Un Poco de Historia: La Cultura del Cannabis en Marruecos y el Cambio en la Industria Legal
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Entre las colinas nebulosas de las Montañas del Rif en Marruecos, una centenaria cultura cannábica está atravesando una transformación profunda. Famoso durante mucho tiempo por su hachís dorado, fumado en toda Europa y más allá, Marruecos ahora camina por la cuerda floja entre la tradición y la regulación, entre el kif y las clínicas.
Este reino del norte de África, que alguna vez fue el principal exportador mundial de hachís ilícito, está tratando de reinventarse como líder en el espacio del cannabis medicinal e industrial legal. Pero el camino no es nada fácil.
Una breve historia sobre el cannabis en Marruecos
La historia del cannabis en Marruecos abarca más de mil años, entrelazando espiritualidad, colonización, rebelión y supervivencia rural. Lo que comenzó como una hierba mística utilizada en rituales sufíes, evolucionó hasta convertirse en la piedra angular de una de las economías de hachís más prolíficas del mundo.
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Los orígenes: Del camino de la seda a las Montañas del Rif
Es probable que el cannabis haya llegado a Marruecos en algún momento entre los siglos X y XV, traído por mercaderes árabes, refugiados andaluces, o a través del contacto con tradiciones persas e indias durante la Edad de Oro Islámica. La planta echó raíces en los fértiles valles y laderas de las Montañas del Rif, una región remota y escarpada en el norte de Marruecos, perfectamente adecuada para el cultivo clandestino.
La planta adquirió rápidamente una gran importancia cultural. Entre los místicos sufíes, el kif se utilizaba en las ceremonias de dhikr (“recuerdo de Dios”) para potenciar la visión espiritual y alcanzar estados extáticos. En las aldeas rurales bereberes, se convirtió en una parte integral de la vida social, compartida en largas conversaciones, música y té de menta. Más que una droga, el kif era una experiencia ritualizada, siempre consumida de manera comunal en pipas sebsi.
Era colonial: Legalización y las raíces del comercio del hachís
A finales del siglo XIX y principios del XX, Marruecos estuvo bajo el dominio colonial francés y español. Las potencias coloniales adoptaron enfoques muy diferentes hacia el cannabis.
En 1917, la administración española legalizó oficialmente el cultivo de cannabis en su protectorado del norte, incluida la región del Rif. Esto no fue una política progresiva sobre drogas; fue una manera de apaciguar a los líderes tribales y mantener el control político. El cannabis fue permitido en ciertas áreas bajo licencia, especialmente en Ketama, que más tarde se convertiría en la capital mundial del hachís.
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Mientras tanto, los franceses fueron más restrictivos en sus zonas del sur, pero la aplicación de la ley fue desigual. La era colonial permitió que el kif prosperara fuera del radar, y los agricultores locales refinaron cada vez más su conocimiento sobre cultivo y procesamiento.
A principios del siglo XX, el hachís marroquí ya comenzaba a cruzar el Mediterráneo, especialmente hacia Francia y España, donde ganó una pequeña audiencia entre bohemios, migrantes y soldados.
Post-independencia: La prohibición y la tolerancia
En 1956, Marruecos obtuvo su independencia del dominio colonial. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno fue prohibir la marihuana a nivel nacional, intentando alinearse con las convenciones internacionales sobre drogas y proyectar una imagen moderna.
Pero la prohibición vino con una enorme salvedad: el cultivo continuó, siendo oficialmente tolerado de manera no oficial en las Montañas del Rif, en gran parte por razones políticas y económicas. La región del Rif había sido marginada durante mucho tiempo por el gobierno central, y el cultivo de cannabis era, a menudo, la única fuente viable de ingresos en el terreno montañoso.
En esta zona gris de tolerancia, el cultivo de cannabis explotó. Lo que había sido una tradición espiritual y social se transformó en un cultivo comercial masivo, contrabandeado a través de Europa por España. Para los ’80 y ’90s, Marruecos producía más de 3.000 toneladas de resina de cannabis por año, según estimaciones de la ONU, convirtiéndose en el principal exportador mundial de hachís.
La ruta hippie y el reconocimiento global
Las décadas de los ’60 y los ’70 trajeron una nueva ola de cultura cannábica a Marruecos. Mochileros occidentales y hippies, viajando por la famosa “Ruta Hippie” desde Europa hacia la India, pasaron por Marruecos y descubrieron su legendario hachís.
