Cómo los Psicodélicos Están Reavivando el Judaísmo
Por Madison Margolin
“Un rayo en el cerebro” es como Zac Kamenetz describe su primera experiencia mística. Tenía sólo 15 años y estaba en un viaje juvenil a Tierra Santa, mirando el sitio arqueológico de Tel Gezer en las colinas de Judea. “En ese momento, sentí que mi cerebro se abría a una nueva realidad: Dios es real”. La epifanía llegó en un instante fugaz, dice, “pero el trabajo de integración ha durado toda mi vida”.
Desde ese momento, una pregunta ha dado forma al arco del trabajo de la vida de Kamenetz: ¿Cómo los “estados de conciencia no ordinarios”, como él los llama, informan o mejoran nuestra experiencia de la religión?
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Proveniente de una familia judía nominalmente reformada, el roce del adolescente con lo divino fue un viaje desde adentro. Al azar, si se quiere. Sin estar seguro de qué hacer con esto, inmediatamente se puso un yarmulke (kipá). Ha estado usando una desde aquel entonces.
En busca del fuego místico
Esperando en la cola para el café en la famosa Cheese Board Collective en Berkeley, inicialmente no veo al Rabino Kamenetz cuando entra. Espero la barba larga y gris que había visto en su página de Facebook. En cambio, me recibe un treintañero con sandalias, pantalones cortos y una gorra de béisbol floreada.
Es una soleada mañana de viernes mientras llevamos nuestros scones y café a su gran camioneta azul, estacionada a la vuelta de la esquina, buscando un lugar tranquilo para charlar. Lxs vecinxs de Kamenetz pasan a nuestro lado; él le tira un “Shabat Shalom” a uno, y más tarde algo de dinero a un vagabundo fuera de la camioneta.
Foto por Jessica Chou
Hay un asiento de coche en la camioneta, para su hija de dos años. Hay literatura judía apilada junto a una ventana con cortinas. Voltea el asiento del pasajero delantero para mirar hacia la fila de atrás y me cuenta sobre lo que fue ser un sujeto en el estudio de Johns Hopkins sobre profesionales religiosxs. Este ensayo daba psilocibina (el componente psicoactivo de los hongos mágicos) a rabinxs, sacerdotes e imames que nunca habían probado psicodélicos.
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En parte, el estudio investiga la experiencia mística; una experiencia difícil de describir, que algunxs podrían explicar como una conexión con Dios o un sentido de conocimiento divino. Estas experiencias pueden ser causadas naturalmente a través de la meditación o la oración, pero también a través del uso de psicodélicos y a menudo dan forma al curso de la vida de una persona.
Lxs científicxs miden estas experiencias de acuerdo con criterios específicos, como la inefabilidad (una incapacidad para describir la experiencia con palabras), la trascendencia del tiempo y el espacio, los sentimientos de unidad, el sentido de sacralidad, una cualidad noética (un sentido de realidad última) y una positividad profundamente sentida. La idea es que, en virtud de su formación, vocabulario y orientación espiritual, lxs profesionales de la religión son idónexs para ayudar a lxs investigadores a comprender mejor la naturaleza de las experiencias místicas, sean éstas ocasionadas por psicodélicos o no.
Pero hay otro punto en la investigación, agrega Kamenetz: explorar cómo una profunda experiencia mística (como las que a menudo se tienen con los psicodélicos) puede tratar lo que lxs científicxs han llamado el “agotamiento del clero”. Es decir: ¿cómo puede la reconexión con el misticismo detrás de la práctica religiosa y el liderazgo renovar su compromiso con ellxs?
En el caso de Kamenetz, eso es algo obvio. En dos sesiones de psilocibina con seis meses de diferencia, tuvo una experiencia mística la primera vez, aunque no la segunda. Reconciliando el significado de esto, e integrándolo en su perspectiva personal y profesional, Kamenetz está ahora canalizando su trabajo en lo que él llama la Sociedad Enteogénica Judía. Su objetivo es educar a la principal comunidad judía sobre la investigación psicodélica, compartir su historia, eventualmente entrenarse para ser un guía psicodélico él mismo, y potencialmente en un futuro lejano (en el contexto de la despenalización) abrir un centro donde aquellxs en el camino religioso puedan prepararse para integrar una experiencia psicodélica en un entorno judío.
