Ice-T: ‘No Fumo Marihuana’ - Entonces, ¿Por Qué Abrió un Dispensario con una Conejita Playboy?
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“He estado en algunos de los más intensos momentos en los que un hombre —un humano— puede estar. Estuve encerrado en autos con Snoop. Estuve en la parte de atrás del dispensario de mi hijo mientras fumaban todo tipo de marihuana ahí… marihuana llamada Dead Body y Autopsy y todo eso”, cuenta Ice-T en una entrevista exclusiva. “Estaba tan volado que me paré, di un giro de 360 como si me estuviera por ir, y me volví a sentar”.
Si hay una contradicción más convincente que esta, es difícil de encontrar: Ice-T, el rapero que le puso banda sonora a generaciones de rebelión, que pasó de las calles de South Central hasta las pantallas donde lucía su chapa policial en La Ley y el Orden, no fuma marihuana —y aun así, acaba de abrir uno de los dispensarios más esperados de Nueva Jersey.
Está entrando en un mercado de rápido crecimiento. La industria de cannabis de Nueva Jersey superó los USD mil millones, combinando las ventas medicinales y de uso adulto en el 2024, lo que supone un aumento de casi el 25% con respecto al total del año anterior, que fue de USD 800 millones.
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Solo las ventas de cannabis de uso adulto representaron aproximadamente USD 789,8 millones en 2024, lo que refleja el sólido crecimiento del estado en dicho mercado. Los analistas prevén que el mercado del cannabis de Nueva Jersey siga expandiéndose, pudiendo alcanzar unas ventas anuales de USD 1.600 millones en 2025.
A sus 67 años, Ice-T no está para interpretar un papel. No está para jugar con los estereotipos o perseguir victorias rápidas. Su historia con el cannabis es más antigua que la legalización. Es compleja, cautelosa y se basa en un principio singular: la supervivencia.
“Simplemente nunca fumé”, explica. “Soy huérfano. No tengo madre, padre, hermanas, hermanos, tíos… Y siempre sentí que estar fumado comprometía mi posición en la calle”.
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De joven, Ice-T no sentía rechazo por el cannabis. Estaba inmerso en él. Lo vendía. Movía “bolsas de cinco dedos” en los años posteriores a la escuela secundaria. Vio cómo expulsaban a un amigo de la escuela por traficar porros de un dólar. ¿Pero para él? Fumar no formaba parte del plan.
“Sentía que estar borracho o fumado no me resultaba atractivo. Sentía que si por alguna razón caía al suelo, no era tarea de nadie levantarme”, comparte.
Incluso cuando el mundo a su alrededor se arremolinaba en humo y bravuconadas, Ice-T se armó su propio camino. Sin tatuajes. Sin bebidas. Sin drogas. Solo los ojos abiertos, siempre observando.
En un momento decisivo, un OG del barrio lo presionó para que diera una pitada. Ice se negó. El tipo intentó humillarlo: “Eres un [censurado] si no fumas este porro”, le dijo. Ice no se inmutó: “Si lo soy… entonces házmelo fumar”. Ahí terminó todo. Desde ese día, nadie volvió a cuestionarlo. “Él no se droga”, repetía el mismo OG. Esa frase se convirtió en su escudo. En su identidad.
“Cualquier cosa que hagas, siempre debe ser una decisión”, dice. “Quizás en la universidad hay mucha presión de los compañeros, pero no existía esta presión en donde yo crecí. Solo tenías que mantenerte firme en lo tuyo”.
Él lo ve todo como una puesta en escena. “Si fumar cigarrillos te hace ver cool o tomar alcohol te hace ver cool, entonces tienes un problema… estás haciendo algo más para verte cool ”.
“Hay gente que simplemente lo tiene”, dice encogiéndose de hombros. “Y no sé… hay mucha gente usando muletas para encajar”.
En su grupo, Ice se convirtió en conductor designado por default, incluso antes de que este término tuviese nombre. A sus amigos les gustaba. Lo respetaban. Su sobriedad no era de aguafiestas; era un orgullo, un escudo, una postura, un beneficio para todos.
