Tratamientos con Ibogaína y Control de Adicciones en Primera Persona: ‘Me Devolvió la Vida’

Publicación original: febrero 2023

La evidencia científica detrás de los tratamientos “psicodélicos” para controlar las adicciones a los opiáceos está allanando el camino a algunos pacientes que atraviesan dificultades con los “tradicionales”.

Hay casos en los que los pacientes no obtienen los resultados deseados y, en la búsqueda por nuevas soluciones, acompañados de supervisión profesional, eligen volcarse a tratamientos basados en ibogaína, un alcaloide con efectos alucinógenos que induce a experiencias introspectivas y psicoterapéuticas.

“La experiencia con la ibogaína fue un verdadero hito en mi vida”, reconoce el brasilero Diogo Busse, paciente de ibogaína del doctor Bruno Rasmussen Chaves, una de las eminencias del tema en América Latina y Director Médico de Bienstar Wellness, una empresa integradora de salud mental especializada en medicina psicodélica, operadora de Clínicas Beneva.

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“Me enfrenté a este tratamiento porque ya lo había probado todo y nada funcionaba”, suma el también brasilero Felipe Cruz, quien se trató con ibogaína acompañado de Rasmussen Chaves y, según sus palabras, “tuvo los mejores resultados posibles”.

Diogo Busse y cómo quedó sin coraza

Diogo se enteró de la existencia de la ibogaína gracias a unos amigos que usaban esta sustancia en sus tratamientos dedicados a atender consumos problemáticos de drogas.

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“Siempre he sentido curiosidad por las sustancias que provocan algún tipo de alteración en el funcionamiento del organismo. Llevo más de 15 años investigando la política de drogas y siempre he seguido a la comunidad científica mundial en esta materia”, cuenta Diogo.

Atravesando un momento sinuoso de su vida, Diogo venía de consumir mucho alcohol, cocaína, tabaco y otras sustancias.

De hecho, durante un tiempo se sintió fuera de lugar y nada tenía sentido para él. Ahí, empezó a experimentar algunos problemas serios en su vida profesional, hizo sufrir a su entorno y, por eso, se decidió probar con algo diferente para cambiar su propio destino.

“Quería profundizar más, quería investigar las raíces de mi inquietud”, sigue.

Mejoras significativas

Además de la parte más estructural, que le hizo replantearse muchas de las cosas que más le importaban y le hizo ir hacia cuestiones más esenciales sobre la vida y su propia existencia, notó una mejora significativa en su capacidad de reflexión, en la articulación de palabras y, sobre todo, durante más de un año, sintió como si se despertara cada día después de haber tomado un antidepresivo natural y orgánico.

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“Me levantaba a diario con una disposición para la vida, con una vitalidad que no había experimentado antes”.

¿Recomendaría el tratamiento con ibogaína? “Sin duda alguna. Tras volver de mi primera experiencia con la ibogaína, recuerdo que pensé varias veces: ‘Me gustaría mucho que todas las personas que más quiero en el mundo tuvieran esta experiencia’”.

Ayuda de profesionales

Para atravesar el umbral de imágenes y todo el material del subconsciente, Diogo tuvo que trabajar en compañía de un terapeuta. “Creo que es un error, o tal vez incluso un desperdicio, pasar por una experiencia así y no trabajarla de alguna manera con la ayuda de profesionales”.

En ese sentido, Busse asume a Bruno Rasmussen como “una de las personas más extraordinarias” que ha conocido. “Como profesional y como ser humano”, dice. “Mi experiencia estuvo marcada por la dedicación, los conocimientos y la experiencia de este profesional al que hoy tengo la alegría de llamar ‘amigo’”.

A la sazón, Diogo Busse tuvo tres experiencias terapéuticas con ibogaína y si bien hoy no puede asegurar sentirse al 100% (“Porque nadie lo está”), se considera una persona mucho más consciente y más presente.

“La ibogaína me hizo un ser humano más libre y esto también tiene consecuencias. Era como si me hubieran quitado una coraza, una pesada armadura”, cierra.

Felipe Cruz y cómo ‘revivió’ gracias a la ibogaína

Corría el año 2008 cuando Felipe Cruz, que ya había pasado por unas 20 clínicas y hospitalizaciones, asumió que ya no daba más. “Tenía una adicción muy complicada al crack”, confiesa.

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En su caso, conoció la ibogaína a través de un amigo que siempre trató de ayudarlo a dejar las sustancias con las que se intoxicaba. Miles de veces, ese amigo fue a buscarlo a lo más profundo de las favelas para intentar rescatarlo de sus adicciones.

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“Recuerdo un día que estaba fumando mucho crack. Llegué a casa y un amigo mío estaba dentro hablando con mi madre. Entonces me dijo que había un nuevo tratamiento y que creía que sería interesante que yo lo hiciera”, revuelve Felipe.

Un cambio de cabeza

Después de tocar el piso, Cruz empezó a renacer. La ibogaína le cambió la cabeza. De pibe, recuerda, siempre tuvo malas notas en el colegio, le iba mal, se llenaba de peleas. Tras el tratamiento con ibogaína, sintió un inmenso deseo de estudiar.

Lo describe en primera persona: “Antes odiaba leer y estudiar. Después de la ibogaína esto cambió en mí, tanto que conseguí ir a la facultad de teología. La ibogaína me hizo ver lo mal que estaba por culpa del abuso de crack. Fueron 9 años de uso y hospitalizaciones. Me trajo mucha desgracia a mí y a mi familia, y también muchos traumas y peleas. La ibogaína me hizo tomar conciencia de que estaba muy, muy mal”.

Las palabras de Felipe Cruz caen desprejuiciadas porque sabe que de la desesperación –de su profundo drama- obtuvo buenos resultados.

“Lo recomendaría. Fue el tratamiento que me funcionó. Creo que hay miles de personas que pueden beneficiarse de la ibogaína como yo lo hice. La ibogaína me devolvió la vida”.

Y todo cambió

Durante años, el brasilero acompañó el tratamiento con terapia: la ibogaína se convirtió en una herramienta, en un facilitador.

Y ahí también aparece Bruno Rasmussen, quien lo acompañó en este proceso complejo.

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“Hablar de Bruno me emociona mucho. Es una persona increíble, con un corazón gigante. Desde la primera vez que estuve con él se mostró muy profesional. Si hoy tengo 14 años reviviendo y teniendo una vida mucho mejor de la que tuve es gracias a él. Le debo la vida a él y a la ‘iboga’. Se suponía que estaba muerto, pero gracias a Bruno, que corrió tras la ‘iboga’ para traerla a Brasil, hoy tengo una vida. Hoy tenemos una muy buena amistad. Lo considero como un padre para mí”.

Así las cosas, gracias a este tratamiento basado en psicodélicos disociativos, Felipe Cruz pudo resolver algunos de los mayores problemas de su vida y, tal y como contó, lleva 14 años de “renacido”. Incluso, como agradecimiento, se hizo un enorme tatuaje de la planta de ibogaína en su espalda. “Para recordar de dónde me sacó y todo lo que me dio”.

Publicación original: febrero 2023

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