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Porrerxs Exitosxs: Gastón Suaya – El Fotógrafo de la Crème de la Crème Porteña que se Liberó con la Marihuana

Porrerxs Exitosxs: Gastón Suaya - El Fotógrafo de la Crème de la Crème Porteña que se Liberó con la Marihuana

✍ 1 July, 2023 - 13:05

Este especial fue posible gracias a la Fundación Gabo y el Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre drogas.

Cualquier evento VIP en Buenos Aires puede definirse como bueno o malo dependiendo de si Gastón Suaya estuvo o no. Más conocido como Gato, este fotógrafo argentino es una cara familiar dentro de la alta sociedad porteña; es de esas personas a las que mucha gente lo ama, un personaje con buena energía, conversador, compartiendo una sonrisa y su humor con conocidos y desconocidos por igual. El Gato es un animal social. Pero su vida pudo haber sido tangencialmente diferente. Cuando era pequeño, Gastón sufría del bullying en la escuela, un niño sobreprotegido que creció en el seno de una familia religiosa y que cumplía con las normas tradicionales exigidas por la burbuja en la que creció.

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“Soy un hombre muy argentino; me gusta la carne y el vino. También soy un hombre cannábico, disfruto de la fiesta”, dice Gastón, con una sonrisa de bon-vivant que lo caracteriza. “Pero no siempre fui así. Durante varios años, era muy retraído. En la escuela me hacían bullying por ser diferente al resto del grupo; yo era medio nerd. Me gustaban los juegos de rol y pasaba horas pegado al Playstation. En parte porque me volvían loco mis compañeros”. Gastón estudió en colegios religiosos; uno benedictino y otro del Opus Dei (aquella organización católica fundada por el santo Josémaría Escrivá de Balaguer, fuertemente criticada por sus ex-integrantes y reformada por el Papa Francisco en el 2020). Así era como su madre quería educarlo; un niño tranquilo, juicioso, devoto a la familia y a la religión. Sin embargo, siempre fue un chico creativo y curioso; inevitablemente, su vida se cruzaría con el cannabis.

“Mi mamá se enteró que yo fumaba porque recibió una llamada de la comisaría local; le marcó uno de los agentes a decirle que yo estaba preso por consumo en vía pública”, dice Gastón, riendo con algo de compasión por su madre, señora tradicional y recatada que pensaba que él, el menor de la familia, era el angelito que siempre había querido. “Luego de 12 horas encerrado en un calabozo, me dejaron salir. Ahí en la sala de espera estaba mi madre, llorando. Yo era un nené mimado, sobreprotegido. Ella tenía una idea muy pura de mí y saber que ahora yo tenía un récord criminal en Buenos Aires—y que había sido por estar consumiendo lo que a sus ojos era una droga—lo hacía peor. Ese día dejé de ser el santo que mi madre pensó que yo era. Pero, ¿quién dijo que uno no puede ser un santo y un porrero a la vez?”.

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El Gato ha sido testigo de cómo ha cambiado la percepción global y local sobre el consumo del cannabis y por eso ya no lo mantiene en secreto. “En Argentina mucha gente consume y cada vez se normaliza más el tema”, dice Gastón. “Pero hace 20 años, me agarraban a puños en la escuela por consumir cannabis. Literalmente me golpeaban porque era visto como lo peor que le podía pasar a una familia”. A través de los años, el cannabis ha sido cada vez más aceptado en el país, en parte porque su vecino Uruguay lo legalizó exitosamente y también porque Estados Unidos y Canadá llevan la delantera y han demostrado que se puede hacer industria con la planta. En el 2020, el presidente Alberto Fernández aprobó la ley 27.350 que autoriza el cultivo con fines medicinales y el uso recreativo sigue siendo penado bajo la ley 23.737 (que podría llevar a una condena de hasta 15 años de prisión). Sin embargo, desde el año 2009, gracias a un fallo del Tribunal Supremo, se ha despenalizado el cannabis para uso personal y privado.

