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Cannabis

Martín Piroyansky Habla de Porro, Viajes de Ácido, el Peligro del MDMA y Adelanta su Nueva Serie

Por Natalia Kesselman

Martín Piroyansky Habla de Porro, Viajes de Ácido, el Peligro del MDMA y Adelanta su Nueva Serie

✍ 20 January, 2023 - 10:33


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Cafecito en mano, Martín se loguea al Zoom, cansadísimo pero bien predispuesto. No para de laburar. Nunca para de laburar. Oriundo del barrio de Flores y nacido en el año 1986, el actor, director y guionista porteño vive en un flash de producción constante.

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Para los ’90, el pequeño Piro ya habitaba las pantallas de todos los hogares con Magazine For Fai, programa que vio nacer grandes nombres del cine y la TV como Julieta Zylberberg, Violeta Urtizberea, Laura Cymer y Martín Slipak, entre otrxs. Básicamente, el Disney Club argento.

Y aunque de niño ya era conocido, la palabra “Piroyansky” comenzó a escucharse en boca de cinéfilxs a partir del 2006, tras protagonizar la comedia Cara de Queso, donde Martín se hizo fama de judío gracioso.

XXY

No obstante, su apellido empezó a reverberar fuerte en 2007 gracias al boom desencadenado por XXY, el controversial largometraje de Lucía Puenzo. En el “infame” film, Álvaro (Martín) se enamora de un personaje intersexual (Inés Efron) y juntxs protagonizan una cruda escena sexual que movió la pantalla.

Quizás recuerden la tragicómica línea de Ricardo Darín: “Ella estaba arriba, rompiéndole el culo al hijo de tus invitados, ¿lo entendés o te lo dibujo?”.

El hijo de los invitados era el personaje de Martín.

Aquella fue una película disruptiva: con un Premio Goya y una nominación a los Oscar, no resultó una sorpresa que resonara a nivel internacional. Así, XXY le profirió al joven de 21 años el estatus de “actor serio”.

Después de eso, ¡púm! para arriba.

De indiedarling al mainstream

En 2009 estrenó su corto No Me Ama, un hit rotundo entre la juventud que comenzó a establecerlo como escritor y director, además de performer. Otra cosa que hizo fue perfilarlo como indiedarling.

[Indiedarling: persona que hace principalmente cine independiente y es especialmente querida por la comunidad indie y amantes del cine en general.]

A posteriori, vinieron muchas pelis indies, pero también grandes producciones con casts súper conocidos, como Mi Primera Boda (2011) y Vino para Robar (2013), ambas dirigidas por Ariel Winograd.

Finalmente, en el año 2014, terminó de romper la fina membrana que lo separaba del mainstream: Voley, el largometraje dirigido, escrito, y actuado por él estuvo en todos los cines.

Hoy, con 34 años (aunque él dice siempre haberse sentido más viejo) y con más de 40 títulos bajo su ala, está completamente establecido en ambos circuitos del cine.

Sin embargo, a pesar de tener un trillón de entrevistas encima, Martín nunca había hablado de porro en los medios. La única vez que le insinuaron la temática, dice, fue puramente para levantar polémica.

Esto no quiere decir que no estuviera dispuesto a hacerlo… A veces lo único que hay que hacer es pedirlo bien.

¿Por favor, Martín, te copás a hablar de porro?

Martín habla de porro

“Mi primer porro fue en el secundario, obviamente”, dice con una risita.

Su iniciación en el cannabis se dio con su mejor amigo de aquel entonces y, como es característico de la primera vez, el porro no le pegó tanto. De hecho, le tomó un par de sesiones identificar su efecto.

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“Quizás las primeras veces pega menos”, señala. “Hasta que, bueno, te pega como nunca más te va a pegar en tu vida”, completa con conocimiento de causa.

Fumar marihuana, describe, le abrió un portal a un sector de la cultura que estaba atravesado por esa vibración especial. Algo que podía atisbar desde afuera, pero no tocar.

