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Hablamos con El Sidechain, Productor y Director Musical detrás de Khea y Cazzu

Por Lola Sasturain

Hablamos con El Sidechain, Productor y Director Musical detrás de Khea y Cazzu

✍ 27 November, 2020 - 14:41

Martín Kanashiro a.k.a.El Sidechain” siempre fue músico. Oriundo de Florencio Varela, cuando tenía unos 10 años, empezó como muchxs: tocando la guitarra y cantando.

Sin embargo, cuando se dio cuenta que, si iba a grabarse, debía hacerlo él mismo, se enamoró del mundo de la producción.

Y ahí se quedó.

Hoy tiene 29 años, produce y es DJ de Khea, y es director musical y bajista de la banda de Cazzu.

Con su approach musical multidisciplinario, sus diversos roles lo convierten en una pieza fundamental del equipo de trabajo de ambos artistas, figuras clave del trap local.

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También, es dueño de un estudio donde produce, mezcla y masteriza para diversos clientes, por donde pasaron al menos una vez casi todos los nombres pegados de la escena: Duki, Lucho SSJ, Seven Kayne, Toto Ferro, Iacho, Frijo, Midel, Polima, Young Cister, Kinder Malo, YSY A, Ecko, Big Soto, Eladio Carrion y Bhavi.

Entre los productores con los que colaboró, se encuentran Asan, Halpe, Oniria, Yesan, Fer Laflame, Omar Varela, Yael YTBM, Cielo Azul y Bles, entre otros.

Y en este año que tuvo un poco más de tiempo y no anduvo girando por escenarios, se estuvo dedicando a su propia música.

A la hora de construir un track, alterna entre sus conocimientos de técnico de grabación, producción y también de beatmaker. Usa todos los recursos que tiene: puede mezclar guitarras con beats digitales y samples, emplear diversas técnicas de grabación, colaborar tanto con músicos como con productores. “Para mí, vale todo, ya que en la música no hay reglas”, cuenta el productor.

Del dubstep al trap

El Sidechain remonta sus inicios en la música urbana junto a Omar Varela, de Mueva Records y productor de algunos de los hits más emblemáticos del género como Loca (Khea) y Chapiadora (Cazzu), entre muchísimos otros.

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En su momento, cuando Martín apenas pasaba los 20 y Omar era un adolescente, los unió el dubstep.

“Hago música con él desde chico. Yo estaba muy metido en el dubstep y él producía dubstep. Así nos conocimos. Se quedaba semanas a dormir en mi casa cuando todavía iba a la escuela y su mamá pensaba que yo era la peor influencia del mundo.  Nos quedábamos nerdeando toda la vida y obviamente todas esas nerdeadas fueron mucho más importantes que ir a la escuela”, cuenta contento y orgulloso.

Foto: Lisandro Back

“Siempre aprendí mucho más con los colegas, juntándome a nerdear toda la noche que yendo a algún curso. En el mundo de la música, lo social es todo. Nadie nunca te va a pedir un currículum de nada”, dice.

“El Chino”

El Sidechain es una técnica de compresión utilizada mucho en la producción musical, sobre todo en la música dance. Pero su apodo no viene solo de la “nerdeada”, sino que es un juego de palabras: “Me decían ‘El Chino’, después ‘El Chain’ y, cuando me tuve que hacer un Instagram, me pareció gracioso porque combina lo que hago con mi apodo de chico”, explica.

Martín Kanashiro no tiene nada de chino sino que es nieto de japoneses, pero que le digan “El Chino” lo tiene sin cuidado.

“Acá, si tenés ojos rasgados, sos chino. Cuando era chiquito corregía, pero después me fue chupando un huevo. Ahora me presento como ‘El Chino’ y listo”.

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Tuvo una crianza muy criolla y, en su casa, siendo sus padres primera generación nacida en Argentina, no se hablaba japonés.

Hoy, aprenderlo es una cuenta pendiente, así como interiorizarse más en esa cultura. “Ya hacía inglés y mis viejos me preguntaron si quería estudiar japonés y les dije que ‘no’. Yo quería tocar la guitarra”, cuenta.

Hombre Orquesta del Trap

El Sidechain es parte de la escena urbana desde mucho antes de que tuviera la relevancia que tiene hoy. Vivió desde adentro y fue parte activa de la profesionalización del trap: cómo estrellas de Internet en ascenso se convirtieron, en pocos años, en lxs artistas más convocantes de Argentina.

Esta parábola trajo consigo la necesidad de muchos cambios en lo musical. “Al principio, cuando en su mayoría eran bolicheros, a quienes compraban el show solo le importaba que la gente esté saltando. Los sistemas de sonido no daban demasiado para jugar ni nada. Pero en festivales ya es distinto, no se puede boludear”, explica.

Anteriormente, las cosas se hacían como se podían, como se sabía y con el presupuesto que había. Ahí, su cualidad de trabajador multipropósito de la música se fue afianzando. La palabra clave en su trabajo parece ser ‘orden’: “Antes, las canciones se sacaban así nomás. Muchos proyectos estaban perdidos. Tratar de que todas las instrumentales hechas por 20.000 productores diferentes suenen coherentes a la hora de sonar en vivo”, recuerda sobre esas épocas.

