Opinión: El Cannabis Es un Nutracéutico, No un Fármaco, y la Desclasificación Es la Única Salida Real
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Por Bill Levers
Durante décadas, el cannabis ha estado atrapado en un purgatorio político, clasificado, vilipendiado y regulado como si fuera una peligrosa droga sintética de una sola molécula. Pero cualquiera que haya visto más allá de la propaganda gubernamental o haya interactuado con la planta sabe más: la marihuana no es una “droga” en el sentido farmacéutico tradicional. Muchos lo vemos como un nutracéutico, un producto botánico natural y complejo con un amplio potencial que pertenece a las manos de la gente, no al bolsillo de los conglomerados farmacéuticos.
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Con las autoridades de EEUU considerando una posible reclasificación a la Lista III, muchos titulares la celebran como un “progreso”. Pero llamémoslo por su nombre: una medida a medias que mantiene al cannabis atado a un control federal innecesario. Si queremos una reforma real, la marihuana debe ser desclasificada, no reclasificada.
Reclasificación a Lista III: El lobo con piel de oveja
En teoría, la Lista III suena mejor que la Lista I: reconoce el “uso médico” y un menor potencial de abuso. Pero no se dejen engañar. Reclasificar no es libertad; es una transferencia de control de los prohibicionistas a los burócratas.
Bajo la Lista III, el cannabis seguiría rigiéndose por la Ley de Sustancias Controladas (CSA), lo que significa que la DEA sigue al mando, la supervisión federal persiste y el acceso sigue siendo muy restringido.
Es como trasladar el cannabis del aislamiento a una prisión de mínima seguridad. Claro, hay un poco más de luz, pero las rejas siguen ahí.
Esto es lo que realmente significa la Lista III:
- Solo los productos de tipo farmacéutico aprobados por la FDA pueden recetarse legalmente.
- El cannabis de origen vegetal, de planta completa, sigue estando sujeto a restricciones federales.
- Los operadores multiestatales y los pequeños agricultores corren el riesgo de quedar excluidos, mientras que las grandes empresas farmacéuticas y biotecnológicas se preparan para entrar.
- La exención de la Sección 280E del código tributario se aplica, pero a costa de una supervisión regulatoria más estricta que podría aplastar a las pequeñas empresas con los costos de papeleo y cumplimiento.
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Si no tenemos cuidado, la reclasificación podría significar la corporativización del cannabis 2.0, con el dispensario de barrio reemplazado por estanterías de farmacia llenos de aislados de cannabinoides propiedad de (y controlados por) grandes compañías farmacéuticas.
El cannabis no es una droga de una sola molécula, es una sinfonía botánica
Los productos farmacéuticos están diseñados para actuar sobre moléculas específicas con precisión láser: un compuesto, un receptor, un resultado. La marihuana es todo lo contrario. Es una orquesta de más de 500 compuestos que trabajan en armonía a través de lo que muchos llaman el efecto séquito. Cannabinoides, terpenos, flavonoides y compuestos menores interactúan para producir resultados que ninguna molécula puede replicar por sí sola.
No se puede aislar la música de la sinfonía. No se puede extraer el bienestar de una sola molécula y llamarla “cannabis”.
Los críticos del enfoque farmacéutico argumentan que la industria preferiría descomponer la planta y patentar cada nota. Pero el poder de la planta reside en su complejidad, su sinergia natural y su adaptabilidad dentro del sistema endocannabinoide del cuerpo humano, la red reguladora que influye en todo, desde el estado de ánimo y el dolor hasta la inmunidad y el sueño.
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Esta complejidad es precisamente la razón por la que muchos creemos que el cannabis no pertenece a la Lista III. La CSA se redactó para gestionar medicamentos controlados y sintetizados, no productos botánicos vivos que han coevolucionado con la fisiología humana durante miles de años.
El cannabis como nutracéutico: El paradigma del alimento como medicina
El término nutracéutico describe compuestos o alimentos naturales asociados con beneficios terapéuticos y para la salud. Pensemos en la cúrcuma, el té verde, los ácidos grasos omega-3 o el ginseng. En ese sentido, el cannabis se ajusta perfectamente a esta definición, a menudo se utiliza y se experimenta como una poderosa combinación de poder nutricional y medicinal.
