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¿Qué Es la Teoría del Mono Drogado? Los Psicodélicos en la Evolución Humana

Por Camila Berriex

¿Qué Es la Teoría del Mono Drogado? Los Psicodélicos en la Evolución Humana

✍ 24 December, 2024 - 15:16

Se comió el honguito y empezó a hablar. Se levantó, cazó un par de animales y encima tuvo mejor sexo. ¿Tan así? ¿Podrían los psicodélicos haber sido el catalizador secreto detrás de la evolución del Homo sapiens? Suena a algo sacado de la ciencia ficción, pero esta idea existe, tiene nombre y lleva más de 30 años dando vueltas por el mundo de la psicodelia: estamos hablando de la “teoría del mono drogado”.

Propuesta originalmente por el etnobotánico y psiconauta Terence McKenna en su libro Food of the Gods (1992), esta hipótesis sugiere algo fascinante: nuestros ancestros habrían incorporado hongos de psilocibina (o psilocibios) en su dieta hace cientos de miles de años, y esos pequeños bocados psicodélicos podrían haber jugado un papel clave en el desarrollo del lenguaje, la creatividad y el pensamiento abstracto. 

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¿Por qué hablar de esta teoría hoy? Porque los psicodélicos están volviendo al centro del debate científico y cultural. Miles de investigaciones exploran su potencial terapéutico, y lo que antes parecía simple especulación ahora comienza a ganar algo de respaldo. ¿Y si los psicodélicos no solo curan, sino que ayudaron a crear la mente humana tal como la conocemos?

¿Qué es la teoría del mono drogado?

Para empezar, quizás te preguntes quién es Terence McKenna. Para empezar, podemos contarlo entre los portavoces legendarios del mundo de la psicodelia. Filósofo, etnobotánico y escritor nacido en Colorado, McKenna dedicó gran parte de su vida a explorar los límites de la conciencia humana hasta sus últimos días, cuando partió de este mundo en el año 2000.

Y fue en su libro Food of the Gods donde presentó una hipótesis que todavía hoy despierta tanta fascinación como escepticismo: la teoría del mono drogado.

La idea central es simple pero revolucionaria: hace aproximadamente 100.000 años, en plena era del Pleistoceno, nuestros ancestros homínidos comenzaron a ingerir hongos alucinógenos (específicamente el Psilocybe cubensis), probablemente de manera accidental.

Y es que los hongos mágicos, también conocidos como cucumelos, crecen con frecuencia bajo la caca de vaca y otros animales con pezuñas, por lo que la teoría sugiere que nuestros antepasados cazadores-recolectores seguían a los rebaños y luego encontraban y comían hongos bajo las heces que dejaba el rebaño.

Lo que no podrían haber sabido en aquel entonces es que aquellos hongos mágicos significarían algo más que un tentempié… podrían haber cambiado el curso de la evolución humana.

Un poco de contexto: El pleistoceno

La era del Pleistoceno, que abarca desde hace 2,6 millones hasta 11.700 años, fue una época de cambios climáticos extremos y grandes migraciones. Tales condiciones obligaron a nuestros ancestros a experimentar con nuevas fuentes de alimento, incluyendo plantas y hongos desconocidos, causante de cambios epigenéticos y alteraciones neuroquímicas y culturales.

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Específicamente —o tan específico como se pueda— hace unos 40.000 años, algo cambió en la evolución del Homo sapiens. Ciertas capacidades y características cognitivas superaron al resto del proceso evolutivo. Según el filósofo Thomas Falk, esta transición fue clave para que los humanos crearan mundos materiales y simbólicos. Y para McKenna, fue gracias a los psicodélicos.

Los efectos psicodélicos de los hongos de psilocibina —como la expansión de la percepción y el pensamiento creativo— habrían permitido a nuestros ancestros conectar ideas, mejorar su comunicación y comenzar a interpretar el mundo de formas novedosas.

Aunque la teoría de McKenna carece de pruebas directas, este investigador se basó en algunos estudios existentes y debates prominentes de aquella época:

  • Los experimentos del psicofarmacólogo Roland L. Fischer en los ‘60 y ‘70. Fischer descubrió que pequeñas dosis de psilocibina podían mejorar la agudeza visual y otros procesos cognitivos en humanos.
  • Aunque no ampliamente documentado en su tiempo, McKenna mencionó la posibilidad de que los psicodélicos pudieran aumentar la libido, actuando como afrodisíacos e incrementando la motivación para la reproducción. Hoy, existen estudios que lo comprueban con mayor profundidad.
  • Aunque McKenna no citó estudios específicos en su libro, estaba familiarizado con conceptos emergentes sobre cómo las sustancias psicodélicas podrían afectar la plasticidad cerebral. Estas ideas han sido más desarrolladas en investigaciones posteriores, pero ya se discutían en círculos académicos durante las décadas del ‘60 y ‘70.
  • McKenna se basó en relatos etnográficos sobre el uso de hongos psilocibios en rituales religiosos y de sanación, particularmente en culturas de Mesoamérica. Aunque no se trata de estudios clínicos formales, estas observaciones culturales le proporcionaron contexto para argumentar que los hongos podrían haber tenido un impacto significativo en las primeras sociedades humanas.

