Crianza y Psicodélicos: Madres y Padres Luchan contra el Estigma y Construyen Redes en Familia

“Ser madre es la experiencia más psicodélica que alguien puede tener en su vida”, dice Marcela Bonancio, una psiconauta de 42 años que es madre de un chico de 23. “Incluso las que no toman psicodélicos, solo por ser madres ya están viviendo una experiencia completamente psicodélica”, filosofa mientras comparte sus experiencias dentro de la crianza con psicodélicos.

Marcela no se ha dado cuenta de esto hasta hace poco. A pesar de haber sido madre durante más de 20 años, no comprendió los efectos psicodélicos en carne propia hasta el 2021, cuando probó la psilocibina y el MDMA por primera vez en un intento de sobrellevar mejor el dolor por la pérdida de su padre, víctima de COVID un año antes.

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Lxs psiquiatras a quienes Marcela consultó cuando estaba de luto le recetaron antidepresivos clásicos. “Después de un año, quise dejar los medicamentos de etiqueta negra [que suelen llevar advertencias especiales debido a sus efectos secundarios o potencial de abuso], pero necesitaba encontrar alguna alternativa para no sentirme tan mal”, cuenta. No solo se liberó de los medicamentos controlados y del miedo a experimentar con psicodélicos, sino que también se convirtió en una entusiasta del tema y decidió estudiarlo. Hoy en día, es estudiante de la maestría en neurociencia con enfoque en psicodélicos en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Entre sus compañerxs de clase, que tienen de media la misma edad que su hijo, la admiran por ser una madre que usa y estudia psicodélicos. “Ojalá mi madre fuera como tú, no paran de decir”, comparte. Pero a su hijo nunca le ha interesado participar en un ritual.

“Todo lo que hacen lxs padres da un poco de cringe, esa cosa de que si mi mamá lo hace entonces no es muy cool”, dice Marcela, que a pesar de no compartir experiencias prácticas de psicodelia con su hijo, mantiene conversaciones sobre reducción de daños y deja la puerta abierta para cuando la curiosidad aprieta. “Mi hijo no le teme a la sustancia, sino al cambio que viene con la sustancia; él dice que, si algún día tiene ganas, me buscará”.

¿Las plantas forman parte de la familia?

Con la popularización de los psicodélicos, cada vez es más habitual que padres y madres los utilicen como herramientas para experimentar y ofrecer versiones mejoradas de sí mismxs como ciudadanos y, por supuesto, también como cuidadores. La crianza con psicodélicos brinda una conexión espiritual estimulada por el contacto con la psilocibina y la ayahuasca. Por ejemplo, proporciona un estado de autoobservación que es la base para cultivar la paciencia, la delicadeza, la gratitud y el cuidado, todas ellas características muy bienvenidas en la crianza de lxs hijos.

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“La ayahuasca tiene eso de abrirte el corazón y volverte más afectuoso, lo que se refleja en mi crianza”, dice Gustavo Teixeira, daimista desde hace 18 años. Diez de ellos con su mujer, Branca, que siguió tomando la amarga bebida durante todo el embarazo del hijo de la pareja, que ahora tiene siete años. “La gente piensa que te vas a volver loco, que vas a perder la lucidez, y es todo lo contrario, el Daime [bebida sagrada utilizada en rituales religiosos del Santo Daime, basada en la ayahuasca] expande tu conciencia, aumenta tu lucidez para ser mejor persona, mejor hijo y también padre”.

No hay escapatoria. Construir una nueva sociedad más justa, igualitaria, pacífica y amorosa pasa necesariamente por redescubrir y normalizar la psicodelia. Y también por una actualización de las bases de la crianza, especialmente en lo que se refiere a una mayor implicación y participación de lxs adultos responsables en la vida de sus hijxs y de su familia, contribuyendo así más ligeramente a la maternidad.

Este cambio de paradigma en la vida de quienes practican la crianza psicodélica ha generado una serie de reflexiones, que van desde pensar en la familia de una manera más amplia, con varios tipos de configuración, hasta aceptar la diversidad de lxs niños, que son tan diversos como lxs adultos. “¿Vamos a aceptar el tabú? ¿Comprar el estigma de que el tema de la psicodelia no puede involucrar a lxs niños?”, se pregunta el sociólogo Glauber Loures que, junto con su esposa Jaqueline y sus tres hijos de seis, cuatro y dos años, vive en una comunidad Oaskeira, en Minas Gerais.

