Chilecito: Un Valle Andino Entre la Megaminería y el Cannabis Sostenible
Por Nicolás José Rodríguez y Rolando García.
A principios de la década del 2000, los habitantes del valle argentino de Chilecito se convirtieron en un símbolo de la resistencia medioambiental con su grito de «Agua sí, oro no».
La gente de Chilecito se oponía a un proyecto minero que pretendía utilizar millones de metros cúbicos de agua de glaciar. Finalmente, la empresa minera abandonó sus planes en 2007, y desde 2018, en el Valle de Chilecito se cultiva cannabis sostenible, una alternativa económica que es respetuosa con el medio ambiente.
El mejor vino… Y el mejor cannabis sostenible
En una entrevista exclusiva con El Planteo, Benjamin Enrici, CEO de Agrogenética Riojana, habló sobre cómo el cultivo sostenible de cannabis está transformando el Valle. Fundada en 2009, esta empresa de capital mixto forma parte de una red de invernaderos locales que proporcionan plantas y formación a las granjas locales.
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“Estamos en La Rioja, una provincia chica, con un clima seco y mucho sol, que es excelente para cultivar y procesar cannabis de grado farmacéutico. Vemos al cannabis medicinal como una alternativa para los productores locales, para conseguir precios más altos para sus productos”, nos cuenta Enrici, mientras caminamos por los numerosos invernaderos llenos de genéticas experimentales de cannabis de todo el mundo.
“Ya elaboramos algunos de los mejores vinos del mundo, ¿por qué no cannabis?”, dijo el agrónomo, refiriéndose a los vinos de Argentina, mundialmente conocidos, como el Torrontés, el Malbec, el Tempranillo y el Cabernet Franc, entre otros.
Cannabis sostenible, hecho en el Valle de Chilecito
En lugar de centralizar la producción, la empresa conecta una red de pequeñas y medianas empresas del Valle con compañías de cannabis e inversores, que buscan realizar experimentos genéticos en condiciones controladas.
Cultivar, procesar y probar cannabis en entornos controlados es difícil, pero estar en el desierto lo hace un poco más fácil. La temperatura media, la humedad y la ausencia de lluvias hacen que el moho, la levadura, las bacterias y las plagas no crezcan fácilmente. Si añadimos esas condiciones a las habilidades de agrónomos y agricultores locales y a los métodos de cultivo de cannabis orgánico, el resultado es un gigantesco laboratorio de marihuana.
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Cóndores, loros, y cardenales amarillos se arremolinan en torno a los invernaderos y el laboratorio donde se reproducen plantas in vitro, se secan y se analizan.
El problema de Chilecito
El Valle de Chilecito está experimentando un proceso de mecanización extensiva de la producción de aceitunas y nueces, que requiere menos mano de obra, lo que se traduce en menos puestos de trabajo.
Además, y de forma contraintuitiva, la mecanización está encareciendo las operaciones para los pequeños y medianos agricultores, que acaban alquilando sus pequeñas parcelas de tierra a corporaciones alimentarias globales, con operaciones que pueden abarcar hasta cinco o seis mil hectáreas.
Aunque la producción de alimentos es ahora mayor que nunca, los beneficios no se reparten necesariamente entre los productores locales.
“El problema no es la automatización, sino la falta de acceso al crédito y el bajo valor de mercado de algunas de las materias primas que producimos acá. Si nuestros agricultores pueden producir una especialidad de alta calidad en parcelas más pequeñas, tendrán la oportunidad de prosperar”, explica Enrici.
Un agrónomo va a California y descubre oro
En 2012, Enrici viajó a Davis, California, en busca de semillas de pistacho para los agricultores de Chilecito. Allí conoció la industria del cannabis y la idea de traer este cultivo a La Rioja comenzó a fraguar.
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Fue en 2021 que Agrogenética Riojana logró registrar una variedad genética de cannabis en el Instituto Nacional de la Semilla (INASE). En 2024, la empresa obtuvo las certificaciones GMP y GFP, que garantizan que los altos estándares y las prácticas agrícolas son sostenibles y socialmente responsables.
Cannabis sostenible al pie de los Andes
Para los trabajadores y residentes de Chilecito, el cannabis fue algo nuevo.
Todo el mundo conocía el cultivo de aceitunas y frutos secos, pero la marihuana era otra cosa. Y de a poco, los tabúes van cediendo ante el empuje de una nueva generación de agricultores riojanos.
