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Marihuana y Literatura: 5 Libros Clásicos que Mencionan la Planta

Por Grassdoor

Marihuana y Literatura: 5 Libros Clásicos que Mencionan la Planta

✍ 29 May, 2022 - 15:05

Cuando se habla de que el cannabis es una herramienta dinámica para lxs artistas, suele referirse a personas como músicxs y artistas visuales: grandes del jazz como Louis Armstrong o Cab Calloway, pintores, escultores e incluso directores de cine.

Por lo general, no pensamos que lxs escritores sean fumones; tal vez porque tendemos a pensar que los escritores son grandes bebedores. Ciertamente, tipos como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y un gran número de poetas irlandeses son bastante conocidos por su consumo de alcohol. Y quizás asociamos a Bret Easton Ellis con la cocaína.

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Pero la mayoría de lxs grandes escritores casi seguro que fumaron porro en algún momento de sus vidas y carreras. Stephen King seguramente lo hizo (aunque ahora está sobrio y sigue escribiendo cosas increíbles). ¿Edgar Allan Poe? No se escribe un personaje como Fortunato sin fumar porro al menos una vez. ¿Willa Cather? Seguramente. ¿HP Lovecraft? Bueno, probablemente no. Es una pena, porque quizás un poco de ganja habría hecho que el tipo fuera menos racista.

De todos modos, un puñado de estrellas de la literatura clásica pusieron su familiaridad con (y su amor por) la marihuana en sus libros. Aquí están algunos que hemos encontrado. Ah, y cuidado con los spoilers.

El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas

Lxs franceses de la posrevolución adoraban el hachís, lo veían con una mística exótica. Cuando Dumas escribió su famosa novela de venganza y fuga (publicada en 1844), incluyó una escena en la que El Conde de Montecristo le ofrece un poco de gelatina verde a un visitante.

“Prueba esto”, dice, “y los límites de la posibilidad desaparecen, los campos del espacio infinito se abren ante ti, avanzas con el corazón y la mente libres. Prueba el hachís, invitado mío, prueba el hachís. Abre tus alas y vuela a regiones sobrehumanas”.

Cuando el invitado toma la droga, esta le “pega” como una tonelada de ladrillos: “Su cuerpo pareció adquirir una ligereza aérea, sus percepciones se iluminaron de manera notable, sus sentidos parecieron redoblar su poder, el horizonte siguió expandiéndose”.

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Claramente esto fue escrito por alguien que estaba muy familiarizado con la sensación del THC en la mente. Dumas no era tonto.

Juego Peligroso, de Louisa May Alcott

Alcott es más famosa por haber escrito Mujercitas (y sus dos secuelas); pero esta encantadora historia corta tiene el mismo atractivo en un paquete mucho más pequeño, ¡y además canta las alabanzas del uso del hachís!

Nuestra historia comienza durante una sesión de convivencia entre jóvenes amigxs y, al parecer, su médico. O tal vez uno de ellos sea simplemente un médico, es confuso. En fin, todxs están aburridos y entonces el médico les da hachís. Dos de los miembros del grupo, Mark y Rose, se asustan ante la perspectiva de drogarse y les dicen a todos que no les gusta, pero de todos modos toman hachís en secreto y se separan del resto del grupo.

Como la mayoría de lxs mojigatos antidroga, tienen un viaje terrible, pero Mark se las arregla para confesarle a Rose su amor eterno. Ella se resiste al principio, pero luego cede, y al final ofrecen palabras de agradecimiento al hachís por haberles ayudado a estar juntxs. Es bastante adorable.

Una Invasión Psíquica, de Algernon Blackwood

Puede que Blackwood no sea tan conocido como los otros nombres de esta lista, pero probablemente reconocerás su nombre si eres un fan de las historias de fantasmas y del tipo de terror cósmico popularizado por HP Lovecraft.

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Esta historia presenta a John Silence, lo más parecido que tiene Blackwood a un personaje de Sherlock Holmes o Hércules Poirot. La historia es una aventura que no deja a la marihuana tan bien parada (es vista en parte como una puerta a un mundo de demonios), pero tampoco es castigada directamente de la manera en que se ve con demasiada frecuencia en otros libros.

Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll

Si sólo estás vagamente familiarizadx con los libros de Alicia de Lewis Carroll, recuerda que son dos: Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas y A Través del Espejo. Disney los combinó en cierto modo para hacer su adaptación de 1951, y el conocimiento que la mayoría de la gente tiene de los libros es fragmentario.

Pero algo que la mayoría recuerda es la oruga que fuma el narguile mientras habla con Alicia. Se llama Absolem en las adaptaciones de Tim Burton, pero no tiene nombre en el libro original. Mide cinco centímetros de alto, y a Alicia no le gusta porque lo encuentra grosero. Y bueno: no hay ninguna prueba directa de que estos libros traten sobre drogas. En realidad, son sólo vuelos de fantasía que un buen hombre escribió para entretener a niñxs. Pero tampoco se puede negar que es muy fácil interpretar todas las escenas de “cómeme” y “bébeme”, además de un paisaje de absoluta locura, como una oda a las drogas. Culpen a Jefferson Airplane si es necesario, pero las similitudes no son difíciles de detectar. Y esa oruga está fumando porro.

John Barleycorn, de Jack London

Jack London alimentó su escritura con aventuras, y nunca tuvo miedo de una nueva serie de experiencias. En su novela autobiográfica profundiza en sus luchas con el alcoholismo, también describe sus experiencias con el hachís, que son tan profundas que es incapaz de seguirles el ritmo.

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Describiendo la experiencia mental de un subidón de hachís como “la tierra de Hasheesh”, dice: “En los últimos años he hecho dos viajes memorables a esa tierra lejana. Mis aventuras allí están grabadas con gran detalle en mi cerebro. Sin embargo, he intentado en vano, con un sinfín de palabras, describir alguna pequeña fase particular a personas que no han viajado allí”.

Para alguien que se propuso ser escritor y que anhelaba transmitir experiencias fantásticas a quienes no podían vivirlas, esto debió ser una tortura.

Vía Grassdoor, traducido por El Planteo.

Foto por MatCa Films

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