Loures es una figura conocida internacionalmente por su contribución a los estudios psicodélicos. Cree que comprender la inclusión de las familias en la revolución psicodélica será muy importante para el futuro de nuestra sociedad. Comparte la idea de promover el debate sobre drogas y la educación para la reducción de daños, con el fin de preparar a las nuevas generaciones para la realidad de que los psicodélicos se han extendido y ya forman parte de la sociedad, independientemente de la aprobación gubernamental.

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“La relación entre las familias y las plantas es lo más antiguo que existe. Queremos romper estigmas y concientizar sobre estos temas para cambiar la mentalidad de quienes viven en el norte global”, afirma, considerando el sur global “el lugar más psicodélico del mundo”. “Vamos a tomar los ejemplos de las formas de vida de los pueblos indígenas y a reinventar los espacios”, propone.

Sugiere empezar por las conferencias psicodélicas internacionales que ignoran la necesidad de crear espacios adecuados para acoger a lxs niños, donde acaban excluyendo a las madres y haciendo de estos eventos entornos donde la presencia de hombres es abrumadoramente mayor que la de mujeres. Esto también ocurre en otros sectores, pero en este caso se trata de eventos psicodélicos para discutir nuevas visiones del mundo, por lo que estas conferencias necesitan responsabilizarse de un cambio más profundo a partir de las bases sociales fundadas en las familias.

Crianza y psicodélics: Cómo se rompen los estigmas

Con esta idea, Loures creó una comunidad virtual para fomentar el debate sobre el tema, que ya cuenta con miembros en América Latina, Europa y Estados Unidos. La PPC (Psychedelic Parenthood Community) promueve foros mensuales para criadores psicodélicos, círculos quincenales de intercambio con madres y padres racializadxs y LGBTQIA+, un círculo mensual para madres y, en una segunda fase, planea crear retiros para criadores psicodélicos.

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“Un espacio seguro para que las familias psicodélicas puedan estar libres de cualquier estigma, donde puedan sentirse seguras y donde podamos luchar por una ciencia psicodélica que incluya a niñxs y adolescentes”, dice Loures, que es muy consciente del estigma que supone ser padre de una familia psicodélica. El episodio más reciente ocurrió cuando tuvo que contratar a una niñera evangélica, que fue a pedir autorización al pastor para trabajar en la casa y se la denegó.

“Con el tiempo, los prejuicios se disipan en la práctica”, afirma el documentalista Gustavo Castro, que forma parte del PPC y es padre soltero de dos adolescentes. “Mis hijos siempre han sido buenos estudiantes, siempre han sido socialmente muy aceptados porque demuestran valores de amistad, de espíritu colectivo; y la comunidad Daime tiene mucho mérito en esto, porque cuando van a la comunidad escolar se relacionan sobre una base más colectivista, son agregadores, responden bien a lxs profesores y esto ha ido derribando los estigmas”.

El espacio meditativo de calma y paciencia que proporcionan las experiencias con psicodélicos ayudaron a Castro a afrontar los retos de la crianza en solitario y a desarrollar una comprensión de su condición. “Los psicodélicos crean conexiones neuronales que nos ayudan a entender que no hay normas establecidas para la crianza. Estoy muy agradecido a Daime y al cannabis por ayudarme a ser quien soy hoy”, afirma Castro, que mantiene un diálogo abierto con sus hijos sobre lo que convencionalmente llamamos “drogas”. “En casa, incluso me ayudan a regar las plantas de cannabis”.

Sofía Zerbino, de Uruguay, se unió a PPC porque es la primera y única comunidad que habla de crianza con psicodélicos en el mundo. “Mi objetivo es contribuir a la construcción de un espacio inclusivo y de cuidado comunitario contra cualquier tipo de discriminación, y esto implica abordar cuestiones de género, porque somos las madres, las mujeres, las que cargamos con la mayor responsabilidad y trabajo en el cuidado de lxs niños y ancianos, y las que recibimos el mayor desprecio y rechazo de la sociedad cuando elegimos un camino como éste”.

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Sofía es madre de cuatro hijxs de entre seis y nueve años, y cree que hablar de crianza con psicodélicos ayudará a convertirnos en una sociedad más inclusiva, respetuosa, culturalmente abierta y amorosa. “En casa hablamos del Dios cristiano, del Dios judío, de yoga, de dinosaurios, de fútbol, de psicodélicos, de ‘drogas’, de Harry Potter, de superhéroes y de princesas con naturalidad. En casa, nos aceptamos como somos”.

Vía Breeza, traducido por El Planteo

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