Los Cultivadores de Cannabis Sostenible Pueden Salvar al Mundo (Si los Dejamos)
¡No te pierdas ni una noticia! Suscríbete a nuestra newsletter GRATUITA y súmate a nuestro canal de Telegram o canal de WhatsApp.
Anuncia en El Planteo, el medio cannábico más leído en el mundo de habla hispana.
Síguenos en redes sociales para más contenido exclusivo: Instagram // Facebook // Twitter
Aunque la ultra derecha internacional lo niegue, el planeta está agonizando. Los datos son contundentes: según el Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre Cambio Climático (IPCC), en 2030, la Tierra superará los 1,5° C de temperatura global promedio, en comparación a la era preindustrial. Esto sucederá solamente si los países que firmaron el Acuerdo de París cumplen sus objetivos.
Pero la situación estará más caliente. No solo porque EEUU se retiró de este compromiso internacional, sino también porque la contaminación ambiental no tiene freno. Según un estudio de Oxfam, el 1% más rico del planeta solo ha necesitado los primeros diez días del 2025 para emitir su parte de dióxido de carbono por persona que le corresponde anualmente, calculada en 2,1 t. Son 77 millones de personas que ganan más de USD 150 mil por año y que expulsan unas 76 toneladas de CO2 cada doce meses por sus viajes en jets privados, principalmente.
¿Te parece importante esta información? Sólo con tu ayuda podemos seguir hablando de cannabis y psicodélicos con responsabilidad y sin estigmas. Apóyanos desde USD 2 al mes. Clic aquí.
Otro informe elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) asegura: “Si los compromisos para el 2030 se cumplieran, el aumento de la temperatura mundial solo se limitaría entre 2,6 y 2,8 °C. Si no mejoramos las políticas vigentes, el mundo llegará a un incremento catastrófico de aumento de la temperatura de 3,1 °C”.
¿Qué significa que el planeta aumente su temperatura con respecto a la era preindustrial? “Precipitaciones que generen peores inundaciones, sequías que hagan perder cosechas, vientos que arrasen ciudades enteras. También tenemos desastres como el que sucedió con la Dana en Valencia o el temporal que tapó de agua a Florianópolis, en Brasil. Los calores intensos probablemente no se solucionen con un aire acondicionado. Los incendios forestales son cada vez más fuertes”, responde Ariana Krochik, una joven activista ambiental de Argentina y una de las fundadoras de la organización Consciente Colectivo. “El 2030 no va a ser distinto a hoy. Va a ser más intenso”, dice.
“Desde el IPCC dicen que la cara principal del cambio climático son las medidas que el ser humano pueda tomar para ralentizar estos procesos. Pero es muy complicado detenerlos, teniendo en cuenta cómo estamos hoy y la manera que va a afectar a la humanidad en su conjunto. Es imposible afrontar la crisis climática sin cuestionarnos el modelo de producción y el consumo de los alimentos. El sistema alimentario general representa un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero”, agrega.
“Los países del sur somos los grandes acreedores en materia ambiental porque ponemos nuestro territorio para el desarrollo de los países del norte”, asegura Krochik sobre un modelo que imponen compañías multinacionales como Bayer y Syngenta, a partir de lo que se conoce como el paquete tecnológico. “Para la producción de commodities (soja, trigo y maíz) se utilizan semillas modificadas genéticamente que son resistentes a diferentes agroquímicos, como herbicidas y pesticidas. Lo que hacen es fumigar los campos para eliminar malezas, insectos y hongos: todo. Así se pierde la biodiversidad y esos químicos intoxican a las personas produciéndoles cáncer, malformaciones o pérdidas espontáneas de embarazo. También se contaminan las aguas y los suelos se desertifican. Estas producciones están destinadas a la exportación y no para alimentar a la sociedad. Hablamos de un país como Argentina que tiene a más del cincuenta por ciento de la población por debajo de la línea de la pobreza”, explica.
Este modelo productivo también requiere el desmonte de los bosques para cultivar las semillas transgénicas, lo que implica un círculo vicioso que vuelve más problemática la crisis ambiental. “Cuando hay precipitaciones, las inundaciones son peores porque no existen los espacios verdes que absorben el agua”, agrega la activista ambiental.
