¿¡Tabaco por la Nariz!?: Rapés Psicoactivos, Cebil y Mixturas
Por Editorial Libros Enteogénicos
La información que nos llega sobre el tabaco casi siempre apunta a su uso moderno, en forma de cigarrillos industrializados. Aunque las rutas inhalatorias nos llevan a la hegemonía de la cocaína, existen un uso inhalado del tabaco y un uso visionario de la nicotina que han hecho las comunidades originarias.
En la última entrega enteogénica nos proponíamos dilucidar las diferencias entre dos moléculas de laboratorio: la LSD-25 y el Nbome-25i. Un interés semejante a este tema despertaron los rapés psicoactivos, en una encuesta de instagram.
La tarea es más intrincada en este terreno, debido a que, refiriéndonos a las drogas de laboratorio, delimitábamos la identificación a moléculas muy bien definidas. Lo que sucede, en cambio, con polvos enteógenos (rapé, yopo, paricá, vilca, cohoba, epéna) es que tratamos con compuestos, donde hay más de una molécula en juego, y las preparaciones varían de una región a otra, sin mencionar las ponderaciones culturales, y pasando rara vez estos preparados por un laboratorio. Ya lo dice Manuel Constantino Torres: “En Sudamérica, ninguna planta es usada como único ingrediente en preparados visionarios. Ingredientes múltiples son mezclados en rapés, cigarros, enemas y pociones”, en Ethnopharmacologic search for Psychoactive Drugs, publicado en 2017.
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Así, dada la vastedad de este problema, no pretendo ser exhaustivo. Me voy a referir a la generalidad introductoria de dos grandes tipos de rapés tradicionales (aunque muchas veces mixturados): el de tabaco, por un lado y la Vilca, Cebil o Hataj, por el otro, entre los rapés que contienen DMT (5-HO-DMT, bufotenina más precisamente). Provenientes de una geografía que nos es familiar: el este y noroeste argentino; pero ignorada, a su vez, por nuestra cultura.
Por último, dejar claro que los fines de este artículo son meramente informativos. De ningún modo se está incitando al uso de estos compuestos, que requieren pericia, sapiencia e implican riesgos manifiestos. Aclaramos que este acercamiento es sumamente exploratorio, no exento de falencias, para un tema tan vasto y poco conocido. En todo caso, es de mi interés tejer una trama entre distintxs referentes y espacios, a los que le lectore pueda acudir; donde la cuestión de los rapés, sus fuentes vegetales (y moléculas) se desarrollan con total especialización. ¡Que comience la urdimbre!
Tabaco por la nariz
Los españoles se habrán caído de culo cuando, llegados a estas tierras, encontraron que indígenas utilizaban drogas y vías de administración totalmente desconocidas para los colonos: fumados y esnifados.
El propio Colón describió, admirado, cómo los taínos (de las Antillas Mayores, ya extintos) aspiraban un polvo psicoactivo (cohoba) que los dejaba “hablando cosas ininteligibles, entre locos y ebrios”.
Casi todas las rutas inhalatorias conducen monopólicamente a la cocaína, para el sentido común, cuando piensa en “droga esnifable”.
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¿Pero en qué sentido aspirar tabaco podría ser saludable? Ya una pista nos la da Schultes: “Sin dudas, el estornudo inducido por varios medios es una práctica terapéutica reconocida en varias culturas. En la edad media, la medicina europea recomendaba estornudar para quitar los malos humores” en Ethnopharmacologic search for Psychoactive Drugs, de 1967.
¡Salud! se exclama en diversas lenguas, como acto reflejo (cual estornudo), cuando se estornuda. Pero hablando específicamente del tabaco (término por el cual se refería originariamente al canuto por el cual se esnifaba, y no al vegetal mismo), los estornudos, vómitos, y otras excreciones son alentadas a salir. Jonathan Ott, eminente químico etnobotánico, en su enciclopédico Pharmacotheon señala que: “no se considera a la nicotina, principio activo y adictivo del omnipresente tabaco, un embriagante capaz de producir visiones. El bajo contenido en nicotina de los modernos cigarillos manufacturados es, de hecho, insuficiente para desencadenar experiencias visionarias”.
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El uso moderno-occidental del tabaco es opuesto al que le dan los nativos: nuestras pequeñísimas dosis a lo largo del tiempo van en dirección contraria a las enormes dosis psicoactivas que indígenas se administran, cada tanto, y no siempre fumando.
Jacques Mabit, psiquiatra francés iniciado en la medicina amazónica, director del Centro Takiwasi, refiere que el uso moderno-occidental del tabaco es exactamente opuesto al que le dan los nativos: nuestras pequeñísimas dosis a lo largo del tiempo (que hacen al hábito de fumar), van en dirección contraria a las enormes dosis psicoactivas que indígenas se administran, cada tanto, y no siempre fumando.
Respecto del potencial adictivo, Mabit formula lo siguiente: visión y adicción se contraponen. Es decir, mientras el uso ritual produce visión, el abuso conlleva adicción. “Si hay visión, no hay adicción” y viceversa.
