Sarah Silverman Recorre el Paraíso de la Marihuana Legal Neoyorquina en The Daily Show
En el bullicioso corazón de Nueva York, la comediante Sarah Silverman fue invitada como presentadora a The Daily Show y se embarcó en una misión exploratoria que en un pasado no muy lejano habría parecido un sueño descabellado.
“Y he vuelto a Nueva York, donde la marihuana es legal“, exclamó Sarah Silverman, con la voz teñida de la misma incredulidad que probablemente sintieron muchxs neoyorquinos. “Tienen tiendas, tiendas con marihuana”.
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El paisaje urbano ha evolucionado: donde antes la venta de marihuana era un baile clandestino de llamadas telefónicas en voz baja y entregas a escondidas, ahora la marihuana está en vidrieras tan comunes y acogedoras como cualquier fiambrería de la esquina. Sin embargo, como descubrió Silverman, la lealtad en la Gran Manzana es un barco resistente, que no se deja mecer tan fácilmente por las olas del cambio.
Sarah se acerca a un grupo de gente en la calle y les pregunta “¿Fuman marihuana? ¿Ahora la compran en los dispensarios o siguen…? ¿Son fieles a sus antiguos dealers?”.
La transición de la marihuana de los callejones oscuros a las vidrieras luminosas no ha sido sencilla. Uno de lxs entrevistados, con un walkie-talkie o handy colgado en su cadera, detalló el estado híbrido de la compra de marihuana: parte vieja escuela, parte nuevo mundo. Fue aquí, en este limbo de la legalidad, donde brilló el lado cómico de Silverman, que utilizó un walkie para emitir un falso aviso sobre el retraso de un colega debido a… problemas digestivos.
Luego, en su búsqueda de alguien que la acompañe a fumar, Sarah Silverman aterrizó en uno de los dispensarios legales nuevos de la ciudad, el Union Square Travel Agency, un lugar donde la compra de marihuana imitaba la estéril coreografía de concertar una cita en un bar de genios.
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Aquí, Paul Yau, cofundador y CEO, compartió el alentador dato de que las primeras licencias se concedieron a personas que habían estado encarceladas por un delito que ahora es un comercio legal.
Sarah Silverman recordó sus días de neoyorquina novata, cuando compraba su marihuana a un traficante en un “Toyota Yaris” y se veía obligada a soportar los demos del grupo musical del dealer por el precio de la marihuana. Ahora, el mercado no cuenta con dealers, sino con profesionales que ofrecen una experiencia personalizada.
En el dispensario, Sarah le pidió a una empleada algo que le dé un subidón que se sintiera como ser “acunada como un bebé por un hombre de 4 metros”, a lo que una de las empleadas de la tienda aseguró: “Tenemos algo para eso”.
La conversación dio un giro surrealista cuando Sarah Silverman, siempre provocadora, preguntó por métodos de uso de marihuana no tradicionales. Su pregunta fue respondida con la discreción del gerente y un recordatorio de que, en esta nueva era, incluso lxs proveedores de colocones están frescos como lechugas.
No sólo se había transformado la experiencia de compra, sino que las razones para darse un capricho habían pasado del ocio al autocuidado. “Me ayuda con muchas cosas, como la ansiedad”, explicó un cliente. Sarah Silverman coincidió: “Es como si fumaras marihuana y te dieras cuenta de que nada de lo que te preocupa importa”.
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Sin embargo, a pesar de que la mercantilización de la marihuana había alcanzado picos de esplendor, con la venta de variedades de marihuana a precios exorbitantes, Silverman basó la conversación en la realidad. Señaló la amarga ironía de que mientras unxs se beneficiaban, otrxs sufrían en prisión, por lo que ahora se ha convertido en una empresa lucrativa y legal. “Sería estupendo que hubiera un intercambio radical de riqueza con personas que han cumplido condena por algo con lo que ahora lxs políticos ganan millones”, reflexionó.
Al final, el viaje de Sarah Silverman culminó con una mezcla sativa de un fumadero, cuando compartió un porro con un tipo que encontró fumando marihuana en una plaza de Nueva York y que no había adquirido su mercancía en los dispensarios nuevos, sino en los viejos rincones de la ciudad.
Mientras el humo se elevaba en el aire, la comediante reflexionó sobre la naturaleza del amor, ya sea el de un perro o el de un amigx, concluyendo que quizás, en el gran tapiz de la vida, no importa de dónde venga el amor, o la marihuana, siempre que se comparta. “Mi perro es amor”, reflexionó Silverman, con una sonrisa en la voz. “El amor hizo un desastre en la alfombra, y todo es amor”.
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Esta narración, una mezcla de citas directas y prosa descriptiva, pinta un vívido tapiz de la exploración de Sarah Silverman de la marihuana legal en Nueva York, manteniéndose fiel a la esencia de su ingenio y la profundidad de su conversación en The Daily Show. Hace honor al espíritu de su diálogo, proporcionando al lector un relato atractivo de su búsqueda, mientras navega por las complejidades de una sociedad en transición.
Vía Benzinga, traducido por El Planteo
Imagen vía Benzinga
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