Lugares como Chefchaouen, con sus paredes azuladas y su fondo montañoso, se convirtieron en centros de turismo cannábico. Los extranjeros se agolpaban en Ketama por su hachís, a menudo hospedándose en casas locales, ayudando en la cosecha y aprendiendo el arte del kif de los experimentados cultivadores bereberes.
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El hachís marroquí, suave, dorado y potente, se convirtió en un elemento habitual en los coffee shops de Ámsterdam, los cafés de París y los festivales de música británicos. Era una marca sin necesidad de etiqueta.
Represalias y supresión
Bajo la presión de las agencias internacionales de control de drogas, especialmente de Europa, el gobierno marroquí comenzó a realizar represalias periódicas contra la producción de cannabis a partir de finales de los ’90.
Se quemaron campos. Se arrestaron cultivadores. Se promovieron cultivos alternativos como higos y olivos. Pero la dependencia económica al cannabis era demasiado profunda y el terreno montañoso demasiado difícil de controlar eficazmente.
En su punto máximo, se estimó que 800.000 marroquíes, alrededor del 10% de la población, estaban económicamente ligados al comercio de marihuana. Los esfuerzos por desmantelar la industria a menudo fracasaron, lo que condujo al aumento del desempleo, el resentimiento y la migración desde las zonas rurales.
A pesar de los riesgos, el cannabis seguía siendo la fuente no oficial de vida en el Rif.
El cambio hacia la legalización (2021-presente)
En 2021, el gobierno marroquí aprobó la Ley 13-21, marcando el primer reconocimiento formal del cannabis como una industria legal en el país. La ley permite el uso médico, cosmético e industrial del cannabis, alineando a Marruecos con las reformas globales al respecto.
El cultivo legal ahora está supervisado por la ANRAC, y los agricultores registrados deben unirse a cooperativas aprobadas y obtener licencias. Aunque se pensó para empoderar a los agricultores locales y debilitar las redes criminales, su implementación ha enfrentado obstáculos burocráticos, desafíos en los precios y resistencia de los cultivadores tradicionales.
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Aún así, la ley representa un cambio radical en la política cannábica de Marruecos, pasando de represalias clandestinas a cultivos regulados, con el potencial para mercados de exportación y asociaciones farmacéuticas.
¿Qué hace tan única a la cultura del cannabis en Marruecos?
Para entender el futuro del cannabis en Marruecos, es necesario apreciar su pasado. En las Montañas del Rif, el cannabis no es simplemente un cultivo o una mercancía. Es parte del tejido cultural. Conocido localmente como kif, ha sido consumido durante siglos en contextos ceremoniales, sociales y espirituales. El kif se fuma a menudo en una pipa larga y estrecha de madera llamada sebsi, acompañada de conversaciones, té de menta o música. Entre los místicos sufíes, el kif a veces se utilizaba para mejorar prácticas espirituales como el canto y las meditaciones en trance. En los hogares rurales, se convirtió en parte del ritmo de vida, compartido de manera comunal y sin estigma.
Lo que distingue a la cultura cannábica marroquí es el proceso tradicional de fabricación de hachís, que ha evolucionado hasta convertirse en una artesanía especializada. Después de la cosecha, las plantas de cannabis se secan y luego se golpean cuidadosamente sobre pantallas de seda para separar los tricomas. Este fino polvo, llamado kief, se prensa luego utilizando calor y técnicas manuales para formar bloques de hachís. El hachís resultante varía en color y calidad, siendo el icónico “blonde” de Marruecos muy apreciado en Europa por su textura suave y efectos equilibrados.
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Más allá del ritual y la artesanía, la economía cannábica ha sido un pilar de supervivencia para decenas de miles de familias en la región del Rif. Con poco acceso a apoyo estatal o infraestructura moderna, pueblos enteros han dependido del cannabis como su principal fuente de ingresos. Financiaba la educación, las reparaciones del hogar e incluso la migración hacia las ciudades. Para muchos, la marihuana nunca fue una cuestión de rebelión contracultural o recreación al estilo occidental. Se trataba de alimentar a las familias y mantener la dignidad frente al abandono económico.
De esta manera, la cultura cannábica marroquí está profundamente arraigada, fuertemente local y moldeada por generaciones de resistencia. No es solo un legado agrícola, sino una forma de vida vinculada a la tierra, la gente y su memoria colectiva.
