La Ketamina: Una Nueva Forma de Tratar la Depresión Mayor Resistente
En la actualidad, la depresión constituye una de las principales dolencias. Esta patología, potencialmente mortal, representa un enorme riesgo para quienes la sufren y, sin lugar a dudas, un desafío médico. Existe una enorme diversidad de tratamientos y fármacos antidepresivos, orientados por lo general a elevar los niveles de serotonina y noradrenalina.
No obstante, hay evidencia científica de que la eficacia de los mismos es limitada.
Un estudio de 2015, que analizó en gran escala la aplicación de prácticamente todos los antidepresivos disponibles, reveló que tan sólo el 55% de los pacientes responde satisfactoriamente a los tratamientos basados en la ingesta de este tipo de fármacos.
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“A menudo, las terapias convencionales no funcionan debido a la dificultad que tiene el paciente para abrirse, o para acceder a contenidos más profundos de su psiquis”, explica Bruno Rasmussen, director médico de la Clínica Beneva, una empresa basada en Brasil que ofrece opciones de terapia psicodélica para las personas que se enfrentan a la adicción, todo en un entorno hospitalario.
“Aquí es donde entra la posibilidad de la terapia asistida por psicodélicos, que ayuda al paciente no solo a conectarse consigo mismo de una manera más profunda, sino que también conduce a una apertura de mente, facilitando la comunicación con el terapeuta y llevando la sesión de terapia a un mayor nivel de rendimiento y eficiencia”, agrega Rasmussen.
Esto confirma la necesidad de elaborar tratamientos alternativos a los convencionales. Una serie de investigaciones desarrolladas en las últimas dos décadas confirman que la ketamina, una droga disociativa con efectos potencialmente alucinógenos que desde los años 60 es utilizada como anestésico, podría contribuir al tratamiento de la depresión en pacientes que se resisten a los tratamientos tradicionales.
¿Qué es la depresión mayor resistente?
La mayor parte de las personas se ha sentido alguna vez triste, frustrada, melancólica o infeliz.
Estos sentimientos, que tienden a generar una sensación de bajo estado de ánimo, son normales siempre y cuando puedan superarse sin influir considerablemente sobre las vidas de los individuos.
Sin embargo, cuando persisten por un tiempo prolongado, interfiriendo en la vida cotidiana y en el modo en que funciona el cuerpo, es posible que se esté frente a un caso de depresión mayor.
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En efecto, la depresión mayor ha sido definida como un trastorno mental que influye directamente sobre el estado de ánimo de las personas y que incluye una amplia variedad de síntomas, como la tristeza, el retraimiento social, la irritabilidad, la fatiga, la falta de interés y de libido, la pérdida del disfrute en la realización de actividades y los sentimientos de fracaso e inutilidad.
Se considera que el trastorno depresivo es mayor cuando el paciente presenta al menos cinco de los síntomas indicados persistentes durante un periodo mayor al de dos semanas, imposibilitando el desarrollo normal de su vida cotidiana.
Existe consenso en que la depresión mayor presenta una etiología compleja.
Entre los factores que los factores que la desencadenan, se destacan aquellos de carácter psicosocial (eventos estresantes que pueden producir cambios en la fisiología y la estructura cerebral), así como aquellos de carácter genético (predisposición hereditaria) y de carácter biológico (alteraciones químicas en el Sistema Nervioso Central, el Sistema Inmunológico y el Sistema Endocrino).
Sean cuales sean los factores desencadenantes de esta enfermedad, hay evidencia que la asocia con el deterioro neuronal y las dificultades que éste genera en la realización de adaptaciones adecuadas para el funcionamiento normal del Sistema Nervioso Central.
Este trastorno constituye uno de los padecimientos mentales más frecuentes en las sociedades contemporáneas. En efecto, se estima que aproximadamente una de cada diez personas a nivel mundial sufre de depresión mayor, siendo más preponderante en la población de género femenino que en la población de género masculino.
Los riesgos de la depresión mayor pueden ser graves. Las personas afectadas por este trastorno suelen presentar impedimentos para realizar sus actividades cotidianas debido a los bajos estados de ánimo que esta produce. Asimismo, es preciso considerar que la depresión mayor tiende a inducir a quienes la sufren a conductas autodestructivas, siendo el índice de suicidios mayor en esta población que en el resto.
