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Una Inmersión Profunda con Psilocibina Durante la Pandemia

Pajaritos y Violines: Una Inmersión Profunda con Psilocibina Durante la Pandemia

✍ 7 June, 2020 - 11:55

Por Bett Williams.

El 4 de febrero, en un círculo de mujeres en México, bebí 7 gramos de té de hongos de psilocibina y vi el virus en el espacio psicodélico. Era igual a las imágenes que vi semanas después, pero en ese momento no sabía qué era. Era sólo una enorme geometría orgánica circular rosa, roja y naranja, que rodó en mi campo y se apoderó de todo, una rueda de fortuna pero más floral, con formas de lágrima alrededor del centro, y en el interior había criaturas élficas femeninas embrionarias. La energía de su campo de fuerza me atravesó y bailé en el suelo, sacudiendo las piernas y moviendo mis manos hacia el cielo.

“¡No sé lo que se supone que tengo que hacer!”, grité fuerte.

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Jess Grotfeldt, la anfitriona, me convenció para que volviera a la manta. Me había movido una cierta distancia, aleteando como un pez. En la forma circular gigante que giraba sentí a Brasil, a Asia, y luego a todas partes.

Esto fue antes de que el virus fuera un tema. Mi compañera Beth me envió un mensaje de texto al respecto, diciéndome que consiguiera algunos barbijos para el vuelo a casa. Lo hice, pero sólo para tranquilizarla. Cuando tuve una pesadilla sobre cadáveres de extraños dispuestos en filas en una acera, Beth sugirió que podría tener algo que ver con el virus. Pensé que estaba siendo ridícula.

La rueda gigantesca era todo lo que sucedía, y a su alrededor todo era oscuridad. Almas y elementales volaban de un lado a otro, era una carretera de lxs muertxs y tal vez no muertxs, no estoy segura. Durante el viaje, pensé en un amiga que estaba en coma. Quizás mi trabajo era ayudarla a morir, o a no morir. En este reino era la guardiana de tránsito frente a una escuela primaria, pero una guardiana payasesca incapaz de ver la encrucijada y que no sabía para dónde mandar a nadie, así que en mi no saber, simplemente bailaba.

“¡No sé lo que se supone que tengo que hacer!”

Nada ni nadie parecía entender que esta era una pregunta real; con respecto al virus y a la emergencia e  mis recientes viajes de hongos en general. La cosa era ambivalente ante mis esfuerzos. Yo era un parpadeo intrascendente. De alguna manera sabía que no debía tratar de hacerme la inteligente y comprometerme con eso. Era algo para ser respetado, este nuevo extraño en la escena. Quédate en tu carril, niña, y reza por el bien.

Tres meses antes de la ceremonia donde vi la cosa-virus, estaba tomando hongos en un bosque de Aspen. Acababa de leer The Overstory de Richard Powers, un libro que es una experiencia disociativa sobre la forma en que los árboles se comunican con el ecosistema, incluyendo los humanos. Acudí hacia los hongos con la intención de conversar con los álamos del bosque. Como hey, ¿cómo van las cosas en tu mundo?

Llevé almuerzo, chocolate, copal y tabaco, y a un joven amigo que conocí en la pista de skate. Su abuela acababa de morir, y cuando los hongos hicieron efecto, pasé gran parte del viaje acompañándolo mientras lloraba. Más hacia el final, dirigí mi atención a los álamos.

Formulada mi vaga pregunta, respondieron con un aterrador y vertiginoso silbido. Todxs estábamos en un alud juntxs desde lo alto, deslizándonos hacia el polo sur, todxs juntxs en una reorganización monstruosa, como un terremoto o un colapso del mercado de valores, pero esta reorganización estaba operando en todos los niveles atómicos. Era un sentimiento jodidamente ajeno, y no podía soportarlo.

“No estás preparada”, escuché que me decían los álamos, mientras me sacudía para llegar a un estado de sobriedad.

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En ese momento circulaban artículos sobre cómo teníamos que ir al bosque, tomar un montón de hongos y hacer duelo por el cambio climático. Yo entendí mejor. Los bosques tienen límites. Están bien en su propio mundo. Está en todos los cuentos de hadas, unx viajerx desorientadx ingresa al mundo espiritual de una cosa no-humana sin poner en práctica el protocolo adecuado y ahí irrumpe el peligro: terminará siendo el blanco de las burlas, o perdido. Estar preparadx, siguiendo tu propio camino a través de la práctica, es como muestras respeto. Así es como FUNCIONAN las cosas.