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De este modo, McKenna plantea que las primeras poblaciones de Homo erectus que vagaban por las sabanas encontraron estos hongos psicodélicos y los incluyeron en su dieta.

Las pequeñas dosis habrían mejorado su capacidad de detección visual, mientras que cantidades mayores pudieron haber estimulado la cohesión social, el pensamiento creativo y, quizás, la semilla de lo que eventualmente sería el lenguaje.

Efectos de la psilocibina en nuestros ancestros

¿Cómo actúa la psilocibina en el cerebro? ¿Qué pasa cuando hacemos uso de ella? Por si alguna vez te lo has preguntado, la ciencia tiene algunas respuestas (y también muchas preguntas).

Este compuesto psicodélico, presente en los famosos hongos mágicos, actúa directamente en los receptores de serotonina del cerebro. Pero no termina ahí: también reorganiza la forma en que las diferentes áreas cerebrales se comunican entre sí. Así, podemos evidenciar más creatividad, introspección y formas radicalmente nuevas de percibir el mundo.

Bajo los efectos de la psilocibina, las personas reportan un estado mental más conectado, menos fragmentado. Las áreas del cerebro que normalmente no “hablan” entre sí comienzan a hacerlo, lo que podría explicar experiencias sensoriales intensas, pensamiento lateral e, incluso, la sensación de haber comprendido los misterios del universo (aunque luego no siempre lo recuerdes al detalle).

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Hoy sabemos que estos cambios son temporales, pero también sabemos que una sola dosis puede generar efectos a largo plazo en la forma en que pensamos, sentimos y nos relacionamos con los demás. Entonces, si hoy en día los hongos mágicos pueden hacer tanto, imagina lo que habrán hecho hace miles de años.

Lo que la psilocibina pudo haber logrado en el pasado

Para McKenna, los efectos de la psilocibina en las sociedades prehistóricas fueron mucho más profundos que una simple “experiencia mágica”. El filósofo sugirió que estas sustancias no sólo alteraron las percepciones de nuestros ancestros, sino que también podrían haber impulsado directamente su evolución cognitiva y social.

¿Cómo? Aquí van las claves según McKenna:

  • Agudeza visual mejorada: Dosis bajas de psilocibina pudieron haber ayudado a nuestros ancestros a detectar amenazas o presas con mayor claridad en el entorno salvaje. Básicamente, esas visiones algo más “mejoradas” podrían haber marcado la diferencia entre el hambre y una buena cena.
  • Incremento en la reproducción: McKenna planteaba que la psilocibina actuaba como afrodisíaco, aumentando la libido y favoreciendo encuentros reproductivos. Esto implica más bebés y, con suerte, mejores genes para las futuras generaciones.
  • Cohesión social: Dosis más altas de psilocibina tienden a “disolver los límites del ego”. En términos simples: los hongos mágicos pudieron haber ayudado a nuestros ancestros a fortalecer sus lazos comunitarios, colaborando más y, quizás, peleando menos.
  • Percepción del entorno y resolución de problemas: Si los hongos mejoraban cómo veían los primeros humanos, también mejoraban cómo pensaban. Según McKenna, la psilocibina habría permitido a los homínidos analizar mejor su entorno, resolver problemas complejos y adaptarse a desafíos de supervivencia.
  • Capacidad de comunicación: Aquí es donde la teoría se pone realmente interesante. McKenna sugirió que la psilocibina pudo haber estimulado la emergencia del lenguaje al conectar sonidos, símbolos y significados de formas completamente nuevas. Imagina a un grupo de Homo erectus improvisando las primeras palabras tras una buena dosis de hongos (bueno, quizás no haya sido tan así, pero se entiende).

La psilocibina como psicoplastógeno

Si todo esto ya te parece fascinante, espera porque hay más. En tiempos recientes, el científico David Olsen introdujo el término psicoplastógenos para describir sustancias como la psilocibina, el DMT y el LSD. Estas sustancias tienen un impacto relevante en la neuroplasticidad; es decir, la capacidad del cerebro para reconfigurarse y crecer.

