Flores con Lamothe: una Charla sobre Porro, el Oficio de Galán y la Vida Misma
Publicado originalmente en El Planteo en agosto de 2020
Esteban Lamothe es de esas figuras que desatan reacciones fuertes. Es adorado y también muy criticado. Una superestrella tan alcanzable que descoloca. Es el hijo de una familia numerosa que organizaba recitales de rock en su pueblo y el influencer que llena boliches del interior sólo con anunciar su presencia. Un actor de culto del circuito off a los veintipico y el último gran sex symbol del mainstream a los cuarenta. El trapero y el rockero.
Como si no alcanzara con todo esto, también es el actor marihuanero argentino por excelencia.
Conversamos con él en el medio de un año de encierro, planes congelados e introspección forzada. Retomando proyectos personales que tienen que ver con la escritura, armando la carpeta para mandar su último corto (como director) a festivales y tratando de sacarle todo el provecho posible a Instagram, Esteban no pierde el tiempo. Siempre acompañado de la marihuana, claro.
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Entre otras cosas, la cuarentena la está aprovechando para pasar tiempo de calidad con su hijo Luis (7) y enseñarle a leer. “Ya lee perfecto”, cuenta. “Estoy muy orgulloso”. Esta nueva cotidianeidad, a su manera, le sienta bien.
“Ser padre en cuarentena está buenísimo y también es complicado. Lo dejamos jugar al Fortnite porque es de la manera en la que sigue hablando con lxs amigxs. Ahí también se pelean, se hacen bullying, pero también pasan cosas lindas, se encuentran. Lo que pasa en el patio del colegio ahora pasa en el Fortnite”, cuenta sobre Luis, que pasa algunos días con él y otros con su mamá.
Esteban vive en un departamento súper ondero en el barrio de Colegiales junto a su novia, Katia Szchetman. Allí, la cuarentena lo agarra bien parado, pensando en el paso del tiempo y los vínculos.
“Yo estoy muy bien. Pero pienso en lxs adolescentes que recién empezaron a besarse o a tener relaciones sexuales, y quedaron separadxs en la casa de los viejos sin plata y sin poder hacer nada… Imaginate. Es re triste”, reflexiona.
A donde me lleva la vida
Esteban Lamothe nació en 1977, el año del punkrock. Con tres hermanos y una hermana, eran la familia más quilombera de Florentino Ameghino, un pueblo bonaerense próximo a la frontera con Santa Fe.
De pibe siempre pensó que iba a dedicarse a algo que tuviera que ver con la música o los deportes, sus dos grandes pasiones. De lo que más sabe en la vida, dice, es de boxeo.
Desde muchísimo antes del trap, los recitales fueron una parte fundamental de su vida y, hoy en día, un componente clave del repaso de su juventud. No se perdía a ninguna banda que llegase a su pequeña ciudad: recuerda especialmente esos shows de Los Brujos, Los Visitantes y DDT. Más aún, cuando las bandas no llegaban a Ameghino por sí solas, con sus hermanos y amigos se ocupaban de traerlas. “Trajimos a los Peligrosos Gorriones a tocar. Ellos tendrían 20 y yo tendría 16”, rememora con nostalgia.
Llegó a Buenos Aires a los 18 años, anotado en la carrera de nutrición. No sabía exactamente qué era lo que quería hacer y necesitaba una excusa, y eligió esa carrera porque tenía la idea de que era como medicina pero más fácil. Mientras, trabajó varios años de mozo en Puerto Madero.
Su amigo Juan Ameijeiras le abrió las puertas del mundo del teatro: fue quien le recomendó libros, películas, lo llevó a ver obras. Impulsado por él empezó a tomar clases, primero con Cristian Drut y Alejandro Catalán.
Al poco tiempo, lo empezaron a llamar; le empezó a ir bien. La buena estrella parece ser una constante en su carrera.
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Tenía veintialgo y le gustaba mucho actuar, pero también sentía que nunca había tenido tanta aprobación en algo: “Me encantaba, pero siempre me habían gustado más cosas como la música y el boxeo. No me lo esperaba. Nunca había gustado tanto algo hecho por mí, nunca fui tan automáticamente aceptado. Me di cuenta que tenía que hacer eso”.
A partir de ahí fueron muchos años de teatro independiente, junto al grupo que tenía con Romina Paula, Pilar Gamboa, Esteban Biglardi y Susana Pampin. Ese tiempo, recuerda, fue muy importante porque allí se formó, entre amigxs. Llenaban salas prestigiosas del teatro under, se iban de gira, y cuando le hacía falta plata extra, Esteban pintaba casas. “Tuve la suerte de que me filmó y me dirigió gente buenísima”, reconoce. “Entonces no me molestaba trabajar de otras cosas, sabía que eso estaba. Hasta que llegó ‘El Estudiante’”.