El cannabis crudo es rico en ácidos cannabinoides (como el THCA y el CBDA), que los investigadores están estudiando por sus posibles propiedades antiinflamatorias, neuroprotectoras y antioxidantes sin intoxicación.
Los cannabinoides y terpenos derivados del cáñamo se describen a menudo como adaptógenos, utilizados por personas que desean ayudar a sus cuerpos a mantener el equilibrio y resistir el estrés.
Muchas personas recurren a la microdosis diaria de cannabinoides, ya que creen que puede favorecer el tono endocannabinoide, al igual que otras personas utilizan vitaminas para reforzar la salud inmunitaria.
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Esto parece un producto nutracéutico, no farmacéutico. No se necesita receta médica para comer arándanos o tomar cúrcuma, aunque ambos tienen efectos mensurables en el organismo. Muchos creemos que el cannabis merece el mismo tratamiento.
Con una desclasificación completa del cannabis, finalmente podemos normalizarlo como un ingrediente para el bienestar, no como una sustancia controlada. Puede coexistir con suplementos, alimentos funcionales y terapias holísticas, disponibles tanto para la prevención como para el tratamiento.
El sistema endocannabinoide demuestra por qué el cannabis se adapta mejor a la nutrición que los narcóticos
La existencia del sistema endocannabinoide, descubierto en los ’90, desmintió la antigua narrativa del “abuso de drogas”. Todos los humanos y mamíferos poseen este sistema; este produce endocannabinoides (como la anandamida y el 2-AG) que regulan la homeostasis en casi todos los sistemas fisiológicos.
Los fitocannabinoides del cannabis interactúan con este sistema de maneras que sus defensores suelen comparar con el consumo de omega-3 para favorecer la función cerebral o probióticos para la salud intestinal.
Seamos claros: el cannabis no tiene por qué verse como algo que “secuestra” el cerebro. Muchos lo consideramos como un apoyo a un sistema que la vida moderna somete a constante presión.
Incluirlo en la Lista III es como clasificar la vitamina D como una sustancia controlada porque la luz solar afecta el estado de ánimo.
Desclasificación: El único camino hacia la verdadera libertad del cannabis
La desclasificación eliminaría por completo el cannabis de la Ley de Sustancias Controladas, sin supervisión de la DEA, sin criminalización federal, sin separación artificial entre “medicinal” y “recreativo”.
Permitiría que el cannabis se regulara como el alcohol, el tabaco o el café, industrias que prosperan gracias a las leyes de protección al consumidor, no a la aplicación de la ley penal.
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La desclasificación del cannabis implicaría:
- Acceso comercial completo para empresas grandes y pequeñas.
- Libertad de comercio interestatal, eliminando la fragmentación de las leyes estatales.
- Más investigación científica sin burocracia de la DEA.
- Estándares de seguridad del consumidor impulsados por las agencias de salud, no por la aplicación de la ley antinarcóticos.
- Equidad fiscal y acceso bancario para operadores legítimos.
La reclasificación no resuelve estos problemas, solo reorganiza la burocracia. La desclasificación la elimina.
La estrategia farmacéutica: Control a través del aislamiento
No ignoremos el elefante en el cuarto (de cultivo). Muchos en la comunidad creen que los grandes intereses farmacéuticos han estado en el negocio del cannabis durante años, esperando que la ley federal cambie lo suficiente como para entrar.
Puede que no les interese la planta en su conjunto. Quieren las moléculas.
Epidiolex (aislado de CBD) de GW Pharmaceuticals fue el primer fármaco derivado del cannabis aprobado por la FDA, y para muchos pacientes y defensores, parece una versión farmacéutica limitada del potencial más amplio de la planta.
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Decenas de otras empresas están solicitando patentes para cannabinoides específicos, métodos de extracción y sistemas de administración.
