5 Razones Por las que es Más Seguro Usar Ibogaína en Entornos Hospitalarios para Tratar la Adicción
Revisado por el Dr. Bruno Rasmussen Chaves
La ibogaína es una sustancia extraída de la raíz de la iboga, un arbusto que crece en África occidental. Durante miles de años, ha sido utilizada por las culturas autóctonas para rituales de sanación. Desde los años sesenta del pasado siglo, se ha desarrollado una serie de estudios, tanto en animales como en seres humanos, que han demostrado sus propiedades para reducir el síndrome de abstinencia a opiáceos y otras sustancias que producen adicción.
La evidencia científica actual confirma que la ibogaína presenta efectos potencialmente útiles para tratar la dependencia química, debido a lo cual diversas clínicas a nivel mundial han comenzado a ofrecer este tipo de terapias. No obstante, es preciso tener en cuenta que se trata de un fármaco con un alto nivel de toxicidad y que su ingesta irresponsable conlleva riesgos en el paciente que pueden significar, incluso, la muerte. Es por este motivo que resulta fundamental, para garantizar su seguridad, que el suministro de estos tratamientos se realice en ambientes dotados de una infraestructura y un equipo de profesionales aptos, según los estándares de la medicina moderna.
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A continuación, presentamos cinco razones por las cuales los tratamientos contra las adicciones basados en la ingesta de ibogaína deben realizarse en entornos hospitalarios.
- Necesidad de realizar la intervención en un entorno seguro y legal, con el material médico y la infraestructura necesarios
- Necesidad de realizar exámenes médicos y psicológicos previos para determinar contraindicaciones
- El entorno hospitalario contribuye a la preparación física previa a la sesión
- Realizar la sesión en un entorno hospitalario permite el adecuado seguimiento por parte de profesionales de la salud para evitar o reducir los efectos colaterales de la ibogaína
- Necesidad de un seguimiento terapéutico posterior a la sesión para integrar el tratamiento y evitar recaídas
Necesidad de realizar la intervención en un entorno seguro y legal, con el material médico y la infraestructura necesarios
La ibogaína ejerce su acción directamente sobre el Sistema Nervioso Central, provocando efectos físicos y psicológicos sobre el organismo. Su alto nivel de toxicidad lleva consigo algunos peligros asociados a la dosis y al contexto en el que se realice la ingesta. Es por este motivo que resulta central que las sesiones se realicen en un ambiente ameno y capaz de garantizar contención al paciente. Éste debe contar con una infraestructura adecuada (instalaciones amplias y limpias), así como con los materiales médicos necesarios (aparatos de monitoreo cardíaco y desfibriladores) para que el tratamiento sea seguro.
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Resulta de gran importancia, además, que el centro en el que se realice la sesión adhiera a los códigos éticos y a los protocolos médicos establecidos. Algunos proveedores suelen ofrecer estas terapias de forma clandestina e ilegal en contextos no regulados, lo cual conlleva riesgos considerables. Cabe considerar que, a nivel internacional, el uso medicinal de la ibogaína se encuentra prohibido en varios países. Las terapias asistidas por esta sustancia para tratar pacientes con adicción son legales, sin embargo, en algunos países latinoamericanos. En México, por ejemplo, existen varios centros privados que ofrecen de forma legal este tipo de terapias, aunque las regulaciones estatales de este país no exigen que los mismos se lleven a cabo en contextos hospitalarios. Por su parte, en Brasil, la ibogaína no se encuentra ni registrada ni prohibida, siendo legal, desde el año 2013, su importación y utilización siempre y cuando el paciente cuente con una prescripción médica. Un decreto del estado de Sao Paulo del año 2016 exige que los tratamientos basados en la ingesta de ibogaína se desarrollen obligatoriamente bajo supervisión médica y en contextos hospitalarios. Este tipo de regulaciones resultan fundamentales para garantizar el uso seguro y legal de la ibogaína.
Necesidad de realizar exámenes médicos y psicológicos previos para determinar contraindicaciones
Es altamente probable, debido a la alta toxicidad de la ibogaína, que su ingesta pueda tener efectos indeseados sobre el funcionamiento del organismo, principalmente del Sistema Cardíaco. Es por este motivo que suele estar contraindicada en pacientes con problemas de cardiovasculares. Antes de realizar el tratamiento, resulta necesario que el paciente se someta a un examen médico exhaustivo para determinar si el mismo será riesgoso o no. Cada caso debe ser analizado por un médico cualificado que determine si el paciente reúne las condiciones físicas necesarias para iniciar la sesión.
La ibogaína se encuentra, asimismo, contraindicada en pacientes con trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia, la psicosis, el trastorno bipolar o el trastorno límite de la personalidad. La realización de exámenes psicológicos o psiquiátricos previos al inicio del tratamiento resulta, por tanto, de gran importancia. El profesional de la salud mental a cargo de estos chequeos deberá evaluar la presencia de estos trastornos y su gravedad en virtud de establecer si el paciente está en condiciones para resistir al tratamiento sin complicaciones.