Contenido relacionado: El Cáñamo Como Solución a la Crisis Climática: Revolucionando la Agricultura Regenerativa
A pesar del panorama desalentador, Krochik no espera el apocalipsis en el sofá de su hogar. Cada día, ella trabaja para que la sociedad elija un nuevo rumbo. Pero, ¿cuál es el camino? “Cambiar la forma de producción”, responde sin dudarlo. “La soberanía alimentaria es un modelo deseable. Es un concepto que surgió de la contracumbre de la alimentación del año 1996 y que fue propuesto por la Vía Campesina, una organización internacional de pequeños productores. Habla del derecho de cada pueblo a decidir sobre sus propias formas de producción y consumo para garantizar una alimentación adecuada. No hablamos de mercancías, sino de un modelo que sea armonioso con el ambiente y la sociedad”, cuenta.
En Argentina, existen cientos de proyectos que buscan generar un modelo de producción más justo económicamente y amigable con el medio ambiente. Uno de ellos es el Bar Saludable VENÍ, donde un grupo de estudiantes de la Universidad de Buenos Aires recuperaron un espacio abandonado y construyeron una huerta agroecológica. Allí, venden viandas por USD 1,4. Otro importante caso de éxito es La Aurora Agroecológica, ubicada a 400 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, donde funciona un espacio productivo de 650 hectáreas que no utiliza agroquímicos y que resulta rentable. En 2016, esta iniciativa fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Estos modelos de producción alternativos también llegaron al universo del cannabis. En Argentina, sucede un fenómeno particular. En este país, las técnicas del living soil y el cultivo regenerativo ya no son una práctica exclusiva de los autocultivadores que buscan unas flores de mayor calidad para el propio consumo. Esto ya se ha transformado en una verdadera industria, en donde asociaciones civiles emplean esta forma de producir decenas de kilos por mes y pequeñas empresas venden los insumos necesarios.
Un club natural
Culta es una asociación civil que produce y dispensa marihuana para personas que están inscriptas en el Registro del Programa de Cannabis (REPROCANN), un sistema que depende del Ministerio de Salud argentino y que entrega permisos para los usuarios medicinales. El club fue creado hace poco más de tres años por un grupo de jóvenes activistas de la marihuana y en la actualidad tienen unos ciento doce asociados en su sede ubicada en el barrio de Almagro, en la Ciudad de Buenos Aires.
Contenido relacionado: El Cáñamo Es el Héroe que Necesitamos Para la Guerra Contra el Cambio Climático
Culta tiene varios aspectos interesantes, como su organización horizontal o los bajos precios que ofrecen para sus cogollos, resinas y aceites. El gramo de flores cuesta alrededor de EUR 3. Pero una de las características que los hace únicos es que ellos fueron el primer club del país en cultivar bajo el método del living soil. “Para nosotros, la clave está en el suelo. No trabajamos con insumos, sino con procesos”, cuenta Cristian Borgo, de treinta y un años, y uno de los fundadores de Culta, que invita a El Planteo a conocer la sala donde el suelo está vivo.

El primer lugar que se encuentra en la sala de cultivo es un espacio que tiene unos cuatro bolsones que almacenan hasta quinientos kilos de sustrato cada uno. “Después de cosechar, traemos todas las macetas y las tiramos en los bolsones. Hacemos un proceso de enmendado, tanto biológico como mineral: hay compost, humus, inóculos de microorganismos con microkashi, carbón vegetal (biochar) y rocas molidas. Permanecen dos meses en regeneración y se establecen condiciones de humedad. Tienen luz para que crezca vegetación, así se mantiene viva la micorriza y se genera la nitrificación del suelo; alivianamos con vermiculita, perlita y fibra de coco. También ponemos cobertura con once especies diferentes de tréboles y otras pequeñas plantas. Se van agregando por capas”, cuenta Borgo.