Una vez que el cannabis se incluya en la Lista III, solo los productos aprobados por la FDA podrán recetarse o comercializarse para uso médico. Los defensores temen que esto siente las bases para una política de control farmacéutico, donde los compuestos aislados se venden a un precio mucho mayor que el de la planta natural, mientras que el derecho a cultivar o acceder al cannabis completo permanece bloqueado a nivel federal.
Para muchos de nosotros, esto no es progreso. Se parece mucho a la privatización.
Salud pública sí, patentes privadas no
El modelo nutracéutico busca fortalecer la salud pública mediante el acceso, la educación y la autorregulación. El modelo farmacéutico tiende a potenciar las ganancias mediante patentes y recetas.
La desclasificación se alinea con la primera. La reclasificación corre el riesgo de proteger la segunda.
Si el cannabis permanece bajo la Ley de Sustancias Controladas (CSA), las mismas agencias que lo criminalizaron durante décadas ahora lo controlarán. Y lo harán utilizando las mismas herramientas: cuellos de botella en las licencias, trampas de cumplimiento y barreras de mercado que a menudo terminan beneficiando a las corporaciones en lugar de a las comunidades.
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Ya hemos visto esta historia en la industria del cáñamo. La Ley Agrícola de 2018 legalizó el cáñamo y el CBD, pero la inacción de la FDA y su aplicación inconsistente generaron caos. Los pequeños agricultores y las marcas lucharon mientras las grandes empresas consolidaban el control.
La desclasificación del cannabis evita ese destino. Invita a la FDA a regular los productos por su seguridad, no por su criminalidad, a la vez que permite a los estados mantener sus propios marcos de uso adulto.
La ciencia apoya la desclasificación del cannabis
Incluso las propias investigaciones del gobierno federal han reconocido discretamente que el cannabis tiene valor medicinal y un potencial de abuso relativamente bajo, criterios que contradicen directamente su inclusión en la Lista I o III.
Las Academias Nacionales de Ciencias (2017) concluyeron que existe evidencia sustancial del uso del cannabis para tratar el dolor crónico, las náuseas y la espasticidad.
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Los CDC señalan que el cannabis no se asocia con sobredosis mortales como muchas otras sustancias controladas. Los NIH financian estudios sobre los cannabinoides como posibles herramientas para abordar la inflamación, la neurodegeneración y el cáncer.
Cuando la ciencia dice una cosa y la ley dice otra, no se trata de salud, sino de control.
Un plan regulatorio para el futuro
Si la desclasificación parece radical, recuerden: en EEUU, ya está sucediendo a nivel estatal. Treinta y ocho estados cuentan con programas médicos y veinticuatro han legalizado el uso adulto. No es un fracaso. El gobierno federal simplemente se está poniendo al día.
Un marco sensato para la desclasificación podría ser el siguiente:
- Eliminar el cannabis por completo de la Lista de Sustancias Controladas.
- Permitir que la planta entera de marihuana se regule como un producto de bienestar o un producto agrícola.
- Establecer estándares claros de prueba, etiquetado y potencia.
- Permitir que la FDA supervise la seguridad, no la exclusividad de mercado.
- Mantener los aislados farmacéuticos (como los medicamentos sintéticos a base de THC o CBD) en la Lista III para aplicaciones clínicas específicas.
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Este sistema de dos niveles respeta tanto la planta como la ciencia, manteniendo el acceso al cannabis natural y permitiendo a la industria farmacéutica actuar en su propio terreno.
El contexto cultural: La marihuana es del pueblo
El cannabis ha sido medicina, alimento, fibra y sacramento durante milenios. El gobierno de EEUU no lo descubrió, lo criminalizó, lo gravó con impuestos y ahora intenta rebautizarlo como una “medicina controlada”.
Pero la comunidad cannábica, cultivadores, pacientes, veteranos, cuidadores y activistas han logrado que esta planta sobreviva a la prohibición. No necesitamos permiso para usar lo que la naturaleza nos dio.
La desclasificación no es solo un argumento legal; es una reivindicación cultural. Se trata de devolver el cannabis a la gente, donde muchos creemos que siempre ha pertenecido.