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Con la prevalencia del trauma intergeneracional y el uso de drogas psicodélicas dentro de la comunidad judía (muchxs rabinxs que solicitaron formar parte del estudio fueron descalificadxs por tener antecedentes con psicodélicos), es evidente que hay una necesidad de ello. Pero detrás de eso hay otra función en el trabajo de Kamenetz: “Hemos perdido contacto con el núcleo de lo que realmente inició el judaísmo en un primer lugar, y ese es nuestro fuego místico”, dice. “Quiero ayudar a reavivarlo”.
Cerraduras y llaves
De hecho, el judaísmo, como muchas de las religiones más antiguas del mundo, se desarrolló en torno al uso ceremonial de las medicinas vegetales. Se podría argumentar que los rituales y el espíritu de la religión son una expresión de estados alterados.
“Desde mi punto de vista, si encuentras ciertas sustancias químicas en tu cerebro y ciertas sustancias químicas en la tierra, y se encuentran en la historia de la Torá [Biblia], ya hay un cruce entre ellas y un misterio que tenemos que resolver”, dice el rabino Harry Rozenberg, cofundador del Instituto de Investigación Teológica y experto en plantas psicoactivas en el texto judío. “No deberíamos tener que defender el hecho de que hay cerraduras en nuestro cerebro y llaves en todo el planeta Tierra”.
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Estas “cerraduras y llaves” a las que se refiere Rozenberg pueden ser interpretadas como lo que se llama, en la teología judía, nitzotzot: chispas divinas de santidad. Se cree que estas chispas no sólo están dispersas por toda la tierra, sino que también existen dentro de nosotrxs. Pero para elevar nuestra divinidad interna, necesitamos redimir las nitzotzot dispersas por toda la tierra. Y eso, teoriza Rozenberg, es donde la medicina de las plantas entra en juego. Los nitzotzot pueden ser extraídos de la tierra a través de plantas que activan estados de conciencia divinos, incluso proféticos. Esto siempre ha sido parte de la práctica judía.
Foto por Jessica Chou
Un poco de historia
Resulta que la mitología egipcia está estrechamente ligada a la acacia, un árbol nativo de Oriente Medio que contiene DMT, conocido por ocasionar estados proféticos. Cuando Moisés sacó a lxs antiguxs hebrexs de Egipto, trajeron consigo el conocimiento de la metodología egipcia para hacer extractos de acacia. Justo entonces Moisés vio la zarza ardiente y habló con Dios. Puedes llenar los espacios en blanco.
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Otros aspectos del judaísmo son informados por la medicina de las plantas, también. Una vez al año, en el día de la expiación, el sumo sacerdote del antiguo templo de Jerusalén recibía la orden de pararse en una habitación llena con el humo del incienso que algunxs sostienen que estaba hecho con extracto de kaneh-bosm (cannabis) e iluminado por carbones hechos de madera de acacia, y rezar en nombre del pueblo judío.
Más tarde en la historia, lxs rabinxs europeos desarrollaron una tradición de fumar en pipas de hierbas. Esto no es muy diferente de las tradiciones de lxs nativxs americanxs. “Pasaban cosas muy místicas cuando el rabino jasídico fumaba su pipa”, explica Rozenberg. “La razón por la que lo hacen es para lograr la yechudim [unificación]… para tomar de la tierra y combinarla con el cerebro y hacer la unidad extrayendo las chispas”.
El rabino cabalístico del siglo XX, Aryeh Kaplan, escribió que en el futuro, en la época del Mesías, la gente usaría “objetos físicos” para alcanzar estados elevados. “Lo que quiere decir”, sugiere Rozenberg, “plantas psicoactivas”.
La experiencia mística
Después de meses de preparación, compartiendo su historia personal, esperanzas y sueños, miedos y traumas con sus guías, el Dr. Bill Richards y Claudia Turnbull, Kamenetz se sintió preparado para su primera sesión de psilocibina.
Inicialmente, había llegado al estudio sintiéndose abatido. Él y su esposa habían luchado por concebir e, incluso después de que ella quedara embarazada, el “trauma psicoespiritual” había comprometido su “sentimiento de conexión”. Salió de la sesión, sin embargo, sintiéndose reinspirado; había marcado los criterios de la experiencia mística.