A medida que pasó el tiempo, las calles cambiaron, pero la postura de Ice no. Dejó el crimen atrás. Se hizo famoso. Se hizo inteligente. Limpió todo, hasta los hábitos más pequeños: “Una vez ya salido del juego, dejé hasta de cruzar la calle en rojo. Era como: ni siquiera me robo un escarbadientes de un restaurante. Para cuando ustedes empezaron a conocerme, ya nada ilegal me resultaba atractivo. Ice estaba rapeando sobre su pasado. No soy como esos raperos que se meten presos por rapear lo que están haciendo”.
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Esa negativa a doblegarse —a construir una imagen en torno a la mala conducta— es parte de la razón por la que Ice-T sobrevivió y otros no. Su definición de “gangster” no es una pose de Instagram. Es compostura. Es claridad: “La gente me pregunta, ¿qué es ser gangster? Y yo les digo que significa no echarse para atrás. Soy tranquilo, pero cuando empiezas a darme ultimátums, ahí ya no me va la onda”.
Y para quienes todavía intentan medir la autenticidad por cuán escandaloso, drogado o llamativo que seas: “La credibilidad de la calle es una palabra que nadie en la calle usa. O lo tienes, o no lo tienes. Es como cuando los blancos dicen: ‘¿Tienes credibilidad en la calle?’ A mí nunca me pusieron a prueba. La gente simplemente siente cómo te mueves… Lo tienes o no lo tienes”.
Aun así, a pesar de su abstinencia, Ice-T nunca le dio la espalda al cannabis. Vio cómo la industria florecía, el estigma se desvanecía y la cultura cambiaba.
Y con el tiempo, probó comestibles. Experimentó con hongos. Entró en la era del “chronic delay”, de quedarse siempre tildado.
“Mi hijo fuma mucho. Nosotros decimos que la marihuana te da ‘chronic delay’. ¿Y qué es el chronic delay ? Es como si yo te pregunto: ‘¿Cómo te llamas?’ Y tú dices… [pausa de 3 segundos] ‘Javier’. Entonces te digo: ‘¿Quieres ir al almacén?’ [pausa de 3 segundos] Y tú estás como… ‘Okay’. Eso es el chronic delay ”.
Resulta que, incluso si no fumas, la cercanía igual cuenta.
“He estado volado por el humo de marihuana”, dice, recordando lo que pasó después de otra visita al dispensario de su hijo. Para cuando llegó a casa, ya estaba en modo bajón total. “Paramos en Dunkin’ Donuts. Eran las 11:30 de la noche. Supongo que simplemente necesitaba unas donas”, se encoge de hombros. “No es que no consuma marihuana, pero nunca fue algo que realmente me atrapara”.
Aun así, Ice-T rápidamente reconoce la alegría que el cannabis le da a otras personas: las risas, la relajación, los munchies o el bajón, la vibra.
“Solo hace que la gente se ría mucho y coma. Eso es todo lo que hace. De repente, cualquier comediante te parece graciosísimo. Así que, eso es fantástico”, dice.
No hay una actitud de “yo soy mejor que tú”. No hay superioridad. Solo perspectiva. Una vida construida sobre la base de la vigilancia, que con el tiempo encontró el camino hacia los matices. Y, mientras tanto, en segundo plano, empezaron a girar las ruedas del negocio.
“Al final del día, sabía que era una gran oportunidad de negocio. Con el tiempo, me quedó claro que esto era una nueva ola —y era algo en lo que quería involucrarme”, revela.
Y ahí es exactamente donde la historia da un giro: del pasado al presente, de lo personal a lo profesional. El hombre que nunca se drogó ahora abrió su propio dispensario en Jersey City.
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Un largo camino hasta Medicine Woman
Para Ice-T, entrar en la industria del cannabis no fue una movida de celebridad —fue una decisión calculada, basada en la confianza y una visión clara. No estaba persiguiendo la moda. Estaba buscando gente que realmente hubiera hecho el trabajo.