“Entendés un montón de chistes que estaban en lista de espera. Un montón de canciones. Te abre una sensibilidad nueva”, explica. Y añade: “Es un poco como lo que pasa con el LSD”.

Entre las cosas a cuyo re-entendimiento el porro aportó, el actor postula a Los Simpson (“Son la Biblia”). Y, aunque nunca fue un fumón, siempre estuvo rodeado de gente que fumaba mucho.

“Tuve un roommate que se despertaba a la mañana y fumaba, y fumaba absolutamente todo el día, hasta que se iba a dormir. Por momentos, yo lo acompañaba, pero nunca fui de fumar en exceso”.

Ha llegado a tener plantas, eso sí. Unas lindas plantas que unos amigos le llevaron a la casa. “En esa época quizás sí fumaba bastante más que ahora”, reconoce. Así y todo, cree que consumir siempre de la misma cepa le empezó a pegar extraño: “Había algo que se repetía de ese mismo ADN”.

Hoy por hoy, Martín no fuma mucho, pero siempre tiene.

“Es loco, yo necesito saber que tengo en mi casa, aunque quizás paso una semana entera sin fumar”, explica. “No es que necesito fumar todos los días, pero un poquito tengo que tener”.

Si bien admite que solía visitarlo cotidianamente gente que fuma mucho (“Si se arma, yo siempre fumo”), ese no es el caso en cuarentena (“Pocas veces lo hago solo en mi casa”).

Además, agrega que, en este momento de “estabilidad emocional finita”, como él lo llama, a veces tiene miedo que el porro le active para un lado que no le gusta. Aunque nunca tuvo un mal viaje fuerte prefiere, hoy y siempre, beber que fumar.

Y hablando de viajes…

¡Bon voyage!

“Los viajes de ácido me… flashean” dice riéndose, a falta de una mejor palabra. Y ha tenido varios.

Martín vive los trips con tal intensidad que hasta puede recordarlos. Esto, según explica, es inusual: “Tengo bastante mala memoria, o muy selectiva”.

Su primera pepa la tomó con un amigo y se fueron a planes distintos. Martín fue a un cumpleaños en un S.U.M. muy cheto en Belgrano, al que cayó solo y muy drogado, pero contento. Más entrada la noche se reencontraron en una fiesta en un sótano que celebraba el cumpleaños de Madonna.

“Recuerdo llegar, que esté mi amigo, bailar Madonna y decirle: ‘¡Entendí Carretera Perdida! ¡La entendí!'”, llama a la memoria abriendo los ojos con gesto iluminado. Sin embargo, se lamenta: “Cometí el error de no anotarlo. De hecho, ni le dije qué era lo que había entendido… y después no me acordé nunca más”. Como un sueño brillante, del que se puede evocar perfectamente la situación y la sensación, pero no la data.

Desde entonces, dice haber tenido muy buenos trips en la playa, en Uruguay. Todos los años era un plan ir a pasar las fiestas o el verano a Playa Verde, y siempre se festejaba el día.

Describe recuerdos de flotar cerca de la orilla teniendo pensamientos muy intensos, mirando a las familias. Y también atardeceres. Una cosa que Martín destaca de la experiencia del LSD son los cielos: “Parece que cambian ese día”.

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Pero como suele pasar con la pepa playera, el día se hace eterno y, cuando cae la noche, unx se encuentra en un estado impresentable. A la hora de tocar tierra, la reinserción en sociedad se torna difícil. Hacés cosas que te parecen re normales, pero en realidad son medio un papelón. Y la gente medio que te mira.

Desde darse cuenta que estaban sentados “en una cuneta por donde en otros momentos pasaba agua sucia, como rancheando ahí en la calle, en un lugar que no daba” hasta aparecer entre la gente vestida para cenar con “una amiga que parecía desnuda porque tenía como un buzo y abajo estaba en piernas y ojotas, como algo íntimo delante de todo el mundo”, Martín sabe lo que es sentirse fuera de lugar a la hora de aterrizar.

