No lo Creas, Es Clickbait: El 'Estudio' que Afirma que el Cannabis Hace Crecer el Pene Publicado por un YouTuber
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¿Qué pasa cuando la información es tan sorprendente, tan llamativa, que la replicamos, apurados, sin verificación y sin contexto? Algo así ocurrió con un supuesto estudio científico titulado The Perceived Effect of Cannabis Use on Penile Growth in Humans (El efecto percibido del consumo de cannabis en el crecimiento del pene en humanos), publicado en más de una revista académica internacional (como Clinical Medical Reviews and Case Reports y Advances in Medical, Dental and Health Sciences). Pero hay un detalle no menor: todo era falso. Desde los datos y las conclusiones, hasta los autores y las universidades.
La idea y ejecución estuvieron en manos del YouTuber español Carles Tamayo, quien se animó a enviar este “estudio” con el fin de desenmascarar a las “revistas predadoras” que, por algunos dólares, parecieran publicar a cualquiera y cualquier cosa.
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‘El cannabis agranda el pene’: un ¿chiste? con consecuencias
Tamayo decidió enviar un estudio inventado, deliberadamente absurdo, a una serie de revistas predadoras —publicaciones pseudocientíficas que cobran por publicar, sin ofrecer revisión por pares ni rigor alguno— para denunciar su existencia y funcionamiento. Lo logró.
El estudio fue aceptado por seis revistas y publicado en tres de ellas. El contenido incluía coautores “jerbos” (sí, roedores), encuestas en un pueblo que triplicaban su población y conclusiones como que pagar el cannabis con cromos (figuritas) de Dragon Ball potenciaba su efecto “agrandador” en el pene.
El chiste y objetivo era denunciar que, por apenas USD 80, cualquiera con algo de redacción técnica y un emperifollado título en inglés puede ser “publicado” en una revista que se hace pasar por científica. En su canal de YouTube y en un especial de RTVE, Tamayo documentó el proceso. Lo que no previó —¿o sí?— fue el efecto dominó de desinformación que vendría después.
¿Qué dice el ‘estudio’ sobre el cannabis y el tamaño del pene?
El trabajo está plagado de pistas ridículas: universidades ficticias como la “Universidad Central de Charlatanería de Cochabamba”, la “Universidad de las Bolas Bronceadas” o la “Universidad de Venta de Productos Chatarra de Nueva Caledonia” que “investigaron” y “aseguraron” un aumento promedio de 2,54 cm en el pene de consumidores diarios de cannabis. Todo con una seriedad caricaturesca.
Cuenta que el estudio está realizado en 10.000 hombres de un pueblo de 3.000 habitantes —empezamos bien—, y da una larga introducción sobre el uso del cannabis a lo largo de los años y las diferentes culturas, y poco a poco va llegando al corazón de la “investigación”.
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Afirmando que “recientes estudios han sugerido que el cannabis puede tener un efecto en el crecimiento peneano humano”, el argumento es la activación de los cannabinoides, supuestamente responsables de regular el crecimiento y la diferenciación celular.
“La activación de los receptores CB1 en el pene puede aumentar el flujo sanguíneo y mejorar la oxigenación de los tejidos, lo que podría promover el crecimiento del pene”, razona Tamayo en su falso estudio, sumado a la “activación de receptores CB2” que puede hacer crecer la hormona del crecimiento humano y la testosterona, “claves” para el crecimiento del pene.
Un poco más adentrada en la introducción, nuestro youtuber-científico nos confiesa que todo este escenario “es hipotético”, que “se necesita más investigación” y que “se ha demostrado claramente en que las encuestas de autopercepción pueden ser tan eficaces, o incluso más, que los abordajes físicos como la exploración del paciente para conocer su estado de salud”. Para coronar, “se pueden hacer estudios sobre el tamaño del pene sin ningún problema adicional preguntando en encuestas sencillas, pudiendo esperar respuestas sinceras y válidas para un estudio”.