Contenido relacionado: Agricultura Regenerativa de Cannabis y Cáñamo: El Nuevo Arte de una Ciencia Perdida
Al costado del espacio de reciclado de suelo hay una cortina de plástico. Al traspasarla, se observa un cartel sobre una puerta metálica con inconfundibles indicios: sala de vegetación. Pero antes de ingresar en este espacio intermedio hay que desinfectarse rociándose alcohol diluido en agua y se deben colocar cofias en la cabeza. Borgo cuenta que esta práctica les redujo las plagas que pueden invadir las plantas, sobre todo, en las épocas de calor.

En el cuarto de vegetación y propagación se encuentra Luana Pruyas. Tiene veintiocho años y es la encargada del crecimiento de las plantas. Es una persona delgada y que no pasa el metro sesenta de altura, pero que levanta macetas de treinta kilos con una habilidad admirable. Es metódica y la prueba es el registro de su trabajo, que tiene en una tableta. “Acá tengo mi trazabilidad. Hoy maté a dos madres y las catalogué como ‘jubiladas’. También tengo el fenohunting que voy haciendo de cada planta, en cuánto a genéticas y fenotipos. Mis criterios para seleccionar las que pasen a floración están determinados por su estructura, porcentaje de enraizamiento y, después, la producción de cogollos. Vamos calculando todo y vemos qué nos sirve más”, cuenta Pruyas.
Su misión principal es seleccionar las 162 mejores plantas que van a pasar a la sala de floración. Además, ella elige las más óptimas para ser esquejadas y mantener los clones. Cuenta que no estudió nada relacionado con la agricultura. “Mi conocimiento como autocultivadora era tener una planta, ponerle fertilizantes y ya. Cuando llegué aquí, hace dos años y medio, fue amazing. Primero, porque la naturaleza me encanta, y ver que una planta necesita solo lo que tiene en el suelo me pareció increíble. Hice cursos sobre regeneración de suelo”, cuenta.
Contenido relacionado: Cannabis como Energía Renovable: ¿Puede Servir Contra la Crisis Global del Medio Ambiente?
Como si se tratara del búnker del Súper Agente 086, el espacio de cultivo de Culta tiene una nueva puerta para acceder a la sala de floración. Allí se encuentran unas 324 plantas; una mitad, desbordante de cogollos violetas y verdes; la otra, recién comienza a mostrar sus primeros pistilos. “Hay algunas que están más avanzadas que otras. Este proceso nos permite cosechar 162 plantas por mes y reducimos el trabajo total”, explica Borgo.

Matías Cosentino, el mastergrower de Culta, cuenta que “aquí tenemos un suelo más liviano porque la planta pasa poco tiempo en maceta de quince litros. Directamente, cuando trasplantamos, pasamos a florar. Tienen entre diez y veinte días para hacer el crecimiento final y, cuánto más liviano esté el sustrato, a las raíces les va a resultar más fácil expandirse. Esta es la única diferencia con la sala de vegetación, además del período de luz, con mayor potencia, y la tasa de transpiración, que la tenemos un poco más alta. Hace un poco más de calor, pero lo importante es su relación con la humedad, porque así es como la planta transporta sus nutrientes”.
En cuanto a la alimentación del cultivo, el equipo de Culta no utiliza nada químico. “Nuestros fertilizantes provienen de la síntesis biológica, que son los microorganismos que agregamos al suelo y van a ir descomponiendo los elementos transformándolos en nutrientes para la planta. Los microorganismos necesitan un medio húmedo”, explica Borgo.
Por mes, esta asociación civil cosecha entre tres y cuatro kilos de flores secas de cannabis. Es un promedio de 25 g por planta. Borgo dice que si utilizaran fertilizantes de síntesis química podrían lograr un veinticinco por ciento más de producción. “Pero esto tiene un costo mucho más bajo, alrededor del cincuenta por ciento. No compramos suelo, fertilizantes ni dependemos de nada de eso. La diferencia del beneficio es alta”, asegura Borgo sobre una práctica que, si bien nació por una necesidad económica al iniciarse el proyecto de Culta, hoy se convirtió en su filosofía.
