Connie Isla, la 'Tanguera Pop', Habla de Arte, Activismo y Cannabis
Connie Isla actúa desde los seis años, pasó por la factoría Cris Morena, explotó como chica de Instagram, usó su llegada para abogar por la causa del activismo vegano y ambiental, escribió un libro y hoy es una cantautora con un exitoso álbum en su haber y con otro en camino.
Y aunque muchxs la conozcan de las redes, y algunx otrx de la TV gracias a su participación en la serie Aliados, tiene una amplia formación en las artes y siempre supo que lo suyo era la música.
Nieta de una profesora de música que le mostraba partituras desde antes de ir a la primaria, hizo comedia musical desde los 6 años. Ya de más grande estudio actuación y producción musical.
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Hoy, con 26 años y una sonrisa indeleble, el arte es se constituye como su vocación. Y el activismo como su propósito. En el mundo de Connie Isla no hay arte sin compromiso social, ni bajada de línea sin placer. Es por eso que cada día cosecha más y más fanáticxs.
De influencer a influyente
Connie es en apariencia una chica perfecta: rubia de ojos claros, sonriente, esbelta, alegre, con voz dulce y linda ropa. El vívido ejemplo de “la chica que todos quieren”.
Usando su ukelele, comenzó a sumar cada vez más seguidores haciendo covers de diversxs artistas, sobre todo del género urbano: así, por ejemplo, se gano ser republicada por el mismo J. Balvin.
Hoy su cuenta, @coisla, cosecha más de medio millón de seguidores.
Pero en su fructífero recorrido por las redes se dio cuenta que ocupar ese lugar no la representaba para nada. Como no le había resultado difícil llegar al corazón de la gente, decidió usar esas herramientas precisamente para difundir el mensaje de que la perfección no existe. Y derribar esa idea tan Instagram de que lo superficial es un fin en sí mismo. Si iba a influenciar, quería que fuera con un propósito.
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Ella siempre había estado comprometida con las causas, tanto animales como humanistas, que consideraba justas. Y lo dejaba entrever, en mayor o menor medida, en su Instagram. Fue parte de la organización sin fines de lucro Buenos Aires Health Save, en la que cocinaban y repartían viandas veganas a personas en situación de calle. Y anteriormente formó el grupo Músicos del Alma, con quienes se presentaron en cárceles.
En 2019, Connie cambió el color de pelo, dejó de hacer covers y radicalizó notablemente su mensaje. Ese año decidió apostar al 100% por su música y su activismo. Y eso, en un mundo instagrammer tan escapista y muchas veces liviano, fue una jugada arriesgada.
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“Pasar de estar con una melena rubia en Bali diciendo ‘Tenés que comer en este restaurant’ a hablar de ambientalismo, veganismo y feminismo, y dejar de hacer covers para empezar a hacer mi música, todo en un mismo año, fue como mandarme al muere. Pero pasó algo muy lindo: la gente dijo que fue hermoso verme crecer y fue creciendo conmigo”, cuenta orgullosa.
“Me han dicho: ‘yo te dejé de seguir, y ahora volví’”.
Pero ella no reniega de la palabra influencer, ni le parece un término peyorativo: “Se le ha adjudicado un peso bastante choto a la palabra influencer y yo creo que influenciar de por sí no está mal. A mí no me molesta para nada y no reniego de que me digan influencer ni instagrammer: Instagram me abrió muchísimas puertas y siento que es una herramienta que, si se usa con buenas intenciones y aprovechando la llegada, puede ser espectacular. Y gracias a Instagram yo puedo financiar mi carrera como cantautora”.
Aún en la inmovilidad, su activismo no descansa: ante la imposibilidad de activar las calles en gran parte del año por culpa de la pandemia, Connie le sacó más que nunca provecho a las redes.
Hace varios meses que está organizando una rifa solidaria mensual a través de su Instagram. En total lleva recaudados casi un millón de pesos. Una de esas rifas fue íntegramente para Buenos Aire Health Save.
Y los canales por los que la activista difunde su mensaje no se terminan ahí: a Connie siempre le gustó escribir, pero nunca se había imaginado que a los 24 años la contactaría Penguin Random House para publicarle su primer libro.
En la primera reunión, ya tenía la propuesta casi cerrada.
“Más Luz x Favor” salió a principios de este año y tiene cuatro capítulos: el primero autobiográfico, el segundo habla de su carrera artística y de sus inicios en el activismo, el tercero es íntegramente sobre veganismo -desde como transicionar hasta preguntas y respuestas típicas- y el último es miscelánea: recetas, tips, recomendaciones de películas y libros.
Además, tanguera
La primera canción de su autoría que se hizo conocida fue “Equidad”, lanzada oficialmente en 2019, que es un manifiesto vegano explícito pero bien al estilo Connie Isla: con mucha compasión y optimismo.
“Queda mucho ir andar pero cada vez nos acercamos más/ Falta amor pero cada vez hay más compasión/ Falta empatía pero cada vez hay más conciencia colectiva/ Falta respeto pero cada vez hay más derechos”, reza su primera estrofa.
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Esa canción, junto a muchas otras, integró lo que fue su primer álbum, Luz y Fuego, íntegramente constituido por canciones propias. Ahí se animó a explorar varios géneros, entre ellos en el hit “Seguís igual”, donde inauguró un registro sobre el que luego volvería y que aparecerá en su próxima placa: el tango pop.
“Hay una frase de Kevin Johansen con la cual me identifico mucho: ‘Nosotros con los géneros somos unos degenerados’. Yo si hay algo que hago con la música es divertirme y seguir mi instinto espontáneo del momento”, explica Isla.