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Entretanto, se estima que las personas con depresión mayor tienen tres veces más el riesgo de suicidio que las personas que no sufren ese tipo de trastornos. Esto da cuenta de la necesidad de tratar esta patología de manera adecuada.
En las últimas décadas, ha incrementado el interés por desarrollar diferentes modelos de atención a este mal. Esto se debe, principalmente, al hecho de que los modelos convencionales de tratamiento, basados en una combinación de psicoterapia –por lo general de carácter cognitivo-conductual– y la administración de fármacos antidepresivos, suelen poseer una eficacia limitada. De acuerdo con un artículo publicado en la revista Biological Psychiaty ante la ausencia de respuesta a los tratamientos contra la depresión mayor, es posible hablar de depresión mayor resistente o refractaria.
En los casos en que el tratamiento convencional no responda, existen diversas estrategias farmacológicas recomendadas, como el incremento de las dosis, el cambio a otra droga antidepresiva y la combinación del antidepresivo con otros fármacos en virtud de potenciar el tratamiento.
En las últimas décadas, muchas investigaciones han puesto el foco en tratamientos con fármacos alternativos. Tal es el caso de los tratamientos asistidos por la ingesta de ketamina, una droga disociativa que tradicionalmente se emplea como analgésico.
No obstante, si el uso de esta sustancia para el tratamiento de la depresión mayor resistente resulta controversial, tanto por su potencial empleo como droga recreativa, que ha cobrado popularidad a partir de los años 70, como por su riesgo de producir adicción.
A continuación, se indagará en el mecanismo de acción de la ketamina para el tratamiento de esta patología y se revisará una serie de estudios que proveen evidencia en torno a su efectividad para tal fin.
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La ketamina como forma de tratar la depresión mayor resistente
La ketamina es una sustancia derivada de la fenciclidina. Fue sintetizada por primera vez por Calvin Stevens en el año 1962 y utilizada en la práctica clínica por Corsen y Domino en 1965. Esta droga, que ha sido clasificada como analgésico disociativo, es empleada usualmente en tratamientos quirúrgicos como analgésico y como anestésico, siendo su principal mecanismo de acción mediante el antagonismo NMDA-R.
No obstante, tal como se ha indicado, hacia los años 70, la ketamina comenzó a utilizarse como droga recreativa, obteniendo una mala reputación al ser considerada como sustancia de abuso. Esto impidió el desarrollo de la investigación clínica en torno al uso de la ketamina para tratar la depresión mayor resistente.
En efecto, los primeros ensayos clínicos sobre el uso de la ketamina para tratar la depresión fueron publicados en el año 2000 por Berman, Cappiello y Anand.
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Este trabajo mostró por vez primera que, administrada en dosis subanestésicas de 0,5 mg/kg, esta droga poseía además efectos antidepresivos. Este estudio abrió paso a la investigación en torno a los usos de la ketamina para el tratamiento de pacientes con trastornos depresivos que reveló resultados prometedores debido a sus efectos clínicos rápidos y sostenidos en el tiempo.
En la actualidad, son varios los trabajos que consideran a la ketamina como un mecanismo terapéutico novedoso para tratar la depresión mayor y una alternativa viable para hacer frente a la depresión mayor resistente.
En 2013, un ensayo clínico aleatorizado, liderado por Murrough, utilizó midazolam, un fármaco frecuentemente utilizado como ansiolítico y analgésico, como placebo activo para evaluar los efectos de la ketamina en pacientes con trastornos de depresión mayor resistente.
De acuerdo con los resultados de este trabajo, los pacientes que recibieron ketamina tuvieron una mejoría considerablemente mejor que la de aquellos que recibieron midazolam en las 24 hs. posteriores a la administración de estas drogas.
Por caso, la tasa de respuesta del subgrupo que recibió ketamina alcanzó el 64%, mientras que el subgrupo que la del subgrupo que recibió midazolam se mantuvo en un 28%.
Asimismo, los pacientes que recibieron ketamina mantuvieron las mejoras varios días después de la infusión, aunque no se encontraron diferencias significativas entre ambos grupos tras los siete días de postratamiento.