A menudo hago las cosas mal porque a mi ego le gusta el drama de fingir que no me acuerdo de cómo hacer las cosas bien. Prefiero sentirme mal conmigo misma a hacer el trabajo duro. Utilizo todo tipo de propaganda para reforzar mi pereza: no se me permite, unx maestrx necesita mostrarme, no estoy lista. “Sentirse mal contigo mismx es un egotrip y una pérdida de tiempo”, escribí en un libro hace mucho tiempo. Hizo falta una pandemia, pero creo que finalmente me estoy cansando de eso.

Hablé por teléfono con Jess, del círculo de mujeres. Compartimos historias que escuchamos sobre varias escenas grupales de hongos que salían pésimo, especialmente en los últimos tiempos: lesiones, violaciones de límites y múltiples instancias de purga incontrolable (un efecto secundario que nunca he asociado con los hongos en todos mis años de usarlos). Si quieren mi opinión, creo que es una posesión de entidad; un espíritu de nuestro inconsciente reprimido que busca la unidad, la integridad, porque estamos desequilibradxs como colectivo en cuanto a cómo nos acercamos a los hongos en este momento (demasiado capitalismo, pero esa soy yo nada más).

Trato de no juzgar cómo otras personas abordan sus experiencias con hongos, ya que esto es un detrimento de mi propia práctica. Sin embargo, es la naturaleza del camino en la medicina vegetal, incluso con el herbalismo simple: la forma correcta para cada persona aparece con el tiempo.

Jess y yo trabajamos de acuerdo con lo que llamaré las viejas formas. Si hay un fuego sagrado, uno en el que es mejor no tirar la colilla del pucho, eso es viejas formas. Si le cantas al agua, son viejas formas. La ceremonia es un contenedor para el mundo espiritual, uno donde ocurren actos de reciprocidad. Una ceremonia de hongos realizada de esta manera puede dar una gran perspectiva personal; también puede usarte para sus propios propósitos que pueden no tener nada que ver contigo. No siempre eres lo más importante que está pasando: nuevamente, viejas formas.

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En su artículo de Chacruna, “Las cinco fases de la iniciación psicodélica“, Jessica L. Nielson me tilda como la Psiconauta Agotada, a un paso de la Psiconauta Veterana. Hace tiempo que pasé las fases de Buscadora de Experiencias, Paciente y Mesías Psicodélica. Soy una Agotada autodiagnosticada porque estoy en un impasse.

Ser testigo de gente haciendo las cosas de manera inadecuada es algo que no puedo dejar de ver, mientras que al mismo tiempo no tengo idea de lo que estoy haciendo, sólo estoy empezando a comprender mi papel y albedrío dentro de las complejidades del espacio psicodélico. Me siento honrada de que se me exija responder por todas las cosas que no sé. No puedo quedarme en esta zona para siempre, los espíritus perderán la paciencia conmigo. No estoy teniendo experiencias negativas, solo se me está haciendo difícil recordar para qué estoy.

Siguiendo el círculo de mujeres, Jess tuvo una experiencia con extraños que se volvió muy oscura. Se estaba cuestionando incluso si continuar en el camino. Acudió a los hongos en la ceremonia y pidió ayuda.

“Ha sido un momento tan confuso para nosotras”, me dijo por teléfono, un mes después de nuestro círculo. “Sigo preguntando si hay algo que debería hacer distinto. Me siguen diciendo lo mismo: mantenlo simple“.

“¡Eso es exactamente lo que me dicen a mí!”, dije, feliz de que una hermana sabia recibiera el mismo mensaje. Mantenlo simple, mantenlo limpio, dicen.

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No contemplo el pensamiento mágico hasta el punto de creer que grandes cantidades de personas tomando hongos mal causaron una pandemia, pero…

  1. Esa sería una novedad en términos de teorías de conspiración.
  2. Como colectivo, hemos estado viviendo vidas totalmente desequilibradas con respecto al ecosistema. Cómo tomamos hongos es un microcosmos de nuestra relación con todo, especialmente con la Tierra. Todas nuestras acciones son un holograma colectivo de ajustes del que nadie está exento.