De chica odiaba el tango y hoy le encanta: “Quizás alguien me lea y me quiera matar, pero siempre me encantaron el flamenco y la salsa y para mí tienen un montón de puntos en común con el tango”, reflexiona.
El 2020 iba a ser el año de consagración de la Connie artista. Tenía medio Niceto vendido, todavía a dos meses del show, y una gira nacional e internacional de 25 fechas.
Pero no hay tiempo para lamentarse: Connie planea un vivo a todo trapo para febrero. Y el 2021 será el año de su segundo álbum, del que puede adelantar que habrá varias colaboraciones, entre ellas los adelantos “Yo soy”, junto a Muerdo, y “Brote”, junto a Miss Bolivia.
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¿Y qué música escucha Connie Isla? “Te voy a leer mis likes de Spotify”, dice. Y enumera, con celu en mano: Kevin Johansen, Axel Fiks, Malena Villa, Natalia Lacunza, C. Tangana, Plastilina, Louta, Perota Chingó, Calle 13”.
“Calle 13 son recontra mil inspiración”, dice, confesándose fanática del grupo puertorriqueño.
“Ahora estoy muy en esa, todo en español. Casi no escucho música en inglés, y pensar que yo antes no quería cantar en español”, dice, contenta y orgullosa por el crecimiento y la multiplicidad de artistas latinoamericanxs de los últimos años.
Pero también es clásica: adora a Creedence, Queen, The Who, The Carpenters, The Cranberries, Chuck Berry. “Soy muy muy fan de los ‘60, ‘70 y ‘80”, se define.
Sí a la marihuana
No es un tópico sobre el que hable demasiado habitualmente, pero Isla afirma que “definitivamente tendría que ser legal”.
La cantante consume aceite de cannabis hace mucho tiempo porque la ayuda a dormir bien. “Lo amo”, asegura. Tanto que se lo recomendó a sus padres y a toda la gente que quiere, siempre con idénticos resultados.
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Nunca en su vida tomó alcohol, pero sí fuma ocasionalmente. Incluso antes de empezar a consumir cannabis en alguna de sus formas, siempre estuvo convencida de que había que legalizarlo: “Es una planta muy noble y con demasiados usos”, dice.
Y está informada al respecto: si fuera legal, a Connie le encantaría usar fibras de cáñamo para Vrote, su marca de indumentaria y zapatos veganos. “Acá en Argentina no está legalizado, pero yo que tengo una marca con la que hacemos textiles. ¡El cáñamo es recontra sustentable, de las fibras más sustentables que hay! Y se puede usar como combustible, como textil, como alimento… ¡todo! Es ridículo”.
Connie tiene un perrito que sufre epilepsia (muy querido por la comunidad, llamado cariñosamente “La Rata” por Connie y sus seguidorxs), y ella sabe que cuando la medicación deje de funcionarle (que posiblemente suceda), tendrá que pasarse al aceite de cannabis.
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“¿Y cómo puede ser que yo tenga que estar recurriendo a la clandestinidad para conseguir un medicamento? Y ni hablar de la gente con familiares con enfermedades que pueden tratarse con aceite de cannabis”, piensa indignada.
Lo urgente
El mundo está patas arriba y Connie Isla lo sabe bien. Pocos acumulan grandes fortunas y explotan nuestros recursos mientras los que menos tienen son exigidxs a adaptarse a un mundo que se cae a pedazos. ¿Cómo se construye un activismo vegano que a su vez tenga perspectiva de clase y sea humanista? Connie afirma que no es fácil.
“Si hay algo que he aprendido en mi camino en el activismo es que hay que dejar de lado el ego. Sino se empieza a juzgar en lugar de enseñar. Llamar ‘asesino’ a una persona que come carne es decir ‘Yo soy mejor que vos y vos sos una persona de mierda’, y no es así”, dice.
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Y cita una frase que aparece en su libro, la cual conoce hace años y desconoce el autor, aunque lo buscó incansablemente: “Los animales –y acá podés insertar cualquier grupo oprimido, básicamente- no necesitan que tengamos razón, necesitan que seamos eficientes”.
Dejar el ego de lado y no perder el objetivo: esa es la única clave. Que el ambientalismo y el veganismo sean puertas abiertas, no una pared contra la que chocarse.
“Hubo un momento en el que estaba re de moda bardearse entre activistas. Estamos todxs haciendo lo que podemos. ¿Cuál es el sentido de eso? ¿Realmente vas a venir a marcarle un error a alguien que está haciendo un montón? Me ha pasado de hacer un post sobre veganismo y que las únicas personas bardeando sean veganas”, describe. Connie está de acuerdo con eso que dice que necesitamos más veganos imperfectos que a un par de veganos intachables.
Y llama a sumarse ya, de la manera que cada unx pueda.
Eso es lo más urgente: “El mundo no va a ser vegano mañana: falta un montón, y cuando el mundo sea vegano, sustentable, no existan el machismo ni el racismo, ahí si querés nos recontra ponemos en cada detalle y que todo sea perfecto. Ahora no, hay un montón de cosas que arreglar antes de ver la emisión de carbono del paquete donde viene el tofu”, ejemplifica.
“Ningún acto es insignificante. Todo lo que sume, aunque sea un poquitito, va a sumar. El activismo perfecto no existe, y eso hace que muchos ni siquiera quieran empezar porque sienten que están haciéndolo mal. Hay que animarse”.
Foto de portada por Flor Cisneros
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