“Una cosa que aprendí es que no tengo que tomar pepa si soy el cumpleañero, el anfitrión. Es una mala combinación”, canta al son de la experiencia. “Y entendí que la pepa la tomo de día y en la naturaleza. Si no es así, si es en un departamento de noche, es un desperdicio de neuronas y de energía”.

Pero aunque toda la vida prefiera la pepa diurna, admite que también ha tenido grandes viajes de ácido urbanos y nocturnos.

“Tomar pepa en Mar del Plata de noche y caminar por la ciudad fue espectacular”, dice, recordando una noche de gira en la ciudad costera.

Pánico y locura en La Feliz

Cae el sol en La Feliz. Martín y su grupo de amigxs se frenan al lado del casino. Pícarxs, dividen los cartones e ingresan al recinto.

“Entramos al casino re caretas y yo me puse a jugar al blackjack en una mesa. Estaba sobrio, no me sentía drogado para nada”, comenta. Tranquilo, se levantó y fue al baño a hacer pis.

Dicen que, en los sueños lúcidos, una de las mejores formas de tomar control del subconsciente es mirarse las manos. A Martín le pasó exactamente lo opuesto: se miró las manos y la pepa quedó al volante.

“Me quedé quince minutos mirándome las venas de una mano en un mingitorio. Cuando me di cuenta me imaginé a unos de seguridad mirando por unos monitores, viendo a un pibe quince minutos meando y mirándose la mano… Y ahí empezó la noche. Volví a la mesa y ya estábamos todos re locos”, relata.

Había llegado la hora de dejar el casino.

Como era temporada baja y no tenían idea para dónde arrancar, pidió en Twitter que le recomendaran lugares. “No sabíamos a donde ir, era muy el Mar del Plata de los marplatenses”, comenta. Por supuesto, las respuestas no tardaron en llegar.

“La gente empezó a escribir en Twitter: ‘andá a tal bar, andá a tal otro’, un montón de personas empezaron a comentar y fuimos a TODOS los lugares. Íbamos a uno, estábamos un rato, nos reíamos mucho de situaciones que veíamos. Caminábamos. Íbamos a otro. Así fuimos a todos los bares de Mar del Plata que estaban abiertos y terminamos en el Pump It Up del centro jugando, ya de día”.

Mientras jugaba al Pump It, quizás por primera vez, pasó lo que ya sabemos: se empezó a hacer consciente de que su comportamiento no era del todo normal.

“De pronto vi a unos nenes que estaban esperando para jugar mirarme y me sentí un señor ridículo. Ahí dije ‘Ya está. Ok. Se terminó. Hora de ir a dormir’”, se ríe.

El MDMA te endeuda

La relación de amor y confianza que tiene con la pepa no la tiene con el éxtasis, o MDMA.

“El MD es medio traicionero, no es una droga muy noble que digamos… el MD te endeuda”, explica, eligiendo sus palabras con cuidado. “Como que vos lo tomás y la pasas súper: pega bien o pega bien”.

A su vez, reconoce que existe el caso aislado donde pega mal, “pero lo más normal es que sea placentero”.

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“Al día siguiente estás medio extrañado, pero bien. Un poco adormecido, no entendés del todo si estás contento o no… Y a los dos días de haberlo tomado, pagás la deuda, y la pagás mal. Es una deuda muy alta, enfatiza.

Martín jura haber tenido experiencias espantosas a la hora de bajar de una toma de MDMA. Incluso, mucho peores que un mal viaje de pepa.

“Unos bajones onda despertarme y no entender por qué existo, por qué estoy vivo. No tener motivo para vivir… Hasta que dije: ‘Ah, hace dos días tomé MD y por eso hoy estoy triste’. Ese nivel de bajón no lo viví con ninguna otra sustancia”.