Con Khea son muy amigos y trabajan juntos desde esos inicios bolicheros, mucho antes de que el trapero se convierta en una estrella. Su forma de colaborar fue mutando a medida que el proyecto crecía. Hoy trabaja principalmente en el vivo: arma los proyectos, le tira las pistas, hace coros y toca la guitarra. Sí, todo eso.

Con Cazzu toca el bajo porque le gusta tocar instrumentos. Pero su rol principal es el de director musical. ¿Qué hace como director musical? Está encargado de amalgamar todas las piezas de la banda.

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“Soy al que van a apuntar si algo sale mal”, cuenta riéndose.

Su rol es elegir los músicos, ordenar los ensayos y hacer que todo siga una misma línea. “Soy un poco como un DT”, ejemplifica. “Por suerte, los pibes se tocan todo y una vez que me entendieron el flash, va solo”.

Del jazz al hip hop

Después de trabajar día y noche para otrxs artistas con proyectos muy grandes, recién esta cuarentena El Sidechain pudo ponerse a hacer, nuevamente, música por amor al arte.

“Estoy todos los días haciendo música, pero nunca algo en donde yo sea el último juez”, cuenta sobre la tarea de trabajar de producir para otrxs.

Durante este 2020 aprovechó para hacer sus propios tracks y colaborar con artistas online; muchos proyectos que está ansioso por terminar y lanzar. “Que esté ahí colgada en Internet y, si alguien tiene ganas de escucharla, que la escuche”, sentencia, sin muchas más pretensiones.

Nate y Gamey son los temas que ya pueden escucharse en todas las plataformas. “Es música instrumental bastante alejada del trap. Sí tiene mucha relación con el hip hop y la música negra”, describe.

Y se confirma con una escucha: Nate  es un caos organizado con una vibra que remite mucho más a los célebres lo-fi hip hop beats to relax que a Khea o Cazzu. Y Gamey, donde se pueden identificar mucho más fácilmente los instrumentos tradicionales, es un jazz muy 2020.

En ambos temas colaboró con diferentes artistas que aportaron su ejecución y sus instrumentales.

El jazz y el hip hop son lo mismo, vienen del mismo lado. Uno de los discos que más me gustan de esta década es To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar y eso es jazz, aunque haya una persona rapeando. En mucho de lo que se considera hip hop los instrumentales son en realidad jazz moderno”, elabora.

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¿Y qué tiene que tener un track para estar buenísimo? “Es muy intuitivo. Yo me guío por si me gusta o no me gusta. Uno aprende a confiar en su gusto”.

La clave, dice,  es no ser tan apegado.

“Cuando era chico sentía que siempre tenía que sacar la masterpiece del año. Ahora no: ahora sacás temas. Uno aprende a decir ‘esto está bien’”.

La música, el porro y el silencio

A la hora de producir (y más si son sus propios tracks), le encanta fumar marihuana.

¿Es el porro un buen compañero para el trabajo nerd de estudio? “Recontra”, asegura.

Y sigue: “Pero depende de qué trabajo. Cuando es creativo, me encanta. Si es algo más sistemático y tengo que ser ordenado, tal vez mejor no. Por ejemplo, cuando estoy editando algo o cuando tengo que ser ordenado con un proyecto grande”.

“Trabajo con mucha gente y, si abrís mi carpeta que se llama CLIENTES, hay una bocha de nombres. Si estoy re loco y pongo una carpeta dentro de otra, andá a encontrarla después. Así que una vez que veo que está listo todo eso, ahí me fumo uno y arranco a gozar un rato”.

Kanashiro cuenta que tardó años de experiencia en calibrar la relación entre trabajo y porro.

Cuando empezó, le pasaba que, estando fumado, se enamoraba de cosas que había hecho y, al día siguiente, le parecían una basura.

Hoy aprendió y logró invertir esa relación: “Al principio tenía miedo de estar fumado y desperdiciar una noche de laburo y, con el tiempo, fui adquiriendo experiencia y ahora creo que al contrario, me eleva”.

A la hora de tocar con otros, o de enfrentarse a un gran estadio, la situación es otra: “Con Khea he tocado muy loco en fechas grandes y estuvo buenísimo. Pero llega a salir una cosita mal y no me quiero imaginar estar fumado”, se imagina entre risas.

¿Y qué le gusta escuchar cuando está re loco? El Sidechain aclara que le gusta mucho esa pregunta, porque ahora elige bien los momentos para escuchar música y cuando lo hace, le gusta hacerlo bien. Va a su estudio, se sienta en el medio de los parlantes, se fuma uno y viaja con la música.

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“Por suerte tengo un paladar bastante amplio”, dice.

Últimamente estuvo escuchando mucho a Arca, sus primeros discos. “Es una locura, tengo un respeto enorme”.

Pero también puede pasar del jazz súper chill al pop ultra comercial.

El trabajo de productor no le impide disfrutar de la música, pero hoy también disfruta mucho del silencio. No le gusta llegar saturado de música a trabajar.

“Antes escuchaba música todo el día, haciendo las cosas de la casa, en el bondi, en el auto. Ahora, si estoy en el auto, me gusta escuchar el auto”, cierra.

Foto de portada: Julieta Mendez

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ACERCA DEL AUTOR

Entrevistadora y editora en El Planteo, Lola Sasturain es periodista cultural, DJ y guionista.

Puedes encontrar sus notas en Página/12, VICE y, por supuesto, en El Planteo.

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