No es de extrañar que la mayoría de mis amigxs no tengan ganas de tomar psicodélicos en este momento. Es como estar en Lubbock durante el Great Dust Bowl, cuando está oscuro por la tarde; es difícil no pensar que Dios está enojado contigo.

El Covid-19 es una ceremonia. Es una dimensión liminal y precaria donde el cambio se mueve como mercurio en una habitación tranquila. El tiempo no es lo que era. Estamos recibiendo pistas sobre cómo vivir desde reinos invisibles. ¿Puedes sentirlo? ¿Cómo nos estamos convirtiendo en algo más en diálogo con la catástrofe? Hace poco escuché a alguien describir la ceremonia como un “reino sin error”. Cumplimos con esa ley al quedarnos en casa, usando máscaras en público, manteniendo distancia de 2 a 3 metros, mientras separamos la paja del trigo. Nunca hemos estado aquí antes. La ceremonia se trata de despertar en este momento. Eso es todo.

Mis días de hacer intencionalmente las cosas mal tienen que terminar. Aquellxs de nosotrxs que vivimos en pareja sabemos esto, especialmente cuando nos aprovisionamos de alimentos, vaciamos el lavaplatos y regamos las plantas, sólo para encontrarnos con esa letanía de cuarentena: “¡No lo estás haciendo bien!”

Una y otra vez, todxs nos decimos entre nosotros: “¡No lo estás haciendo bien!”

Al final, es más fácil hacer las cosas bien.

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Pongo los ojos en blanco ante los memes y los artículos que dicen que esta pandemia es un buen momento para tomar psicodélicos, ¿porque estás aburridx, deprimidx y solx? Sin duda, muchas personas están experimentando con hongos por primera vez. Estoy segura de que la mayoría de lxs principiantes de corazón delicado encontrarán bien su camino. Es esta vieja Psiconauta Agotada la que está teniendo dificultades.

Tenía la intención de realizar una ceremonia más cerca del principio la cuarentena, pero cuando se acercaba el día no lo sentía. Dejar de consumir comestibles de porro y rapé de tabaco, ayunar, pausar las redes sociales y escribir mis sueños son cosas que he hecho en el pasado para prepararme. Aparte de dejar el tabaco para la “Cuaresma”, fallé en todo lo demás. Convertí todas estas cosas en DEBERES y azoté a mi psique con cada fallo en mi disciplina. La mayoría de nosotrxs estábamos siendo demasiado durxs con nosotrxs mismxs, así que no me sentí tan mal por eso.

Repetí el proceso para intentar llegar a una ceremonia de hongos dos veces. Finalmente, me di cuenta de que la única forma de salir de esta situación de Escuela Católica era dejar de lado las austeridades y rituales por un tiempo. Necesitaba contemplar la intención de raíz. Las disciplinas y los rituales se vuelven huecos tan fácilmente. Nos permitimos no verlo.

¿Quiero hacer un viaje durante una pandemia? No particularmente. Mi mayor preocupación es mi propio potencial para los delirios de grandeza, fantasear en mi impotencia con poderes que no existen. Ese pensamiento, sin embargo, es una defensa contra la verdad; he forjado una relación con los hongos de ya casi diez años. Es mi práctica. Es lo que hago.

Llegó la hora de llevar las cosas al siguiente nivel y prepararme.

Ayunar

El hongo es una entidad. Ingerir un hongo es encontrarse con esta entidad. La entidad no es un ser humano, sino un hongo hecho de compuestos orgánicos. Es un terreno abierto entre ambas químicas combinadas donde tiene lugar la relación. Suelo estar involucrada en una tormentas de fuego bioquímica de varios tipos: las ideologías, el entretenimiento, los delirios de grandeza y los dramas personales alteran la química del cerebro y se convierten en adicciones. La comida es una droga, y luego están las otras drogas.