Las estructuras patriarcales se fueron extinguiendo con los años a manera colectiva, pero en el caso del Gato, también de forma personal. Fue cuando se graduó del colegio y comenzó a estudiar cine que encontró un grupo de personas con gustos similares a los suyos, amantes de Tarantino y de Kubrick, con los que podía compartir música, filosofías, y varios porros. “El colegio era muy estructurado, había una gran presión judeocristiana. Pero la marijuana me fue liberando de esos moralismos”, dice Gastón Suaya. “Fue muy claro cuando entré a la Universidad y comencé a derribar todos esos prejuicios. Pude ser yo”. Inesperadamente, el verdadero Gastón empezó a caerle bien a mucha gente, y la popularidad del joven fotógrafo comenzó a crecer. Llegó a trabajar con Urko Suaya—familiar suyo—uno de los mejores retratistas que tiene el país. Las puertas comenzaron a abrirse y de repente el Gato estaba siendo contratado para trabajar con grandes marcas o cubriendo eventos de alta alcurnia, capturando a las personalidades argentinas en sus celebraciones.

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Durante el día, comenzó a mezclar el trabajo comercial con proyectos de moda, dejando las horas de la noche para retratar las veladas elegantes y las juergas desaforadas de la Capital Federal. Entre más flashes disparaba, más interactuaba con gente artística, intelectual, y muy bien conectada [hay algo sobre la vanidad o la necesidad de retratar momentos de parranda que convierten a los fotógrafos sociales en los centros de atención], muchos de quienes resultaban ser consumidores de cannabis. Además de su cálida personalidad, las personas quedaban impresionadas con su trayectoria, que incluye haber trabajado con Circus Studio en Milán (uno de los estudios fotográficos de más renombre). Se abrió paso entre la crème-de-la-crème a punta de disfrutar con la intelligentsia de su país; no por nada fue el fotógrafo oficial de la fiesta del Faena District, un desarrollo urbano del excéntrico empresario argentino Alan Faena (una inversión de mil millones de dólares que se tomó cuatro cuadras de Miami Beach).

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“Siento que mucho de la prohibición tuvo que ver con limitar la creatividad [de muchas minorías que venían usando el cannabis, como los grandes jazzistas quienes eran grandes consumidores en los años dorados de Harlem]. Nos hicieron sentir que si la consumías estabas pecando, que era una ofensa para tu familia y que encima te estabas fritando el cerebro”, dice Gastón. “La realidad es que venimos de generaciones que repetían lo que les decían sobre las drogas, sin siquiera cuestionar esa información. Durante años nos ocultamos detrás de la información que circula, pero la mayoría de personas nunca la cuestiona [por miedo a ofender a las instituciones, principalmente las religiosas, que nos gobernaron/gobiernan]”. Las palabras del Gato siempre van cargadas de amor; es el tipo de personas que se ría de sus infortunios (y que encima te hace reír).

Aún se siente la inocencia de aquel chico al que maltrataban sus compañeros de clase, el que se resguardaba detrás de sus juegos y hobbies (Gastón recibió su primera cámara a los 12 años, regalo de su padre). La fantasía y el arte del cine le sirven de resguardo entre fiesta y fiesta. “Me encanta Pulp Fiction y hace poco volví a ver El Gran Lebowski. Son películas sumamente creativas y con una gran estética. Barry Lyndon es otro film donde cada escena es una obra de arte”, dice el fotógrafo, hablando sobre la conexión entre el cannabis y los genios del cine.

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“He visto estas obras cinematográficas varias veces y cada vez las admiro más. Casi siempre lo hago con un porrito en mano. Creo que ese es el único problema que tengo con la planta: me gusta fumar viendo películas, pero muchas veces me relaja tanto que me quedo dormido”.

Ilustración de Gastón Suaya cortesía de Chya Taller

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Santiago Rodriguez Tarditi

ACERCA DEL AUTOR

Santiago Rodriguez Tarditi es politólogo y periodista. Nacido en Colombia, ha trabajado alrededor del mundo con compañías como Monocle (Londres), Parley for the Oceans (NYC), Univision (Miami), Faena (Buenos Aires), y Gestalten (Berlin). Es el editor del libro “High on Design: The New Cannabis Culture” y el co-fundador de Casa Earth, una plataforma que promueve la vida lenta y sustentable.