Tras desarrollar los métodos, el procedimiento y análisis estadístico, el autor hace hincapié en las cuestiones éticas del estudio, demostrando que se ha considerado la comodidad de los encuestados en todo momento. Y concluye: “además, como los datos de este artículo han sido falsificados, las implicaciones éticas se reducen, ya que nuestros encuestados son producto de nuestra imaginación”. Más claro, echale humo.
Los números no mienten. Bueno, de hecho, sí. En relación con el uso de cannabis de los sujetos de investigación, reporta que gastarían entre EUR 10 y 30 a la semana, y que quienes pagan con cromos de Dragon Ball tienen mayor posibilidad de crecimiento peneano.
Además, entre las formas más usuales de consumo: un 78,2% fuma cannabis en forma de cigarro mezclado con zanahorias, un 9,4% con chicle y un 12,4% lo vaporiza y mezcla con heces. Fantástico.
¿Quién es el YouTuber Carles Tamayo?
Periodista de investigación y creador de contenido, Tamayo ha infiltrado sectas y organizaciones como el Palmar de Troya o el Santo Daime. En esta ocasión, trabajó en colaboración con Fernando Cervera, divulgador científico que en 2014 ya había colado en congresos médicos una terapia falsa llamada fecomagnetismo (sí, basada en heces humanas) para exponer los mismos mecanismos de pseudociencia institucionalizada. No es la primera vez que usan el absurdo como recurso para hacer visible un problema real.
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Carles apunta a las revistas predadoras que utilizan la bandera del prestigio para, nada más ni nada menos, estafar con información falsa. Estas publicaciones lucran con el modelo de acceso abierto sin ofrecer control de calidad. No revisan, no contrastan, no corrigen: publican por dinero.
La charlatanería con DOI tiene consecuencias reales. Estas “revistas” se usan para legitimar productos fraudulentos, tratamientos peligrosos o influenciar políticas públicas con argumentos pseudocientíficos.
Un estudio de 2021 detectó que, entre 2015 y 2017, 324 revistas predadoras fueron indexadas por bases académicas serias, antes de ser eliminadas. El daño, sin embargo, ya estaba hecho.
El intento de desenmascarar la desinformación y el problema de creérsela
La metáfora es clara: podés escribir un montón de incongruencias, citas falsas, autores falsos, universidades inventadas sobre la marcha y una larga bibliografía que no existe. Mientras puedas pagarle a estas páginas que dicen ser “revistas científicas”, serás publicado.
Pero con esta idea de jugarle un chiste a las páginas que desinforman y concientizar al público, se generó una suerte de efecto dominó: muchos portales científicos levantaron el supuesto estudio (si buscamos “study affirms cannabis grows penis” en Google, los resultados siguen allí), sin siquiera leerlo, difundiendo que el cannabis aumenta el pene unos 2,54 cm.
El YouTuber sabe lo que hizo y por qué lo hizo. Quiso demostrarnos la facilidad de las fake news de colarse en el discurso público y en nuestra credibilidad, la rapidez con la que compartimos información que no chequeamos —nosotros, los medios de comunicación y hasta las revistas científicas que por su prestigio respetamos.
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El problema está en que mucha gente pasó de la broma y, una vez más, creyó lo que un titular baitero buscaba generarle. ¿Nos creemos cualquier cosa? ¿O es ya la irrefrenable velocidad a la que se mueve todo que, pareciera, no hay tiempo —ni voluntad— de chequear la información? ¿Cuántas personas se enteraron luego de que era mentira? Seguro muy pocas. El desmentido nunca corre tan rápido como el meme.
Y mientras tanto, la ciencia real sobre cannabis paga el precio.
Los avances científicos sobre la marihuana han costado décadas de activismo, pruebas clínicas, barreras legales y estigmas. Científicos, médicos, pacientes y activistas trabajan diariamente para que el cannabis deje de ser tratado como una broma, y empiece a ser considerado un insumo terapéutico válido. Convertirlo en objeto de un chiste fácil —aunque sea para hacer una denuncia legítima— puede implicar un retroceso.
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