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“Tuve una visión de algo que interpreté como mística judía a partir de una definición cabalística, pero no habían ni estrellas de David o januquiás”, dice. “No diría que fue una experiencia judía necesariamente, pero mi integración fue judía. Tenemos estas experiencias humanas universales y luego en el proceso de integración, aplicamos el lenguaje y la experiencia de nuestra propia cultura y referencias”.
Foto por Jessica Chou
Seis meses después, volvió para la segunda sesión en junio del 2017. Debido a que había respondido tan bien a la primera dosis de 20mg por 70kg, esta vez aumentaron su dosis a 30mg. “Fue desagradable, en el sentido de que fue la ausencia completa de todas esas cosas del primer viaje”, dice Kamenetz. “Me sentí como si me hubieran puesto en una escotilla con la tapa cerrada. Había sólo un foco sobre mí y nada más, ninguna luz, ni siquiera la música me penetraba. No estaba molesto ni tenía un mal viaje. Sólo estaba aburrido”.
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De acuerdo con lo que el psiquiatra e investigador de LSD Stanislav Grof llama “cartografías de la psique humana”, estos “estados de conciencia no ordinarios” pueden ser muy diversos. La comprensión de esto ayudó a Kamenetz a integrar su segunda experiencia. Apreciar la dualidad de “plenitud y vacío” le dio una perspectiva de cómo ayudar a sus congéneres. “Estoy agradecido de que me hayan mostrado una visión de la ausencia porque mucha gente vive con esa realidad”, dice Kamenetz. “Stan me ayudó a entender que lo que estaba experimentando es un vacío súper cósmico – lo que podríamos llamar ain sof [sin fin], la cima del keter [corona; el reino kabalístico más alto] donde no hay asociaciones, no hay dualidad, no hay sujeto y objeto, no hay color, luz o sonido”.
La integración
La noción de perennidad de Aldous Huxley propugna que todas las religiones conducen al mismo fin. Hay una experiencia mística universal (la razón por la que la primera sesión de psilocibina de Kamenetz, en sí misma, no fue judía per se) que trasciende la distinción religiosa. “Cuando se habla de una experiencia mística muy específica, creo que se trata de la muerte del ego, una experiencia no dual”, explica el Dr. Christopher “Doc” Kelley, profesor adjunto de estudios religiosos en la New School University y cofundador de la reunión de la Sangha Psicodélica de la ciudad de Nueva York. “Esa experiencia es muy intercultural y probablemente podría ser enmarcada y perenne”.
Pero la experiencia psicodélica, sin mencionar la experiencia mística, es sólo una parte de la ecuación. Para muchos sujetos de investigación, la integración (el trabajo realizado para procesar el viaje una vez terminado) es donde se hace un verdadero progreso. Éste tampoco es un concepto nuevo.
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Kelley da el ejemplo de un pequeño grupo de antiguxs budistas indixs, que en cada luna llena tomaban ritualmente Psilocybe cubensis, en lo que se llama una fiesta tántrica. “Lo hacían para renovar su conexión con la experiencia mística y luego pasaban el resto del mes integrándose, construyendo el contenedor para aprovechar al máximo esa experiencia”, explica. “No están meditando necesariamente sobre psicodélicos, están meditando cada dos días del mes”. La interacción de esa dualidad espiritual, un ritual extático y una práctica regular y seria, da forraje a la noción de que los psicodélicos, de hecho, pueden mejorar tu experiencia religiosa.
Y eso es justo lo que Kamenetz quiso decir también. “Las drogas son fiables y repetibles; de lo que estoy hablando es de lo que sucede después del hecho”, dice. “Sólo se puede llegar a la integración, a la comprensión, a través de la experiencia”. A Kamenetz no le interesa que la gente tenga la oportunidad de viajar, ya sea en un contexto judío o no. Está interesado en cuál es el punto del viaje. “Todavía tienes que ponerte el tefillin [accesorio para rezar] todos los días, tienes que apoyar estas experiencias en una práctica normal. La única manera de que esto tenga eficacia es si sigues practicando fuera del estado no ordinario“.
No es que se prefiera el estado no ordinario, discierne. “Pero tenemos que ir ahí para que el estado ordinario tenga mucho más sentido, para que sea una experiencia más plena, para vivir nuestras vidas en el estado ordinario con el conocimiento de lo no ordinario. Para mí”, añade, “ese es el corazón del judaísmo”.
Foto por Jessica Chou
Vía DoubleBlind, traducido por El Planteo.
Publicación original: septiembre 2020
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