“Conocía a Luke y Charis”, dice, refiriéndose a sus amigos de toda la vida y ahora socios comerciales, Charis y Luke Burrett. “Los conozco a Charis y a ellos desde hace muchos años, de Los Ángeles. Los conocí cuando tenían una línea de ropa. Sabía que llevaban años operando un dispensario legal de cannabis en L.A.”.
Los Burrett, fundadores de The Medicine Woman , ya estaban en el juego del cannabis mucho antes de que Ice se sumara. En 2015, bajo el marco de la Propuesta 215 de California, lanzaron la marca como un servicio de entrega sin fines de lucro, mucho antes de que el branding elegante y los lounges de dispensarios se volvieran la norma.
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“Como una marca tradicional que empezó bajo la Prop 215 en California, hemos atravesado muchísimos cambios y curvas de aprendizaje”, dice Charis Burrett. “En The Medicine Woman nos enorgullecemos de ofrecer la mejor experiencia al cliente, desde el servicio hasta la educación, la selección de productos y los precios”.
Ese legado era justo lo que Ice quería aprovechar. Pero lo que comenzó como una conversación de mentoría, rápidamente se transformó en algo mucho más profundo.
“Los llamé y les dije: ‘Si tengo la posibilidad de abrir un dispensario, ¿me podrían dar una mentoría?’ Y ellos me respondieron: ‘No, vamos a asociarnos contigo y podemos franquiciar The Medicine Woman’”.
La oportunidad no fue algo al azar. Ice había estado políticamente activo en su estado natal, Nueva Jersey, apoyando la campaña del entonces candidato a gobernador Phil Murphy. Ese esfuerzo dio frutos, tanto para Murphy como para Ice.
“Estábamos involucrados con el gobernador… de alguna manera lo ayudamos a conseguir el voto afroamericano. Estuvimos ahí, trabajando para él”, cuenta Ice. “Y durante ese proceso, le pregunté: ‘¿Y usted qué opina del cannabis?’ Y me dijo: ‘Si gano, lo voy a legalizar’. Así que sentí que tenía información privilegiada”.
Esa chispa se convirtió en un camino de cinco años. Burocracia, bienes raíces, licencias, verificación de antecedentes, cumplimiento legal —nada fue fácil. Pero Ice, Charis y su equipo fueron cumpliendo cada requisito. Veterano. De propiedad afroamericana. Liderazgo femenino. Representación LGBTQ. No estaban armando un proyecto de ego; estaban creando un modelo a seguir.
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“Es que es así de complicado”, dice Ice. “Ahora entiendes por qué la gente simplemente lo vende desde el baúl del auto. Nos teníamos a mi, que soy veterano. Soy negro. Charis es una mujer blanca. Nuestro otro socio, John, es un hombre gay. Estábamos marcando todas las casillas a las que querían otorgar estas licencias”.
“Aunque tengo socios blancos, ellos tienen un socio negro”, agrega. “Así que ahí lo tienes”.
¿El resultado? The Medicine Woman Jersey City —una instalación de 10.000 pies cuadrados ubicada en el 660 de Tonnelle Avenue. Justo al norte de Manhattan Avenue, sobre la Ruta 1 y 9, el dispensario insignia abrió sus puertas a finales de marzo de 2025.
Es una apuesta hecha en el momento justo. A nivel nacional, las ventas legales de cannabis alcanzaron los USD 32 mil millones en 2024, y se proyecta que lleguen a USD 55 mil millones para 2030. Pero en un mercado saturado, los emprendimientos respaldados por celebridades pueden ser un éxito… o un fracaso —lo que hace que la experiencia tradicional y las iniciativas de equidad local, como la de The Medicine Woman, sean aún más valiosas.
“Estamos muy emocionados de llevar esa misma experiencia [de California] a Nueva Jersey”, dice Charis. “Hay muchísimas cosas que cambian o que son un desafío detrás de escena, y la mayoría de la gente no se da cuenta”.