La cláusula del cáñamo: Una medida silenciosa con consecuencias masivas
Mientras todos observaban cómo el Congreso se esforzaba por evitar otro cierre gubernamental, los legisladores introdujeron una medida restrictiva contra el cáñamo en el nuevo proyecto de ley de gastos federales. La “cláusula del cáñamo”, incorporada en el paquete del 12 de noviembre de 2025, hace algo mucho más drástico que simplemente arreglar los presupuestos: redefine el significado del “cáñamo” en la ley federal.
Bajo la Ley Agrícola de 2018, el cáñamo se ganó su libertad al mantenerse por debajo del 0,3% de delta-9 THC. Simple. Limpio. Predecible. Pero esta nueva cláusula lo desmiente por completo. Dice que el cáñamo deja de ser cáñamo si contiene una cantidad medible de THC, THCA o cualquier sustancia con efectos similares al THC. También se centra en cualquier producto “fabricado” o “convertido”, lo que afecta prácticamente a todos los cannabinoides derivados del cáñamo en el mercado: delta-8, flores de THCA, mezclas, comestibles con infusión, etc. Incluso los productos de espectro completo podrían volver a estar clasificados como sustancias controladas.
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En un discreto párrafo, el Congreso básicamente otorgó a la FDA y al USDA la facultad de decidir qué productos cannabinoides pueden permanecer en el mercado legal y cuáles se tratan como sustancias controladas. Si esta cláusula se mantiene, gran parte del sector del bienestar derivado del cáñamo podría desaparecer en un año. Sin regulación. Sin corrección. Aniquilado.
Para las pequeñas marcas, agricultores, minoristas y empresas de bienestar alternativo, esto no es un cambio, sino una amenaza sísmica. Y ocurre justo cuando la DEA está incorporando el cannabis a la Lista III, reforzando el control sobre la planta, similar al de las farmacéuticas, mientras que el gobierno, simultáneamente, toma medidas enérgicas contra el cáñamo.
Si se amplía la perspectiva, el patrón se vuelve difícil de ignorar. Los cannabinoides derivados del cáñamo fueron la “solución nutracéutica alternativa” que permitió a millones de personas acceder a productos vegetales fuera del sistema farmacéutico. Ahora Washington señala que incluso esa libertad podría ser efímera a menos que se implemente una reforma federal completa.
Esta cláusula es el ejemplo perfecto de la importancia de la desclasificación. Si el cannabis permanece bajo la Ley de Sustancias Controladas, ya sea en Lista I o III, las agencias federales seguirán intentando controlar la planta. El cáñamo tuvo su momento de gloria en 2018, y el gobierno ya parece estar intentando reprimirlo.
El mensaje es claro: si queremos que el cannabis y el cáñamo sobrevivan como herramientas de bienestar, no solo como insumos farmacéuticos, la desclasificación es la vía que mejor protege tanto a la industria como a quienes dependen de ella.
La libertad está en desclasificar, no reclasificar
Seamos francos: Reclasificar la marihuana a Lista III no es una liberación, es un movimiento lateral que la mantiene bajo llave.
El cannabis no es un fármaco sintético, es un pilar nutricional, terapéutico y cultural que merece una desclasificación y normalización completas. La composición química, la historia y el perfil de seguridad de la planta apuntan a una verdad para muchos de nosotros en este ámbito: pertenece a la conversación sobre nutracéuticos, no a la lista de narcóticos.
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Hasta que el gobierno federal lo reconozca, la industria del cannabis y sus usuarios segurán atrapados entre el progreso y la prohibición.
Es hora de acabar con la clasificación y permitir que la marihuana ocupe su lugar como una de las herramientas de bienestar más versátiles de la naturaleza. La gente ha hablado. La ciencia está avanzando. El gobierno solo necesita ponerse al día.
Este artículo es un artículo de opinión de un colaborador externo no remunerado. Las opiniones expresadas son las del autor y no reflejan necesariamente las de High Times. El artículo ha sido ligeramente editado para mayor claridad y brevedad.
Vía High Times, traducida por El Planteo.
Foto por Matca Films
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