de una manera artística, no le prestas tanta atención a cómo estás elaborando la barra o cómo la vas a terminar, sino que la dejás fluir adentro con lo que vos sentis. Eso va ligado con tu necesidad”.
Pero, luego de diez años de estar en esto, admite que este entrenamiento la ayudó a progresar. Además, “cuando uno hace algo con pasión, notás la evolución en eso, en el pensamiento también”, dice.
El buen porro
Innegablemente, otra cuestión ligada con el rap y sus orígenes es la marihuana. A la sazón, Luyara cuenta su experiencia con la planta: “No tengo mucho problema con hablar de eso”, afirmó. “Porque, con toda la lucha que se está dando hoy en día, y por los beneficios que le trae a varias enfermedades, no veo la problemática de hablar sobre algo que es evidentemente positivo”.
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Y tal como el porro está en los orígenes del hip hop, también lo está en las primeras experiencias de la joven Tink con lo que más tarde sería su arte. Recuerda que, la primera vez que fumó marihuana, un amigo la incitó a “tirarse ahí un hip hop”, sobre un tema de Intoxicados. “No rapeaba, nada nada de nada en esa época”, ríe. “Dije un par de boludeces, pero ahí me activó algo. Siempre [la marihuana] le ha activado muchas cosas a mi creatividad”. Y se explaya, confesando que, tanto en cuanto conceptos como a la hora de escribir, la marihuana “me ha activado bastante un sector muy lindo en mí. Ha aflorado cosas muy lindas en mí”.
Yendo un poco más allá, ¿cómo siente que se aborda el tema de la marihuana en los grandes medios de comunicación? “Hoy en día hay un foco muy grande en los sectores artísticos y, en especial, en los sectores donde estoy yo, en el urbano, el trap o el rap”, dice Luyara.
“Yo creo que los comunicadores que tienen un montón de peso y seguidores y fuman marihuana, porque la mayoría fuma y no lo quieren decir, deberían decirlo y estaría bueno que lo hagan visible desde una parte positiva”, profundiza la artista. “Eso va a ayudar un montón a una causa que ya se viene”. Es decir, el discurso tiene que ser no tanto desde una pose al estilo soy re cool, fumo faso y vendo droga, sino mostrando los beneficios personales que puede traer la planta, como a la hora de escribir e improvisar, por ejemplo.
Luyara pone como ejemplo el impacto que pueden tener tales perspectivas positivas viniendo de comunicadores sociales e influencers. Hoy en día, argumenta, la sociedad está tan sugestionada por las redes sociales que a veces una buena campaña en internet sirve mucho más que un estadio lleno de fans. En particular, la rapera no prefiere tales métodos (“No hay como la energía de una persona con la otra, encontrándose para un objetivo”, afirma); pero, con los avances tecnológicos y particularmente en un contexto de pandemia, entiende que el fin justifica los medios.
Luyara Tink por Catalina Serrano
La rapera también contrasta la injusticia de tener tanta gente presa por tenencia de drogas cuando hay tantos femicidas libres con múltiples denuncias previas. “Es una locura lo que está pasando. Tienen preso cinco, seis, siete años a un pibe por cultivar una planta, y un pibe con cinco, seis, siete denuncias y una perimetral va, sale, y mata en dos días. Hay que ver dónde están enfocados los sectores en hacer justicia, y cómo”. Asimismo, Luyara destaca que, muchas veces, estas personas presas por cultivar están muy lejos de presentar un peligro para la sociedad. Es “gente que planta en su casa, que consiguió hacer un aceite para su hijo, que consiguió poder plantar y relajarse”.
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También, trae a colación el aumento de problemas de salud mental, como ataques de pánico o ansiedad, que están viendo las generaciones más jóvenes en los últimos años. Luyara cree firmemente en el poderoso efecto de la marihuana en la salud mental. Cuenta que, a veces, tiene problemas enfrentándose a la frustración [como todo el mundo], y la planta la ayuda a salir de ese estado y darle para adelante. Ante estas situaciones, comenta, “uno ya viene trayendo todos sus problemas, toda su historia, todas sus cosas. Te fumás un buen porro y sentís algo, decís ‘bueno, ya está: eso lo podemos dejar para atrás, y podemos empezar a hacer un nuevo proyecto’. Yo soy de esas personas: me fumo uno y digo ‘listo, podemos hacer esto, esto, y esto’. Porque, bueno, así soy”.
Fotos cortesía de Luyara Tink
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