Conociéndola ya de antes, puedo dar fe del hecho de que es más inteligente que yo, más elegante, creativa y capaz de resolver la mayoría de los problemas, así que sí, es intimidante. No veo esta entidad a menudo, así que quiero aprovecharla al máximo cuando lo haga. Tampoco voy a llegar nerviosa y enojada por algo que leo en internet; no la voy a aburrir con mis pequeñas frustraciones. Siempre me atrapa y me muestra lo que realmente está sucediendo al fin y al cabo. Tampoco quiere que me doblegue y sea pasiva. Le gusta que participe. Esto no es posible si tomo la forma de unx sirviente.

Sin embargo, un hongo no puede quemar copal, tirar tabaco o cambiar la música, así que cuando me dice que haga estas cosas, obedezco. Llegar a la entidad en un estado despoblado siempre es mucho más difícil de lo que creo que será. Las veces que lo logré fueron principalmente por accidente.

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Comprometerse a alejarse de las redes sociales, las sustancias psicoactivas y ciertas comidas por un período de tiempo, al menos cuatro días, brinda un rayo de esperanza de poder encontrarme con la entidad con cual sea el remanente de atención que me quede.

Presentarse con la cabeza despejada es educado.

Luego están las malas noticias: la química del cerebro no se equilibra de la noche a la mañana. El cambio requiere duración, por lo que todos estos comportamientos tienen que cambiar durante un buen período de días para que importen. Ayunar por hasta cinco días ha sido mi herramienta más poderosa. Acelera el proceso de limpiar la basura mental y física. Tomo agua y té de jengibre/cúrcuma con mantequilla y aceite de coco. Si necesito energía para completar una tarea, la suplemento con aguacate u otros alimentos grasos saludables. Lamo la sal de mi palma. Cada persona es diferente en términos de lo que su cuerpo necesita durante un ayuno. Algunas personas tal vez no deberían ayunar en absoluto, como las que tienen problemas de salud específicos o antecedentes de trastornos alimentarios.

Lo único que sé es que para mí habrá hambre, sufrimiento sagrado y pájaros tocando violines.

Rezar

Le mandaré algunas postales a la entidad antes de que nos veamos, para informarle que estoy pensando en ella, aunque prefiera el humo de copal y enebro antes que mi escritura. He comenzado a construir un muro de piedra para un fogón. Algunos días me visto para ella. Quizás finalmente aprenda algunas canciones. Ya sea plantando semillas o colgando un collar que ya no uso en la rama de un árbol, estos gestos adquieren una capa de resonancia cuando su intención es dar ofrendas al mundo espiritual, con el que los hongos están tan entrelazados. Intentaré recordar ser específica cuando diga en voz alta todas las cosas que quiero para mí y para mis allegadxs, pero sobre todo rezaré caminando, bailando y moviendo rocas.

Beth está haciendo máscaras: un rezo de lo más perfecto. Su medicina es el LSD, por lo que no viajará conmigo cuando llegue el momento, pero probablemente acompañará, vigilará el fuego y horneará un pollo que comeremos después.

Limpiar la casa

Esta no es una limpieza ordinaria; tendré que fingir que soy otra persona para hacerlo bien. Puede llevar varios días. Termina con sal en las esquinas y humo de enebro y copal en todas las habitaciones.

Una mañana me despertaré y los hongos habrán encontrado la manera de responderme. En un sueño, una sensación corporal, en el interior de las cosas, dirán: “¡Hola!”

Contestaré: “¡Hola! Entonces, ¿estoy lista?”

“¿Que estas esperando?” dirán.

¿Estaré en un buen lugar mental? Ya no tengo ni idea de lo que significa eso, pero al menos estaré preparada. Mantenlo simple, mantenlo limpio, dicen los hongos. Haré lo mejor que pueda, Dios sabe que tengo tiempo.

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Bett Williams es la autora de la novela Girl Walking Backwards y de las memorias “The Wrestling Party”. Ella y su compañera, Beth Hill, producen “No Cures, Only Alchemy”, un podcast sobre psicodélicos y cultura, por el cual recibieron el Maker’s Muse Award de la Fundación Kindle en el 2018. Bett vive en Nuevo México, donde apoya a escritorxs, artistas, y otrxs a través de la organización de retiros privados, residencias y eventos de acuerdo con el espíritu del micelio. Su nueva memoria “The Wild Kindness; A Psilocybin Odyssey ”saldrá en Dottir Press en septiembre.

Vía DoubleBlind, traducido por El Planteo.

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