Atención Usuarios: ¿Cómo Saber si el Porro que Conseguiste Está Fresco?

Una fruta resinosa, una nube de humo: los árboles se ponen más verdes. Si la felicidad tiene cara de motita buena, una de las preguntas más habituales que surgen entre los más exigentes usuarios 420 es “¿qué hay que tener en cuenta para conseguir porro fresco?”

Desde una perspectiva responsable y teniendo el foco fundamentalmente en la reducción de daños, hay una serie de cuestiones a considerar a la hora de obtener marihuana en buenas condiciones.

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Sobre la punta de este ovillo se yergue el conversadísimo control de calidad de las muestras, que aportaría a los usuarios un nivel de consumo seguro, despejando la presencia de todo tipo de contaminantes y, obviamente, de lotes en malos estados.

Sin embargo, en la mayoría de los países de América Latina aún estamos ante escenarios de informalidad.

Entonces, hoy, ¿a qué aspectos hay que prestarles atención?

Un porro fresco y ‘bien curado’

“A la hora de comprar o conseguir marihuana, hay que hacerlo siempre con alguien de confianza, que vos sepas y tengas conocimientos de los métodos de cultivo que utiliza”, cuenta Augusto, también conocido como Legrower2.0, un grower profesional argentino.

La idea es elegir un porro que esté “bien curado”. Y, para eso, hay que hacer un análisis visual: tiene que verse óptimo, no debe tener presencia de hongos, ni de tejido necrótico de un color marrón ya pasado, ni de moho, ni tampoco olor a humedad.

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“En Buenos Aires hay muchos problemas de secado, porque hay gente que cultiva mucha cantidad y si no tenés altas condiciones, tenés muchos problemas de secado. Hay que ver que no haya presencia de oídios, que a veces se confunden también con los tricomas. También podés ver cómo están los tricomas, que no haya bichos, pelos, ni cosas que nos den indicios de un mal curado”, aporta Nicolás Boaretto, licenciado en biotecnología especializado en etnobotánica y asesor científico en Cannabis Río Negro.

Por caso, los hongos y bacterias generan toxinas (o microtoxinas) que son perjudiciales para la salud. Ahora bien, ¿cuántas veces escuchamos “si tiene un poquito de hongos, lo fumo igual”?

“Las esporas y el hongo negro que genera el moho van a parar a los pulmones. Son cosas que la gente no les da bola y que, después, en 30 o 40 años, tal vez genere mutaciones en una célula y produzcan cáncer o asma crónico”, advierte crudamente Boaretto.

¿Qué pasa con los porros malos?

En línea con los aumentos de los volúmenes de producción, hay cultivadores que aumentan la presencia de fertilizantes sintéticos y pesticidas.

A ellos, Legrower2.0 se les opone fervientemente: “No sólo afectan gravemente la calidad del porro, sino también nuestra salud. Eso lo notamos en su apariencia, en el olor. Un porro que da apariencia marrón, apagado u oxidado puede ser un porro que pasó por un mal secado, se expuso demasiado a la luz o, incluso, estuvo guardado antes de tiempo”.

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En ese sentido, lo dicho, un porro “mal curado” puede provocar problemas sanitarios y de salud. Ni hablar, claro, de las modificaciones en el sabor.

“En un porro ‘bien curado’ buscamos resaltar las propiedades organolépticas. Nos vamos a dar cuenta también si el porro tiene un tiempito de curado o no, por lo verde que esté. La parte vegetal de la clorofila, que siempre queremos evitarlo por el olor, el sabor ‘muy a planta’. Y según cómo fue fertilizado también se pueden encontrar o no distintos tipos de compuestos que en la combustión se notan”, detalla el biotecnólogo especializado en etnobotánica.

Un curado óptimo

Mientras tanto, el curado puede ayudar a mejorar los sabores y a intensificar los compuestos.

Sigue Boaretto: “Cuando uno cura el cannabis, los compuestos se pueden ir oxidando en el tiempo, se pueden ir degradando y podemos cambiar nuestra formulación de la planta. Básicamente, si lo secamos a altas temperaturas, podemos perder los terpenos y monoterpenos. O sea, cambiamos el sabor y el olor de la planta. Y, después, a nivel de cannabinoides, con el tiempo se van modificando”.

Un “buen curado” resalta sabores e incorpora otros nuevos, sobre todo en la parte aromática. ¿Un curado óptimo? “Entre dos y tres meses”, dicen los especialistas.

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“La humedad oxida el coco generando malos olores. También, si mirándolo se ve bueno pero al olerlo huele a pasto fresco, a amoníaco o a yerba, quiere decir que está secado a las apuradas. Por ende, va a tener mucha clorofila a la hora de fumar. Generando picor en la garganta al fumar y dolor de cabeza”, revuelve Legrower2.0.

“El porro, si está en fresco, tiene que estar seco pero no crocante. Ni gomoso, ni húmedo. Tiene que oler bien”, profundiza el grower.

El camino a la formalidad

Con respecto a un estado de situación ideal, el licenciado Boaretto se la juega y espera “que se desarrolle una industria de una vez por todas”.

Entonces, con ese envión, menciona conceptos técnicos como análisis en laboratorios por cromatografía gaseosa o por masa, controles de calidad (presencia de metales pesados, agroquímicos y contaminantes de fúngicos) y, también, algunas otras nociones microbiológicas.

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Tópicos que, a la sazón, demandan una regulación de la industria para que empiecen a venderse productos con certificación y control de calidad. “Ahí se van a caer un montón de mercados irregulares y productos de mala calidad”, tira Boaretto.

Y concluye: “Todos estos indicadores que mencionamos nos los va a dar el control de calidad que ponga la industria. Y estaría bueno que esto suceda y que sea una obligación para los productores. Para que la gente consuma el material de mejor calidad y hacer una reducción de daños. Porque son cosas que no las vemos. Y los daños a largo plazo nunca los terminás asociando con eso”.

Una cosita más. ¿Un último consejo? “Hay que tratar de guardarlo y conservarlo lo mejor posible”.

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