Contenido relacionado: No Tan Verde: Los Problemas del Cultivo de Marihuana con el Medio Ambiente
“Justifica hacerlo así por el impacto ambiental, que es un costo que no suele calcularse. La huella de carbono por la elaboración de los fertilizantes, el desperdicio de los plásticos de los envases y el drenaje de las aguas contaminadas de sales son cosas que tenemos en cuenta. Se trata de contribuir de la manera que podemos a no seguir dañando el medioambiente: se contribuye a ponernos del otro lado de la cultura del cultivo, no solo del cannabis. Es la agricultura en general a la que nos oponemos trabajando con consciencia. Hoy tenemos un producto orgánico que nos caracteriza y lo defendemos”, asegura Borgo.
El resultado del cogollo es otra diferencia importante que aporta el cultivo del living soil. “Se nota mucho la presencia del terpeno. La cantidad de compuestos organolépticos es mucho más alta, tiene más sabor”, dice Borgo sobre una opinión que he podido comprobar al final de este reportaje. Después de quince años de consumir cuanta marihuana se me haya presentado delante, es cierto que estas flores de living soil tienen un gusto que estalla en la boca. Se siente limpio, fresco y auténtico, a diferencia de las flores elaboradas con químicos, que todas ellas saben iguales entre sí por las sales con las que fueron fertilizadas. Creo que la comparación más precisa se encuentra entre comer un mango de la selva amazónica y beber un zumo industrial comprado en el Mercadona.
“Sabemos que podríamos ser más rentables, pero no lo hacemos en base al mercado. Lo que más nos importa es la calidad. En el aspecto medicinal también es más efectivo y, desde donde lo mires, es mejor. La planta te enseña todo el tiempo y te dice que no sabes nada, así que no lo sabemos todo y no siempre las cosas son fáciles”, dice Borgo.

Contenido relacionado: Agricultura Regenerativa y Carbono Negativo: ¿Qué Rol Ocupa el Cáñamo?
En el fondo de la sala de floración se encuentra Agostina Barriento, de treinta años. Está desfoliando las hojas satélites de las plantas que están cerca de cosecharse para facilitar el trabajo de la manicura. La materia vegetal desechada la deposita en una cesta. “Esto lo reutilizamos en los bolsones para el reciclado del sustrato. Acá se recicla todo”, explica la joven a la que todos llaman Yiyi. “Yo estudiaba aviación; otro mundo. Trabajaba en una oficina normal, hasta que conocí a Cris en una copa cannábica… ¿Dónde más va a ser? Y me propuso trabajar aquí. Siempre tuve un acercamiento con la planta porque en mi familia la marihuana no era un tabú. Pero en Culta descubrí que no es una planta que solo se fuma”, cuenta.
“Entender la relación que tiene la planta con el suelo me sorprendió mucho. Me despertó un mundo, en general: ¿viste las plantas que crecen en el cemento? Estoy impresionada con eso. Cada vez que me encuentro con unas así me digo: ‘no puede ser’. Hay un poquito de vida y ya crece. Veo una hoja amarilla de un árbol y me quedo pensando: qué será”, dice Yiyi. Ante la pregunta si piensa volver a la aviación para ser piloto, ella responde que no lo descarta: “Quizás, en un future, lo retome. Hoy me pongo a volar en la sala”, dice.
El secreto del suelo
Gran parte de los insumos que utiliza Culta, como el microkashi o el biochar, se lo compran a Cannabunker. Este es un proyecto liderado por Tomás Sorz, de treinta y dos años, y que fue creado hace cinco años. Él es uno de los pioneros del living soil en Argentina. En el 2022 fue docente de la Academia Educa y formó a más de doscientas personas como natural grower. Era un curso integral de ocho clases en el que los estudiantes aprendieron desde el efecto que producen los fertilizantes químicos, tanto en el planeta, como en la salud humana, hasta el valor de la microbiología del suelo y cómo preparar fermentos para las plantas con elementos que pueden encontrarse en cualquier cocina hogareña.