El Estudiante
La película de Santiago Mitre de 2011 fue un éxito del cine independiente argentino y puso a un cuasi desconocido Esteban Lamothe al frente de la escena. A partir de ese filme, su carrera nunca dejó de subir.
El Estudiante fue un punto de inflexión en su carrera y en la de Mitre, su amigo. “A él lo convirtió en un director y a mí en un actor”, relata. Ninguno esperaba ese fenómeno: el éxito con el público, el Bafici, meses y meses en el Malba. “Esa película, aunque sea un bajón que el mundo funcione así, nos validó. Fue un pulgar arriba, nos dio mucho impulso”.
Es tal vez su papel favorito o al menos el más querido, por el componente emocional y también por la calidad, en este caso inseparables. “Ese guión es tan bueno… cuando hay un buen dialoguista como es Mitre, actuar es mucho más fácil. Lo leés y ya lo escuchás bien, es como un tema que suena bien”. También atesora “El Cinco de Talleres”, una película que le encanta donde hizo de deportista, y además remite al momento de su vida donde estaba formando su familia.
Con el éxito de El Estudiante, llegaron los trabajos en televisión. Tenía 34 años.
Fotos: Katia Schejtman
El oficio de galán
“No era un pendejo ya”, dice y, por eso, agradece: nunca le había pedido demasiado a la actuación, no quería que se resintiera, y el éxito lo agarraba con los pies sobre la tierra.
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Debutó en la Televisión con “Sos mi Hombre”, en 2013. Ese fue uno de los tantos quiebres en su carrera. Según afirms, fue su último papel antes de que lo pusieran a hacer de galán. Hoy es –hace ya varios años- el sex symbol indiscutido de la TV Argentina. Pero como no siempre estuvo en ese lugar, a él le cuesta un poco creérselo:
“Me galanizó por primera vez (Axel) Kutzchevasky con Abzurdah” rememora divertido, sobre la película de 2015 dirigida por Daniela Goggi. “Me pusieron al lado de la China Suárez que era la chica más linda de la Argentina, y la gente dijo ‘ah es lindo él también’. Antes les parecía feo, pero bastó con que la China Suárez se enamore de mí en la película”.
De ahí en más, no dejaron de ponerlo al lado de las actrices más deseadas del momento. Sin embargo, él extraña un poco los papeles anteriores, cuando hacía de atorrante, chanta y mujeriego. “Después fueron todos románticos, buenos tipos”, se lamenta. “Eso es un poco más aburrido y es más fácil actuar mal”.
La verdad es que Esteban ya está un poco cansado de ser el personaje que cuenta la historia de amor, le resulta muy limitante. Haciendo de romántico, dice, si hacés todo bien pasás desapercibido, pero si hacés algo mal, es una vergüenza. Y él, especialmente, vive bajo escrutinio.
La condición de galán es una parte importante de la construcción (mayormente involuntaria) de su personaje actual: a veces ni siquiera Esteban Lamothe parecería entender quién es ‘Esteban Lamothe’. Las imágenes de sí mismo coexisten y se superponen, en el imaginario y también en su vida cotidiana. El que fuma porro y va a recis de Los Brujos, y también el galán por el que mueren las chicas.
Fumando Flores…
Todo el mundo sabe que Esteban Lamothe fuma marihuana. Es así.
En cuanto a si identifica en qué momento ese dato se volvió vox populi, no tiene dudas: “¡Yo no fui, fueron Catriel y Paco!”, exclama, refiriéndose a la dupla Ca7riel-Paco Amoroso. La canción Ouke, más conocida como “Fumando Flores Con Lamothe”, catapultó la carrera de los dos MCs porteños, así como colocó al actor en un nuevo lugar del imaginario: lo hizo conocido entre público más joven como el actor fumón y copado, amigo de los traperos.
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La anécdota detrás Ouke es divertida y se remonta a la primera vez que se vieron los tres, cuando todavía no eran amigos. Se conocieron en una fiesta en Mendoza y, según relata el actor, fue amor a primera vista. Se pasaron toda la noche charlando y fumando un montón.
“Fue una noche re secuenciera pero en el mejor sentido de la palabra”, rememora Esteban. Luego de intercambiar teléfonos para volver a verse, pasaron dos o tres semanas sin cruzar palabra, hasta que Catriel se comunicó con él. “Cato me mandó un mensaje con el tema, bastante preocupado, diciéndome que si no me copaba no lo sacaban. Yo les dije: ‘Es un temazo, me muero si no lo sacan’”.