Para Belén, de 22 años, cuyos amigos de la universidad se mudaron a trabajar y estudiar a Capital Federal, el cannabis es una oportunidad para hacer algo diferente, donde “se exigen protocolos, siempre hay algo que aprender”, remarca la riojana.
Y aclara: “Muchos de mis compañeros de la universidad trabajan en el gobierno o se han ido a ciudades más grandes. Yo estoy a gusto acá, a cargo de la clonación de plantas, aprendí mucho trabajando con la empresa“.
Para Roxana y Analía, que trabajan con plantas de cannabis en su ciclo vegetativo, la industria se convirtió en una alternativa a cuidar a otras personas, trabajar en los campos de olivos o limpiar casas para ganarse la vida.
Tranquilos, es medicinal
El cannabis levantó algunas cejas al principio. Sin embargo, las noticias sobre sus beneficios se extendieron rápidamente y la aceptación de la gente fue in crescendo.
Santos, que trabaja en los invernaderos, lo explica con sencillez: “Soy la cuarta generación de trabajadores agrícolas del Valle. Llevo casi 30 años haciendo este trabajo. Hay muchas cosas que he aprendido a lo largo de los años que se aplican al cannabis… y lo que no sabemos, lo aprendemos de los agrónomos de la empresa”.
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También añadió que las actitudes se suavizan cuando la gente se da cuenta de que es medicinal. “La gente a veces levanta las cejas cuando oye la palabra ‘cannabis’, pero todo el mundo en la ciudad sabe que esto es medicinal”.
Un plan revolucionario
Lo que sucede en Chilecito es innovación cannábica, pero también puede contarse como un complot o un plan para subvertir la historia y cambiar la ecuación para la gente del Valle.
¿Cómo? Enrici lo explica: “Lo que hacemos es trabajar con compañías que están dispuestas a invertir en investigación y desarrollo de genéticas de cannabis con fines medicinales. Nosotros proporcionamos asesoramiento, tecnología y algo de infraestructura, mientras los capitales privados construyen los lugares de cultivo y los servicios asociados”.
“Colaboramos en el diseño de experimentos y programas de caza de fenotipos con compañías privadas. Las compañías pagan un arancel para operar en el área y llevar a cabo investigaciones a una fracción del costo de hacer lo mismo en Europa, Canadá o cualquier otro lado en el mundo“, agrega.
¿Por qué en Argentina? “La mayoría de las empresas aquí están en un camino hacia registrar genéticas de cannabis. ¿Por qué? Porque Argentina es uno de los dos—sino el único del mundo—países donde se puede patentar una variedad de cannabis legal, a mitad de precio”, dice Enrici.
Una cadena de suministro regional
Enrici está sentado en su despacho mirando un mapa de Brasil. Ruido de mate… Estratégico, ve el mercado vecino como una oportunidad para que los productores locales de cannabis vendan sus productos a un precio más alto.
Agrogenética ya ha lanzado una marca de aceite de cannabis farmacéutico llamado “Federal“, que se vende con receta.
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Ahora su objetivo es llevar estructuras de costos eficientes y de alta calidad a través de la frontera entre los dos países. Proveedores locales, cadenas de valor regionales, valor agregado y apalancamiento del privado en el Estado. Así la ve Enrici.
Con una población de 215 millones de habitantes, Brasil tiene el mayor mercado de cannabis de Sudamérica. Y por cierto, Brasilia ha empezado a suavizar la normativa de los productos derivados del cáñamo que contienen CBD.
Números que cuadran
Más allá de los mercados mundiales, Enrici prevé un futuro verde para los agricultores locales si Argentina regula el mercado de flores para los pacientes inscritos en el REPROCANN, el registro de pacientes y organizaciones de cuidadores, que depende del Ministerio de Salud.
“Podemos producir una flor de alta calidad, toneladas de flores, sin afectar al medio ambiente y podemos colocarla en las estanterías de los pacientes y ONGs de todo el país“, dijo Enrici.
“Tenemos la escala, la calidad y la consistencia para superar en precio a los productos no regulados y proteger la salud pública”, deslizó el ingeniero.
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Y, efectivamente, parece tener razón. Una vez que estos dos cronistas concluyeron la entrevista e hicieron números, descubrieron que el gramo de flor de cannabis puede producirse 26 veces más barato en el Valle de Chilecito que en el resto del país.
Vía Benzinga, traducido por El Planteo
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