Estos datos coinciden con los relevados por la revisión bibliográfica en torno al manejo de la depresión mayor resistente mediante la administración de ketamina, desarrollada en 2016 por un grupo de científicos españoles, de acuerdo con la cual, las tasas de respuesta de los tratamientos que emplean esta sustancia varían entre el 64% y el 70%.
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Tal como indican Abdallah y colaboradores, existen diferentes vías de administración de la ketamina.
La más común concierne a la administración de la infusión por vía intravenosa, pero también puede ser administrada de manera intramuscular, intranasal, intratecal y oral. Estudios realizados por Nguyen y colaboradores sugieren que la administración intramuscular responde de forma adecuada en un 76% dentro de las 24 hs. de la administración, provocando únicamente efectos secundarios leves, como cefalea transitoria y mareos.
Asimismo, de acuerdo con este trabajo, los efectos antidepresivos mediante la administración intranasal pueden llegar a ser tan rápidos como los aplicados de manera intravenosa, siendo los mínimos los efectos disociativos y psicométricos.
Todos estos estudios han sido realizados en base a la aplicación de una única dosis o un máximo de tres a seis infusiones a repetición. No obstante, quizás debido a las posibles consecuencias cognitivas de la terapia basada en administración de ketamina a largo plazo, no se tiene información precisa sobre un régimen mantenido durante meses o años.
Recientemente, la Universidad de Yale ha comenzado a realizar una serie de estudios para valorar la eficacia, la tolerancia y la seguridad del uso de la ketamina administrada por vía intravenosa e intranasal para tratar depresión mayor resistente a largo plazo. Por el momento, no se ha encontrado evidencia de deterioro cognitivo.
Posibles efectos adversos de la ketamina
Se pueden distinguir los efectos adversos de la ketamina en dos grandes grupos. Por un lado, se están aquellos riesgos inmediatos, que pueden ocurrir durante la aplicación de la infusión de ketamina. Por el otro, aquellos ligados al uso continuado de la ketamina.
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En lo que respecta al primer grupo, es preciso indicar que es una droga de vida media corta, por lo que los efectos secundarios no deseados suelen ser breves, apareciendo a los pocos minutos de administrada la infusión y eliminándose por completo a las dos horas, tal como ha observado Murrough.
Entre los efectos adversos inmediatos se han observado síntomas disociativos, sedación, cefalea, mareos, náuseas, aumento de la tensión arterial, visión borrosa, sequedad en la boca, fatiga, vómitos y dificultades en la coordinación.
En lo que concierne a los síntomas disociativos, éstos implican alteraciones perceptuales, modificaciones de la consciencia temporal y la sensación de sentirse por fuera del cuerpo.
Asimismo, se han observado algunos efectos inmediatos transitorios de carácter psicométrico, como ansiedad, disforia o euforia. La ketamina puede generar también modificaciones en la frecuencia cardíaca y en la presión arterial, por lo que resulta de particular importancia que, durante la infusión, el paciente sea sometido a un monitoreo y al acompañamiento de un anestesiólogo profesional.
Por su parte, los riesgos asociados con el uso continuado de la ketamina pueden incluir deficiencias en la memoria episódica y semántica a largo plazo.
Estos deterioros cognitivos suelen observarse en personas con alto nivel de consumo, generalmente de ketamina no comercial, vendida y consumida en las calles, y no en pacientes de tratamientos basados en la infusión de ketamina, que suelen estar bajo la supervisión de un profesional o de un equipo de profesionales de la salud.
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El abuso crónico de la ketamina puede producir también lesiones y ulceraciones en el sistema urológico, provocando síntomas como incontinencia urinaria, poliuria y hematuria, tal como revela un estudio que analiza la toxicidad de esta sustancia en usuarios recreativos con consumo continuado.
El temor a estos posibles efectos adversos a largo plazo y las pocas investigaciones existentes en torno al uso continuado de la ketamina, principalmente focalizadas en los efectos adversos en personas que mantienen un uso abusivo de la droga, confirman la necesidad de seguir estudiando esta sustancia y los riesgos que puede traerle al organismo.
Futuras investigaciones a este respecto podrían abrir las puertas a tratamientos contra la depresión mayor resistente basados en el consumo continuado de la ketamina, así como a la elaboración de protocolos estandarizados de administración para garantizar su uso seguro en tanto fármaco.
Foto por Jr Korpa vía Unsplash
Publicación original: octubre 2022
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