La legalización: Un nuevo capítulo
En 2021, Marruecos aprobó la Ley 13-21, que legalizó el cannabis para uso médico, cosmético e industrial. Esta medida fue una respuesta a las tendencias internacionales de legalización y a años de presión de los gobiernos europeos enfrentando el contrabando de hachís en sus fronteras.
El gobierno estableció la ANRAC (Agencia Nacional para la Regulación de las Actividades Cannábicas) para supervisar la industria. Ahora, los agricultores deben registrar cooperativas, obtener licencias y vender solo a compradores autorizados por el gobierno.
Una foto del 2025:
- 5.000 agricultores registrados en el programa de cannabis legal (frente a 430 en 2023).
- Casi 4.200 toneladas de cannabis legal cultivadas en 2025.
- 5.800 hectáreas bajo cultivo legal, pero más de 27.000 hectáreas siguen produciendo ilegalmente.
- El precio pagado a los agricultores legales: 50 dirhams (casi USD 6) por kilo de planta cruda.
- El precio del mercado ilícito para el hachís: 2.500 dirhams (casi USD 280) por kilo.
El desafío: El mercado ilegal sigue dominando
A pesar de la implementación de la legalización, el mercado ilícito sigue siendo rey. La ecuación es simple: el cannabis legal paga migajas. El hachís ilegal paga las cuentas.
La legalización ha traído libertad a algunos cultivadores. Agricultores como Abderrahman Talbi, entrevistado por Reuters, ahora cultivan sin temor a redadas. “La tranquilidad no tiene precio”, dice. Otros, como Mohammed Azzouzi, recientemente recibieron indultos reales por delitos anteriores y están preparando sus primeras cosechas legales.
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Pero muchos cultivadores son reacios a cambiar. La burocracia es densa, los pagos son lentos y los precios hacen que la agricultura legal sea apenas sostenible. Con la demanda de hachís marroquí aún fuerte en Europa, miles siguen comprometidos con el comercio ilícito.
Medicinal, no recreativo
Mientras países como Alemania, Canadá y varios estados de EEUU exploran mercados recreativos completos, Marruecos se mantiene firme: el uso adulto sigue prohibido. Según Mohamed Guerrouj, jefe de la ANRAC, el enfoque del país es puramente farmacéutico e industrial. Hablar de coffee shops y dispensarios sigue siendo una fantasía lejana por ahora.
Aún así, los críticos argumentan que, sin abrir el espacio recreativo, el país no desplazará efectivamente el mercado ilícito. Las restricciones pueden sofocar la capacidad de Marruecos para competir con productores globales como Colombia, Canadá o Tailandia.
El futuro del cannabis en Marruecos
Marruecos tiene la tierra, la historia y la experiencia generacional para convertirse en un líder global en cannabis. Su clima es ideal, su conocimiento agrícola es inigualable y su hachís ha sido considerado durante mucho tiempo como uno de los mejores del mundo.
Pero para que la industria cannábica legal realmente prospere, Marruecos debe enfrentar la desconexión entre la regulación bien intencionada y las realidades en el terreno.
Para avanzar, el gobierno debe simplificar los procedimientos de licencias y asegurar que los pagos a los agricultores participantes se realicen de manera eficiente. Los retrasos burocráticos actuales y los precios bajos desmotivan la transición al sistema legal. Si el cannabis legal debe competir con el mercado ilícito, los agricultores necesitan incentivos económicos que reflejen el valor de su trabajo y producto.
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También puede ser necesario un debate nacional sobre el uso adulto controlado. Aunque el marco actual de Marruecos limita la marihuana a aplicaciones médicas e industriales, abrir la puerta al uso adulto podría ayudar a legitimar más de la economía existente y ofrecer nuevas fuentes de ingresos fiscales y comercio internacional.
Igualmente importante es la preservación de las técnicas tradicionales de fabricación de hachís y el patrimonio cultural. El éxito del gobierno dependerá no solo de su capacidad para regular, sino de su disposición para apoyar a los cultivadores tradicionales y respetar la profunda importancia cultural que el cannabis tiene en el Rif.
Hasta que esas brechas se cierren, Marruecos seguirá en una posición paradójica, produciendo cannabis legal sobre el papel mientras gran parte de su mejor hachís sigue circulando a través de redes subterráneas.
Vía High Times, traducido por El Planteo
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