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Dichos efectos neuroplásticos incluyen:

  • Neurogénesis: Creación de nuevas neuronas.
  • Sinaptogénesis: Formación de nuevas conexiones entre las neuronas.
  • Re-mielinización: Recuperación del “aislante” de las neuronas, mejorando la transmisión de señales.
  • Activación de sinapsis dormidas: Haciendo que partes del cerebro que normalmente están apagadas “despierten”.

Este potencial de reconfiguración cerebral pudo haberle dado a nuestros ancestros una ventaja evolutiva única, permitiéndoles adaptarse mejor a un mundo cambiante y, por supuesto, liderar el camino hacia lo que hoy llamamos humanidad.

hongos evolución

¿Qué dice la ciencia?

Pero, ¿y eso qué quiere decir? ¿Existen pruebas científicas de que nuestros ancestros usaron psicodélicos? La realidad es que la teoría recibió poca atención científica y fue cuestionada por su simplicidad. Y es que a la comunidad científica no le emociona la idea de asumir que “gracias a los hongos se catalizó el desarrollo de la conciencia humana”. Suena demasiado fácil, ¿no?

Sin embargo, Dennis McKenna, hermano de Terence y etnofarmacólogo, investigador farmacognosista, conferenciante y escritor, desarrolló una visión más matizada. En el documental Fantastic Fungi, sugirió que los hongos psicodélicos habrían actuado como un “software” que programó el cerebro humano moderno. Por lo tanto, no hicieron magia, pero facilitaron procesos que ya estaban en curso. 

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Asimismo, en un estudio reciente titulado Psychedelics, Sociality, and Human Evolution, los investigadores Rodríguez Arce y Winkelman argumentan que la teoría de McKenna se lleva puestos otros múltiples factores interrelacionados que tuvieron lugar a lo largo de la evolución humana más allá de los psicodélicos. Aunque, de igual forma, reconocen que estos pudieron desempeñar un papel importante, especialmente en el desarrollo de habilidades sociales y cognitivas.

De hecho, para estos dos científicos hay algunos matices y perspectivas extras para responder cómo los psicodélicos podrían haber influido en la evolución humana. A saber:

  • Más creatividad ritual y artística: Los psicodélicos no sólo impactaron la cohesión social; también pudieron haber impulsado la creatividad simbólica y ritual, como la creación de arte rupestre y ceremonias complejas que habrían servido como herramientas culturales para transmitir conocimiento y fortalecer identidades grupales. ¡Esto incluye también más música! Los efectos de los psicodélicos en la ampliación de la musicalidad pudieron haber incrementado la adaptabilidad y la aptitud de los humanos, apoyando el proceso de hominización.
  • Menos trauma, menos estrés, mejor psiquis: Rodríguez Arce y Winkelman sugieren que la psilocibina pudo haber sido instrumental en la gestión del estrés y en el tratamiento de problemas de salud, proporcionando una ventaja adaptativa al mejorar la resiliencia psicológica de los homínidos.

Dicho esto, es claro que una parte de la comunidad científica se muestra en desacuerdo y critíca la teoría por no ser lo suficientemente específica.

Entre estas críticas también se ha argumentado que “muchas poblaciones indígenas —como la amazónica— también usan psicodélicos, pero que no han mostrado las ventajas evolutivas que Terence McKenna pretendía demostrar”. Esta idea de que las culturas son “menos evolucionadas” refleja un prejuicio etnocéntrico que, con ese criterio, tampoco resulta científicamente comprobable.

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Por otra parte, muchos estudios recientes no están tan en desacuerdo, y demuestran que los psicodélicos pueden producir transformaciones duraderas, a nivel:

  • Químico: Alteran los procesos químicos del cerebro interactuando con los receptores de serotonina, facilitando estados de conciencia expandidos y modulando emociones.
  • Fisiológico: Ajustan el sistema nervioso central promoviendo equilibrio dinámico entre los sistemas corporales.
  • Neuroanatómico: Producen cambios estructurales en el cerebro, como el crecimiento del grosor cortical, clave en el control emocional y la toma de decisiones.
  • Neuropsicológico: Potencian habilidades cognitivas, mejorando la memoria, la creatividad y la capacidad para resolver problemas complejos.
  • Espiritual: Facilitan experiencias de trascendencia, conexión con el entorno y una mayor comprensión de en dónde estamos parados.

Ejemplos de investigación que podrían ayudar a respaldar la teoría de McKenna

Nuevas investigaciones en antropología, neurociencia y farmacología están reavivando el debate y, en las últimas décadas, diversos estudios han buscado validar y/o profundizar en los efectos de los psicodélicos.