La industria tabacalera ha naturalizado la administración de esta droga por vía inhalatoria en forma de cigarrillos, mientras de hecho el tabaco ya gozaba de la más amplia estima a lo largo, ancho, y en la historia más remota del continente, bajo usos que permanecen insospechados y hasta dudosos, cuando nos son presentados.
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Mabit dice: “en el proceso iniciático, especializado, curanderil, medicinal, siempre se va a empezar con el consumo de tabaco en forma sólida y líquida; no se fuma para empezar, siempre se empieza a consumir en la forma de extracto acuoso, o sólido-masticado o eventualmente inhalado como es el caso del rapé, el polvo; y recién después del proceso iniciático se va a acceder al tabaco fumado».
El tabaco, en un nivel técnico-concreto-material, posee propiedades antifúngicas y antiparasitarias. Conocido es su uso repelente, o como insecticida natural: “El ampiri, residuo de la combustión del tabaco, es un veneno fuerte que, aplicado tópicamente, mata larvas de insecto, por lo que se utiliza para tratar miasis, e incluso se utiliza en mordeduras de serpiente.” Y una dosis tan irrisoria como una o dos gotas de nicotina pura (60 a 120mg) aplicada tópicamente es suficiente para matar a un adulto, señala nuevamente Jonathan Ott.
En nuestra fisiología, la administración digestiva del tabaco es depurativa. Bebido en forma de jugo, se lo utiliza para purgar, induciendo el vómito. Es común que estas purgas antecedan o entren en sinergia con el uso de otras Plantas Maestras, Visionarias, Enteógenas, como Ayahuasca, Hongos, Wachuma, etc. Por lo demás, es usual que el Tabaco se combine con más vegetales, como el Cebil (fumado), del que hablaremos luego.
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De los tabacos, el más potente conocido es el mapacho, nicotiana rústica, que posee hasta 9% de nicotina, mientras que en el tabaco rubio, nicotiana tabacum, la presencia de este alcaloide es 3 veces menor.
Y “aunque la forma más conocida de tomarlo es fumado, para obtener la embriaguez chamánica también se ha usado masticado, en pociones, en preparados orales “lamibles”, en forma de rapé, y en clisteres o enemas.” Prosigue Jonathan Ott. Leyeron bien: ¡enemas! Aunque esta no sea la vía regia de administración. Y resulta que para la Vilca o el Cebil hay evidencia arqueológica de este tipo de uso también.
Johannes Wilbert (1987) reporta que el tabaco, sólo en Sudamérica, se usa fumado por al menos 233 comunidades indígenas, “seguido en orden de prevalencia por las pociones (64 tribus), masticatorios (56 tribus), rapés (53 tribus), preparados “lamibles” (16 tribus) y sólo citó dos tribus que lo utilizaran en forma de clísteres”.
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Por último, resaltamos que la práctica de inhalar tabaco pulverizado (y fumado) fue, entre tantas otras, exportadas a Europa luego de la conquista, sacada de su contexto de uso comunitario, para hacer gala de status social, al “echarse un polvo” (de ahí la expresión) mediante otro exótico privilegio, sin comprender en profundidad el potencial de la práctica ni del enteógeno.
“La costumbre de esnifar tabaco, extendida en la pre-conquista de América, devino común y aceptada como práctica recreacional, despojada de su intención terapéutica en España, durante el primer cuarto del siglo XV” señala R. E. Schultes.
Queda pendiente para la próxima entrega, como continuación de esta nota, una pequeña revisión sobre la Vilca, Cebil o Hataj.
Tabaco y COVID-19
En un reciente artículo, Jacques Mabit postula que el tabaco empleado en forma medicinal es potencialmente antivírico; que puede usarse de forma preventiva contra COVID-19, y que puede ayudar a mejorar la condición del organismo post- vacunación: “Los resultados preliminares del Instituto Pasteur indican que la acción de la nicotina sobre el receptor nicotínico de acetilcolina (nAChR) juega un papel fundamental en la fisiopatología de la infección por COVID-19 y podría ser una solución prometedora para la prevención y el control de la infección por COVID-19. En los Hospitales de París (Asistencia Pública) se puso en marcha un estudio con parches de nicotina, rapé y pasta de tabaco para mascar», refiere el médico francés.
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Y concluye: “Los conocimientos ancestrales amazónicos sobre el uso del tabaco negro coinciden con las observaciones científicas sobre el sistema colinérgico y nicotínico endógeno, y proporcionan una solución posible frente a los riesgos de la pandemia SARS-CoV-2 (COVID-19), tanto al nivel profiláctico, prevención de la infección y contaminación de la proteína Spike al contacto con vacunados, como para el tratamiento de las consecuencias de la enfermedad (covid-largo plazo) y de los efectos no deseados de las vacunas”.
Vía Revista Mate.
Ilustración de Adriel Radovitzky, vía Revista Mate
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