Es, a partir de estos estudios que los profesionales a cargo determinarán si es riesgoso o no realizar el tratamiento y, de decidir que es pertinente hacerlo, tomarán los recaudos necesarios para disminuir los posibles riesgos durante la sesión.
El entorno hospitalario contribuye a la preparación física previa a la sesión
La ibogaína es un fármaco potente cuyos efectos pueden causar una experiencia físicamente intensa en el paciente. Es por este motivo que, cuanto mejor sea la condición física de este último, la intervención será más segura y eficiente. Generalmente, los médicos recomiendan una buena hidratación, una dieta cuidada, basada en comidas sanas, y la ingesta de suplementos vitamínicos y minerales. Asimismo, se recomienda dejar de consumir agua y ayunar unas horas antes de la sesión, ya que resulta dificultoso tener que ir al baño durante la misma debido a la ataxia que induce la ingesta de ibogaína.
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Por otra parte, es fundamental que, semanas antes y durante la administración del tratamiento, el paciente evita el consumo de cualquier tipo de psicoactivo. En efecto, la interacción de ciertas drogas con la ibogaína podría potenciar los riesgos cardíacos, produciendo incluso la muerte. Es por este motivo que en muchos centros tienden a realizar un proceso guiado de desintoxicación un tiempo antes de la ingesta, incrementando así la seguridad de la sesión considerablemente.
Realizar la sesión en un entorno hospitalario permite el adecuado seguimiento por parte de profesionales de la salud para evitar o reducir los efectos colaterales de la ibogaína
Las intervenciones terapéuticas en base a la ingesta de ibogaína suelen ser controversiales debido a los riesgos que éstas conllevan. Entre los efectos colaterales más frecuentes se encuentran la presencia de mareos, náuseas, vómitos, dificultades de coordinación motora y taquiarritmias.
Se podrá inferir, por tanto, que es necesario que las sesiones cuenten con un seguimiento de profesionales de la salud altamente cualificados que lleven a cabo un seguimiento adecuado para evitar o reducir posibles daños indeseados inducidos por la ibogaína. Es importante que, durante las mismas se sigan indicaciones del médico a cargo, el cual debe informar adecuadamente al paciente sobre los posibles efectos adversos y disipar sus dudas en el caso de que las haya. Suele recomendarse la presencia de enfermeros o cuidadores tras la finalización de la experiencia. Realizar la ingesta en un entorno hospitalario asegurará la presencia de los profesionales sanitarios para la realización adecuada del seguimiento.
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Al tratarse de una intervención médica compleja, con efectos físicos y psicológicos, el empleo de ibogaína para la desintoxicación requieren, además de la presencia de médicos cualificados para impartir el tratamiento, del apoyo de profesionales de la salud mental, como psiquiatras, psicólogos o psicoterapeutas. Esto resulta de gran importancia porque no todos los pacientes logran lidiar con la experiencia introspectiva que produce la ibogaína, pudiendo sufrir episodios de ansiedad y paranoia. Un seguimiento personalizado por parte de estos profesionales permitirá reducir los efectos colaterales de la ibogaína en la psiquis del paciente y mejorar la experiencia de la ingesta.
Necesidad de un seguimiento terapéutico posterior a la sesión para integrar el tratamiento y evitar recaídas
La ingesta de ibogaína es una instancia de un proceso terapéutico mayor. Es por este motivo que es importante mantener los cuidados posteriores necesarios para llevar a cabo el tratamiento de manera exitosa. El diseño de un plan de cuidado tras la sesión constituye una parte esencial del tratamiento y debe estar bajo el seguimiento del equipo de profesionales a cargo del mismo. Generalmente, se recomienda que los centros en los que se aplica el tratamiento ofrezcan un plan de cuidado continuado después de la sesión o, al menos, articule y colabore con otros centros terapéuticos encargados de ofrecer estos cuidados.
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El apoyo psicológico constituye un factor clave para garantizar el éxito del tratamiento. Durante la sesión y los días que le siguen los pacientes suelen padecer un proceso de considerables cambios psicológicos y redefinición personal, por lo que resulta de gran importancia que cuenten con el apoyo de profesionales de la salud mental para volver poco a poco a su vida cotidiana.
Asimismo, es necesario que el seguimiento posterior a la sesión por parte del equipo médico se enfoque en evitar las recaídas. Cabe considerar que, una vez realizada la ingesta, la tolerancia a la sustancia que generaba adicción en el paciente tiende a ser mucho menor que antes. Esto significa que las dosis habituales a las que éste estaba acostumbrado podrían tener efectos más severos sobre el organismo e, incluso, provocar una sobredosis. El hecho de tener una recaída no significa que el proceso terapéutico en sí haya sido inútil. En algunos casos, los profesionales evalúan, de ser necesario, la aplicación de una segunda dosis para mejorar el proceso de recuperación.
Publicación original: noviembre 2022
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