En la actualidad, Cannabunker abastece a noventa y cinco clubes sociales de cannabis, que se sumaron a la tendencia del living soil con camas de cultivo, mix de coberturas, fermentos, biorrepelentes y compost, entre otros productos para tener un kit completo que nunca perderá su vida útil. Por el contrario, a medida que pase el tiempo se volverá mejor. Sorz consigue algunos de sus insumos biológicos en expediciones que realiza por los bosques patagónicos de Tierra del Fuego, el lugar poblado más austral del planeta. Hoy, Sorz está realizando una serie de Youtube en el que explica estos procesos. Pero para comprender y valorar el potencial de la naturaleza, este joven argentino tuvo que atravesar un verdadero camino de Sísifo.
Contenido relacionado: Ecológico y Rentable: 3 Métodos para Cultivadores de Cannabis Conscientes

Cuando Sorz tenía catorce años, su mejor amigo de la escuela se la pasaba fumando porro. Él le vivía reprochando su práctica autodestructiva porque su familia le había transmitido que la marihuana era una droga y que las drogas son malas. Pero un día decidió probar una pitada y este fue un evento canónico en su vida. El amargo sabor de la marihuana paraguaya lo quitó de las cavernas y salió a explorar el mundo del cannabis. Unos años más tarde, junto a sus amigos consiguieron unas semillas e instalaron un indoor en una habitación que tenía uno de sus colegas, quien vivía solo. El resultado fue un desastre. Un día se olvidaron de regar y las plantas se murieron. Pero Sorz no desistió.
En la habitación de la casa donde vivía con sus padres, Sorz podía acceder a un pequeño altillo. Germinó unas semillas y cosechó sus primeras plantas allí, a escondidas de su familia. Después de un viaje por España, se trajo consigo unas genéticas e invirtió un gran dinero en comprar el kit completo de fertilizantes de una marca de primer nivel internacional. Volvió a fracasar por completo y murieron todas las plantas. “Tuve un año y medio de tristeza sin cultivar. Pero me puse a estudiar. Miraba videos de los cultivadores de la vieja escuela de California, como Jorge Cervantes. Indagué por qué usaban macetones gigantes, y lo primero que me encontré fue con que cortar la tierra mejoraba la respiración. Después, el rol de los tréboles para captar el nitrógeno de la atmósfera y depositarlo en el suelo. Empecé por el valor del suelo y lo orgánico, hasta que llegué a la Korean Natural Farming (KNF).
La KNF fue creada por Cho Han Kyu, un coreano que en 1965 viajó a Japón para estudiar los métodos de cultivo natural. Este sistema aprovecha los microorganismos nativos (bacterias, hongos, nematodos y protozoos) para generar suelos fértiles que incrementen el rendimiento de los cultivos sin el uso de fertilizantes y pesticidas químicos. “El hombre es un caso de estudio, porque sus campos de arroz agroecológicos son más productivos que los linderos, quienes tienen problemas de plagas y menores cosechas. Él decía que la revolución está en que el suelo no pierda la humedad y no intervenirlo. Además, sus costos eran menores”, explica Sorz sobre una filosofía que replica para la industria del cannabis.
Contenido relacionado: Suelo Vivo: Cultiva Mejor Cannabis con Microbios
“Nosotros, en Cannabunker, hacemos esto mismo en nuestra fábrica de Tigre (ciudad ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires). En un cultivo con químicos se va a ser dependiente de comprar el sustrato, porque no se puede reutilizar, y fertilizantes. En un sistema de suelo vivo no es necesario; es algo que se compra una vez y sirve para siempre. Con el tiempo se pone cada vez mejor y los insumos que se necesitan para renovarlo son cosas que se pueden hacer con la propia biomasa del cultivo, como el desechado de las hojas… Nuestra visión es la del cultivo regenerativo y el compost es la palabra santa. Somos trabajadores del compostaje y mejoramos las materias primas para hacer más eficientes los procesos de la naturaleza”.
Ante la pregunta sobre por qué es importante adoptar nuevas formas de cultivar la tierra, Sorz asegura: “La industria nos dice que hay que usar agroquímicos para que el planeta no tenga hambre, pero se desperdician toneladas de comida. Nuestro planeta está sufriendo y, si no cambiamos nuestra forma de producir, para los próximos años no va a haber más tierras cultivables”.