Después, llegaron la amistad y el video, en el cual Lamothe aparece. Hoy se adoran, y la canción sigue siendo un megahit.
A partir de ese momento, Esteban nunca dejó de explicitar su postura a favor de la marihuana y en contra de la prohibición. Sigue, y apoya, todos los avances políticos en el país sobre el tema, y siempre que puede busca aportar su visión para favorecer a la causa.
Respecto de su historia de consumo personal, fumó prensado durante décadas, cuenta, y luego se pasó al mítico “pinito”. Hoy, sólo fuma cosas deliciosas, y tiene amigxs que son grandes cultivadores y se lo hacen más fácil. Aunque él mismo no es un cultivador experto, sí ha plantado, y cuando lo hizo fue asesorado y ayudado por sus amigos de Cosechas Argentinas . En sus cuarentas, se declara feliz de estar en el momento de la vida en la que finalmente tiene plata para proveerse: “En la vida he gastado fortunas en marihuana”, cuenta.
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El primer porro se lo fumó con su amigo de toda la vida, El Mono, y su relación con la marihuana se remite a esa mítica adolescencia de recitales. En la calma del pueblo, eran el germen del diablo: aquellos que organizaban fechas de rock y fumaban marihuana. “Nosotros fuimos los primeros en fumar porro en Ameghino. Te lo juro, nadie más fumaba. Lo traía un primo de Buenos Aires”, dice riéndose.
Pero fuera de la anécdota y la risa, el recuerdo es movilizante: su compadre, el padrino de Luis, lamentablemente falleció durante la cuarentena, víctima de una larga enfermedad. Una de las personas más importantes de su vida. “Fue de las cosas más tristes que me pasaron. Me fumé mi primer porro con él, mi gran amigo ‘El Mono’”, evoca conmovido.
Por supuesto que no puede hablar por otros, y Esteban sabe que hay gente a la que le hace mal y cada caso es único, pero a él el porro lo hace feliz. Hubo un momento que, dice, le cambió la vida para siempre. “Fue cuando me di cuenta que podía fumar porro todos los días y que lo iba a poder hacer toda la vida. Fumo porro y no me importa más nada, todo me chupa un huevo”. Tenía como 19 años, estaba recién llegado a la capital y fue en la época en la que trabajaba de camarero.
“Todo eran planazos. La vida se volvió un planazo infinito. Fui muy feliz durante mucho tiempo. No quiere decir que no ahora también, pero bueno, uno se acostumbra”, dice, piensa un segundo, y luego agrega: “Aunque sigue siendo así. Vivir acá y fumar porro para mí siempre es una gran fiesta”.
Lo que viene después
Hasta el momento, Esteban dirigió dos cortos. Tanto en el proceso de escritura y realización de estos, como a la hora de la difusión, su novia Katia, directora y actriz, es de gran ayuda.
“La Zona Caliente”, el segundo corto de Esteban, ya está listo para ser estrenado y en etapa de difusión. Posee un tinte más fantástico que su primer cortometraje, “El Bosque”, el cual oscila entre la poesía y el documental. Aquel ya giró por festivales, está disponible en Cinear y vale la pena verlo.
Si bien ambas piezas son muy diferentes entre sí, tocan un tema común: las presencias. Esa parte del “trabajar de famoso” que a Lamothe le obsesiona, porque la vivió y no la puede creer todavía. En caso, ir a un boliche del conurbano o del interior y -a cambio de mucho dinero- dejarse abrazar, sacar fotos y (seamos sincerxs) acosar por lxs fans.
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Cuando termine la cuarentena y pueda volver a actuar, Esteban proyecta, lo llamarán para hacer de padre. “Tengo canas, algunas arrugas en la cara, tengo 43 años. Ya tengo que empezar a hacer de papá”, calcula. Envejecer (o crecer, por qué no) le gusta, lo hace sentir cómodo. Hace poco empezó a usar anteojos para leer y dice que los usa en la punta de la nariz, para poder tener los dos focos: “Estoy fascinado con la industria de envejecer, tenés un problema, te comprás algo y lo resolvés”, ríe.
Sin embargo, su próximo trabajo (en preproducción, pero dilatado por la pandemia) no es de padre ni de galán. De hecho, es muy prometedor: será un policial queer para Amazon, donde Esteban encarnará a un militar que se enamora de un compañero. Se llamará Putas y Policías.
De más está decir que esperamos ansiosamente verlo en esta nueva faceta.
Fotos: Katia Szechtman
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