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Entre esos desafíos está el abastecimiento. Debido a las restricciones estatales, no pueden traer productos de California al este del país. “Los dispensarios solo pueden comprar sus productos a cultivadores y distribuidores que estén licenciados en el estado de Nueva Jersey”, explica Charis. “Eso significa que no podemos traer cannabis de California a Nueva Jersey. Así que encontrar nuevos productos y construir relaciones con la comunidad cannábica local es algo emocionante y en constante evolución”.
Todo, desde el almacenamiento hasta la capacitación del personal y la colocación de etiquetas, está regulado por leyes locales. “Hay miles de normativas y leyes que son distintas a las de California, así que esto consume muchísimo tiempo y dinero”, agrega. Aun así, su lema se mantiene firme: Nada menos que lo mejor.
Ice lo dice sin rodeos: “Hoy en día, con el fentanilo y todos los problemas que hay, es más seguro ir a un dispensario, donde todo es claro… sabes exactamente lo que estás consumiendo”.
Y eso también incluye a su gente. The Medicine Woman Jersey City opera con un equipo de 15 personas, todas locales. Han establecido una alianza con el Hudson County Community College para ofrecer pasantías y capacitación laboral. Además, colaboran con The Last Prisoner Project para apoyar la reforma en justicia cannábica.
“Uno de los mayores desafíos en cualquier comunidad es la falta de oportunidades”, dice Charis. “Las personas con antecedentes por cannabis están en una gran desventaja a la hora de conseguir empleo. Nosotros contratamos intencionalmente a personas de la comunidad local y priorizamos a quienes fueron afectados por leyes injustas relacionadas con el cannabis”.
Y no son solo palabras. “Ahora que ya estamos abiertos”, agrega, “vamos a poder incluir a estas organizaciones en nuestros eventos y brindar oportunidades tanto a quienes fueron afectados como a quienes necesitan más información sobre sus opciones”.
Ice está de acuerdo. “Esto no se trata solo de vender cannabis: se trata de crear oportunidades y corregir injusticias en las comunidades que fueron más golpeadas”. Y añade: “Sumé a mi socio T de Naughty by Nature… tenemos un montón de cofirmantes —Redman, mucha gente de Jersey se unió a nosotros. Mi amigo Mickey, del Bronx”.
Pero incluso con las puertas abiertas y las estanterías llenas, su misión no está terminada. El gran evento de inauguración está programado para el fin de semana del 19 y 20 de abril, e incluirá corte de cinta, celebridades invitadas, emprendedores locales, regalos y lo que Ice llama una celebración de “Blazing & Praising”: parte cultura, parte comunidad, parte comunión.
Lo que comenzó como una jugada comercial se transformó en algo mucho más grande: un espacio de venta con conciencia social, con raíces en la cultura tradicional, la identidad y las segundas oportunidades.
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La justicia no es ciega: Es selectiva. Sino, pregúntenle a Ice-T
La entrada de Ice-T en el mundo del cannabis no está basada en la novedad ni en la nostalgia. Está construida sobre principios. Lleva décadas observando las contradicciones. La hipocresía. La política. El daño.
“O sea, no entiendo por qué no es legal”, dice. “Nunca escuché de nadie que haya muerto por cannabis. Les gusta decir que es una droga de entrada, o esto, o lo otro. Yo no creo en eso”.
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Su lógica es directa. Sin adornos. Sin eslóganes. Solo experiencia vivida y la certeza de que algunos sistemas nunca estuvieron diseñados para proteger a todos por igual.
Por caso, menciona a los opioides. No en teoría, sino en la práctica. Después de una cirugía de rodilla, le recetaron Percocet. Al principio funcionó. Luego, algo cambió.
“Me di cuenta de que ya no lo tomaba por el dolor. Me estaba volviendo adicto a esa mierda. Y fue como: ‘Ey, estoy tomando esto solo para no sentirme mal’. Así que lo dejé de golpe. Tiré las pastillas al inodoro y en unos cinco días ya lo había superado”.