Un estudio reciente de Perú busca apoyar directamente la teoría del mono drogado. En él, se observó que la psilocibina provoca un aumento de la comunicación entre regiones cerebrales normalmente desconectadas, fomentando procesos cognitivos vinculados a la motricidad fina, la percepción visual, la creatividad, el pensamiento abstracto y la resolución de problemas. También analizaron la aparición de hongos en pinturas rupestres antiguas, y otros factores prometedores.

Por otro lado, una investigación de imágenes cerebrales reveló el potencial de la psilocibina para restablecer las redes neuronales e influir en la neuroplasticidad.

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Entonces, podríamos decir que la discusión en torno a “la teoría del mono drogado” sigue siendo una mezcla entre ciencia, especulación y debate cultural. Si bien la teoría de McKenna ha recibido críticas por su falta de rigor y por simplificar un proceso tan complejo como la evolución humana, las investigaciones contemporáneas han comenzado a aportar matices importantes.

Desde cambios neuroanatómicos hasta impactos positivos en la cognición y la regulación emocional, los psicodélicos aparecen como herramientas potenciales para entender cómo ciertos factores pudieron influir en el desarrollo de nuestra especie.

Aunque no exista en sí evidencia concluyente que respalde una conexión directa entre los psicodélicos y la evolución humana, los estudios recientes muestran que estos compuestos tienen efectos profundos y multifacéticos que podrían abrir nuevas perspectivas sobre el pasado de nuestra especie y su relación con estados alterados de conciencia.

La teoría del mono drogado en la cultura popular

Aunque en la ciencia aún se siga poniendo en tela de juicio la veracidad de “la teoría del mono drogado”, hay un lugar en donde -ciertamente- no falló: en la cultura popular. Esta teoría captó la imaginación de psiconautas modernos, músicos internacionales, escritores, activistas y otros actores clave en el ámbito.

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Entre ellos, vale a destacar algunos con intervenciones que, de forma más o menos clara, hicieron alusión a la teoría y le mandaron un cariñoso guiño a McKenna:

  • Bill Hicks: El icónico comediante estadounidense incluyó la teoría en sus monólogos, describiéndola como una de las explicaciones más entretenidas y plausibles del salto evolutivo humano. Con un tono irreverente, Bill logró popularizarla entre audiencias más jóvenes.
  • Joe Rogan: En su podcast The Joe Rogan Experience, Rogan ha discutido extensamente la teoría, mostrándose bastante fascinado por sus implicancias y conectándolas con temas de evolución y neurociencia.
  • Michael Pollan: En su libro How to Change Your Mind, Pollan hace referencia a la teoría al discutir el impacto histórico de los psicodélicos. De hecho, llamó al libro de McKenna “el epítome de toda especulación micocéntrica”.
  • Paul Stamets: El célebre micólogo ha mencionado la teoría en charlas públicas y entrevistas, como su charla TED 6 Ways Mushrooms Can Save the World.

Y es que por más que no forme parte de los libros de texto de biología, la teoría sigue siendo un ícono en la cultura psicodélica, abriendo debates sobre la legalización y el uso terapéutico de sustancias como la psilocibina.

Conclusión

En una audaz propuesta, esta teoría nos invita a reflexionar sobre nuestra historia evolutiva y, quizá más importante, sobre lo que aún no entendemos de nuestra mente.

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Nuevos y constantes estudios sobre los psicodélicos para fomentar la creatividad, darle un reset a nuestro cerebro o mejorar la resiliencia psicológica continúan ayudándonos a comprender cómo los estados alterados de conciencia pudieron haber influido en la humanidad.

A la sazón, no deja de ser curioso que una teoría tan alocada siga generando preguntas tan profundas. Porque, al fin y al cabo, ¿no somos todos monos intentando entender el cosmos?

Ilustración de portada por Raws, cortesía de Los Cocos y Los Cocos Farms Inc // editada en Canva por El Planteo

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Camila Berriex

ACERCA DEL AUTOR

Camila es traductora y redactora en El Planteo, donde crea y optimiza contenidos culturales y de negocios aplicando sus conocimientos en SEO. Estudia Sociología y música, explorando las ciencias sociales y el arte desde múltiples enfoques.

Además de su trabajo en El Planteo, ayuda a diversas industrias a conectar mejor con sus clientes mediante la redacción de blogs SEO, newsletters y contenido en LinkedIn. Con un profundo amor por la milonga y una curiosa fascinación por la era medieval, Camila encuentra en la comunicación una forma de conectar culturas y perspectivas. De día, es escritora; de noche, entusiasta del pool y los acordes; y en todo momento, una ávida estudiante.

Puedes encontrarla en LinkedIn.

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