Nuevas semillas
Hace años que cada vez más personas toman una mayor consciencia sobre los daños que implican la utilización de los agroquímicos. Una de ellas es Alina Cantó. Ella estudió gestión ambiental, nutrición y agroecología. Además, hoy está involucrada en diferentes proyectos de cultivos regenerativos, como el Centro Comunitario Agroecológico Patria Grande, un concepto en el que se considera a toda Latinoamérica como “una misma raza mestiza, desde México, hasta el estrecho de Magallanes”, como decía Ernesto “Che” Guevara.
Contenido relacionado: Bichos al Rescate: Descubre Cómo los Insectos Benéficos Protegen los Cultivos de Cannabis
“Los agroquímicos que se utilizan, como fertilizantes o plaguicidas, contaminan el aire y el agua. También afectan a la biodiversidad porque matan a muchas especies. Estos químicos no solo terminan en las mesas de quienes los consumen en las verduras o frutas, sino que además afectan a los trabajadores que los aplican en los campos. Principalmente, esto genera grandes daños en la piel y la respiración”, asegura Cantó.
Cantó también cree que es posible generar nuevos modelos de producción, como la agroecología, “donde se propone la soberanía alimentaria, comercialización justa, bienestar animal, conservación y regeneración del suelo”. Para cumplir la meta de cultivar alimentos de forma sustentable, Ella no solo que dio clases en la Universidad Nacional de Quilmes dentro del programa Argentina Regenerativa, que obtuvo cientos de estudiantes formados en el cultivo sustentable. Lamentablemente, el programa se cerró por el desfinanciamiento del gobierno de Javier Milei a la educación pública. Sin embargo, Cantó le adelanta a El Planteo que en los próximos meses van a hacer un cultivo experimental de cáñamo en el predio de Patria Grande. “El cáñamo es bioremediadior del suelo y bioacumulador. Está bueno pensar estos cultivos en tierras donde se hayan utilizado agroquímicos para regenerar el suelo”, asegura.

Contenido relacionado: Suelos Vivos: Cannabis, Microbiología y Transición Productiva en el Corazón de la Economía Sojera
El living soil no es un invento argentino, a pesar de que este maravilloso pueblo suele darle una hipérbole mítica y heroica por cada paso que da por el mundo. En Corea, el referente de la agricultura regenerativa fue Cho Han Kyu. Mientras que la técnica aplicada al cannabis se realizó primero en Estados Unidos, con pioneros como No Till Kings, Build a Soil, Flora & Flame y Yellow Skunk Farms. Pero lo que sí es cierto es que en el fin del mundo crece de forma irrefrenable, como un micelio subterráneo, una contracultura que pretende salvar al planeta con el cultivo sustentable del cannabis.
Matías Cosentino, el master grower de Culta, lo resume así: “Cuando llego al galpón, a mí me dan ganas de laburar; entrar y meterle, sabiendo que estoy haciendo algo que el día de mañana pueda ser relevante. Al día de hoy me sigo sorprendiendo al ver lo que construimos. Al fin y al cabo, la cantidad de gente que hay en el mundo se puede solventar porque cultivan alimentos. Nosotros, desde acá, me da la sensación de que a la larga podemos generar algo mucho más grande que producir churro, ya sea para la industria farmacéutica o para el mundo recreativo. Con los conocimientos que adquirimos y replicamos, quién te dice, a la larga quizás mejora el proceso de producción de alimentos. Ahora se desertifica todo y cambian los ecosistemas. Lo que hacemos acá puede ser parte de un cambio más grande”.
Se puede encontrar una versión de este artículo en inglés en High Times.
Fotos cortesía
Más contenido de El Planteo:
- Marihuana Hidropónica: Qué Es y Cómo se Cultiva
- REPROCANN: Cómo Inscribirse Gratis, Guía Paso a Paso
- El Impacto Económico y Social del Cannabis: Beneficios de Legalizar la Marihuana
¿Tienes ideas o comentarios? Puedes contactarnos en info@elplanteo.com
Síguenos en Instagram, Facebook y Twitter.
Todo el material compartido por ElPlanteo.com tiene fines únicamente periodísticos e informativos.