La claridad de ese momento —darse cuenta de que la sustancia lo estaba controlando— le dejó una marca. Por eso apoya la medicina basada en plantas, siempre que sea segura y accesible.
“Si puedes conseguir marihuana y eso te resuelve un problema médico, por supuesto que deberías hacerlo”, dice. “Porque no sabemos qué está metiendo ahí la gran industria farmacéutica”.
Y para los veteranos, el tema va aún más allá. Ice no pretende ser un veterano de combate —“Solo estuve en entrenamiento militar”, aclara— pero entiende el trauma. Ese que no siempre lleva uniforme.
“O sea, si yo tengo TEPT, viene de haber vivido en South Central L.A. He visto gente morir. Se cierra una puerta de golpe y me agacho. Así que sé lo que es eso”.
En un país inundado de soluciones recetadas, Ice-T ve al cannabis como una mejor opción para quienes intentan sobrellevar el dolor. Algo que brinda paz sin generar adicción. Aun así, no se le escapa la ironía: en lugares donde la marihuana ahora es legal, todavía hay gente presa por ella.
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“Deberían estar dejando libre a esa gente”, dice. “Si estás preso por marihuana y no fue un delito violento… Solo por condenas simples relacionadas con cannabis, tendrían que estar todos indultados, ayer”.
Para él, no es algo complicado. Si el gobierno federal legalizara el cannabis, gobernadores y presidentes podrían actuar rápido. Pero no lo han hecho. Y hasta que lo hagan, la libertad depende del código postal.
Sin embargo, es escéptico sobre cómo manejaría la legalización el gobierno federal. No porque esté en contra de la reforma, sino porque ha visto cómo la burocracia puede torcer incluso las buenas ideas.
“No sé si que el gobierno federal legalice la marihuana en EEUU sea algo tan bueno”, dice. “Porque ahí es cuando entra lo que llaman supervisión federal. Y eso siempre termina mal”.
No está esperando a que Washington arregle las cosas. Por eso apoya iniciativas como The Last Prisoner Project y trabaja para construir una infraestructura real en Jersey: empleos, pasantías, acceso.
Y cuando se trata de las fuerzas del orden, el tema se pone tenso. Ice ha interpretado a un policía en la televisión durante décadas. Pero nunca ha confundido el papel con la realidad: “No, no me quieren. Ese es el tema. Los policías son humanos. Algunos son buena onda. Otros no. Así que nunca sabes. Algunos me dicen: ‘Nos haces quedar bien’. Y otros me dicen: ‘Tú ganas por un episodio más de lo que yo gano en un año’”.
Su conclusión es simple: “No confío en nadie que tenga un arma”.
Cuenta una historia. Chris Rock una vez dijo: “Soy famoso desde unos 3 metros y con buena luz. Fuera de eso, solo soy otro hombre negro, y me pueden disparar”. Ice no se ríe. Asiente.
Él entiende la ley. Pero no la idolatra. “Los policías no hacen las leyes”, dice. “Solo las hacen cumplir. Así que no podés enojarte con el policía por hacer su trabajo”.
En esa aplicación de la ley, ha visto que la marihuana recibe el trato más leve —salvo que estés moviendo kilos. Pero ahora, en los estados donde es legal, la tensión se ha desplazado.
“Ahora que es legal, la pregunta es: ¿fumas en el cine? ¿Fumas en el colectivo?”, dice. “Lo que están haciendo es repartir citaciones solamente”.
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Pero lo que está en juego sigue siendo muy real. Un informe de la ACLU de 2020 reveló que las personas negras seguían teniendo 3,6 veces más probabilidades de ser detenidas por posesión de cannabis que las blancas, incluso en los estados con acceso legal.
Mientras el sistema intenta ponerse al día, Ice sigue avanzando. Con sus socios. Con su dispensario. Con su misión. Siempre con la misma mirada firme: poder, justicia y supervivencia.
Vía Forbes, traducido por El Planteo
Fotos cortesía
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