Aunque a veces introspectivos (“La droga te empuja un poquitito a decir ‘Che, fijate acá qué es lo que no estás viendo’”), estos bajones le han dejado un sabor amargo. Por eso, hoy en día trata de no tomar MD. Aunque, dice, si está en una fiesta en la que todxs están en esa, quizás toma, tratando siempre de “no zarparse”.

De todos modos, las fiestas ya no existen… Así que toda la energía de Martín está puesta en producir.

Porno y helado: una serie de nunca acabar

Actualizado el 10/03/2022

Como ya se dijo, Martín siempre se trae algo entre manos. Y ni la cuarentena ni la pandemia lo detuvieron: estuvo súper ocupado, trabajando en un proyecto enorme que viene de larga data.

“Estoy escribiendo una serie… Pero hace un montón que estoy escribiéndola, así que ya voy por la versión número mil de cada capítulo. Ahora estoy con el último y ando como los maratonistas, llegando a la recta final, ya por tirar la toalla, pero queda nada. O sea, ya está”, le contaba agobiado Martín a El Planteo hace un año y monedas.

Al momento de la entrevista, la serie llevaba 13 años escribiéndose y aun no tenía nombre. Hoy, se llama ‘Porno y Helado’, estrenará mañana, 11 de marzo, por Amazon Prime, y cuenta con la actuación de la superdiva argentina Susana Giménez.

Hace 10 años grabó lo que originalmente había concebido como una peli, pero que acabó siendo el piloto de la serie. El material quedó guardado una década porque “era muy grande para producir, pero cuando apareció el boom de las series se empezó a mover un poco más”.

Hace más o menos cinco años, Martín desempolvó el guión y comenzó a reescribirlo desde cero con otros dos chicos. Esta reformulación la hizo junto a Rodrigo Moraes y Martina Lopez Robol y, según cuenta Martín, haber incorporado una escritora hizo una enorme diferencia. No sólo porque se dio cuenta que necesitaba una perspectiva femenina para que el producto final no fuese machirulo, sino porque, según dice, él también aprende un montón de las sesiones de escritura.

“Está bueno tener a alguien experto en eso. Ella es una guionista muy talentosa y aparte es muy militante del feminismo, está muy informada. Entonces es una mirada muy buena que me sirve no solo para el proyecto, sino también a mí como persona”.

Ese nuevo saber queda plasmado en su obra, no sólo al crear personajes femeninos tridimensionales. También hace un esfuerzo por diferenciar lo que es el carácter de un personaje en sí de lo que es el mensaje de la serie como un todo.

“Porque la serie es la que tiene el discurso: qué piensa la serie de la mujer, qué piensa del hombre… Un personaje puede ser machista. El tema es que sea señalado como tal y que la serie no termine diciendo ‘Che, el machista tiene razón’”.

Otra cosa que a Martín le parece importante a la hora de crear es que las ficciones sucedan en mundos donde el feminismo sea moneda corriente. Mundos con esa impronta ya arraigada.

En vez de esas películas o series didácticas donde se le explica a los personajes qué están haciendo mal, los mundos que se muestran en la pantalla para incitar al progreso social en el arte tienen que reflejar roles indistintos. Padres y madres que hacen las mismas tareas. Si hay personajes machistas, son ‘los raros’”.

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De todos modos, Martín dice -muy respetuosamente- que no se siente cómodo hablando de feminismo. En vez de llenarse la boca y agitar una bandera, el actor, director y escritor prefiere producir una serie bien contada. Y que su obra hable por él.

Foto: Dagurke

Publicación original: septiembre 2020

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ACERCA DEL AUTOR

Natalia es Editora Ejecutiva, redactora, y parte del Alma Mater de El Planteo.

Tiene un título de Diseño de Indumentaria de la UBA, una carrera en joyería contemporánea, y es fabricante de cuchillos de lujo.

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