Chanda Macias

Cannabis

Fue Reina Zulu en Nueva Orleans y Perdió su Casa: Hoy Maneja un Imperio de Cannabis e Inspira a Celebridades

Por Javier Hasse

Fue Reina Zulu en Nueva Orleans y Perdió su Casa: Hoy Maneja un Imperio de Cannabis e Inspira a Celebridades

✍ 12 January, 2025 - 12:08

“Creía en la planta, incluso cuando todo el mundo me decía que estaba tirando mi vida a la basura”, dice la Dra. Chanda Macias.

Sus palabras cargan con el peso de una vida marcada por la determinación, la pérdida y el triunfo. Dentro del mundo del cannabis, Macias destaca como científica, activista y pionera. Como CEO del National Holistic Healing Center en Washington D. C., se convirtió en la primera mujer afroamericana en abrir y operar un dispensario de cannabis medicinal en la costa Este de Estados Unidos. Hoy, su nombre es sinónimo de resiliencia y de romper barreras. Pero ese camino no empezó bajo la luz de los reflectores: se forjó en las trincheras de la adversidad.

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Criada en una familia de clase trabajadora, Macias enfrentó varios obstáculos que amenazaron con descarrilar sus ambiciones. En la escuela secundaria, se convirtió en madre soltera después de que el padre de su hijo fuera encarcelado durante el apogeo de la guerra contra las drogas. “Nadie pensaba que fuera a llegar a la universidad”, cuenta. Las expectativas eran bajas, pero su determinación no flaqueaba. Sin decírselo a nadie, aplicó a Howard University y a la Universidad de Maryland, dos importantes instituciones educativas en los Estados Unidos. Ambas la aceptaron, pero Macias eligió a Howard, famosa por su fuerte identidad afroamericana.

“Por mi herencia familiar en Luisiana, me consideran criolla o mestiza. Soy de ascendencia europea, afro y también hispana”, explica. “En Estados Unidos nadie me considera blanca; tengo piel de color. Yo me identifico como afro-latina porque así es como me tratan”.

Howard fue un antes y un después para Macias, pero el proceso no fue fácil. Además de estudiar, tenía dos trabajos, cuidaba de su hijo y aún así sacaba notas sobresalientes. “Sí, tenía dos trabajos y un niño a mi cargo, pero me enamoré de la ciencia”, dice.

Por otro lado, el cáncer había dejado una huella profunda en su comunidad y en su círculo de amistades. Al ver a tantas mujeres a su alrededor luchar contra el cáncer de mama, se sumergió en la investigación del gen BRCA1, buscando respuestas y soluciones.

Fue en esa época que el cannabis hizo una primera aparición en su vida. “Empecé a darme cuenta de lo mucho que el cannabis ayudaba con los síntomas del cáncer y me resultaba fascinante”, rememora. En Howard, comenzó a atar cabos entre la relación con el cannabis en su comunidad y la evidencia científica emergente.

“Era de conocimiento común que, si tenías cáncer, tenías que encontrar a alguien que te consiguiera marihuana”, cuenta. Esas transacciones discretas en estacionamientos y a puertas cerradas dejaban al descubierto una realidad insoslayable: no existían canales de acceso seguros ni legítimos a una planta que podía tener un impacto abrumador sobre la calidad de vida de los y las pacientes.

La ciencia frente al estigma

Macias no se conformaba con rumores y evidencia anecdótica; ella quería data concreta. En Howard, revisó investigaciones, muchas procedentes de Israel, que mostraban cómo el cannabis podía aliviar los efectos secundarios de los tratamientos contra el cáncer. Se acercó a su asesor académico con una idea: quería estudiar el potencial del cannabis en tratamientos para el cáncer. Pero la respuesta que recibió de sus profesores fue tajante. “Me dijeron: ‘Es ilegal’. Y yo les contesté: ‘Pero somos científicos’”. Sin embargo, la posición institucional no cambió.

Ese momento se le quedó grabado: no fue solo un rechazo académico, sino también el reflejo de un problema sistémico mucho más grande. “Empecé a entender por qué encarcelaban a tantos hombres afroamericanos por posesión o distribución de cannabis. No era solo un tema sistémico; era personal”, comenta. La guerra contra las drogas había dejado cicatrices en su familia y en su comunidad, y la injusticia de todo ello impulsó aún más su compromiso con explorar el potencial del cannabis.

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Chanda Macias

Aunque las investigaciones formales sobre cannabis estaban fuera de su alcance, centró sus estudios en el cáncer de próstata, una enfermedad con tasas desproporcionadamente altas entre los hombres negros. “Quería ver si el cannabis, quizá, reducía la enfermedad o si inhibía el crecimiento de tumores”, explica.

Aunque no pudo vincular directamente sus estudios con el cannabis, la semilla estaba plantada. Sabía que, cuando llegara el momento, estaría preparada para dar el siguiente paso.

El cannabis es medicina

Para cuando Macias terminó sus estudios de posgrado, el cannabis ya había enraizado en su mente, no solo como una herramienta de exploración científica, sino como una respuesta para quienes eran ignorados por la medicina tradicional. Su educación y sus experiencias le dieron una perspectiva singular: había visto cómo las desigualdades sistémicas empujaban al cannabis a la clandestinidad, mientras los estudios científicos confirmaban su enorme potencial. Esa tensión se convirtió en su fuerza motora.

Al adentrarse en su carrera profesional, profundizó sus conocimientos científicos. Se unió a Colgate-Palmolive como investigadora, centrándose en enfermedades infecciosas. El mundo corporativo ofrecía estabilidad y prestigio, pero algo le faltaba. “Estaba consiguiendo ascensos rápidamente”, dice. “Pero siempre me preguntaba: ‘¿Cómo puedo volver al cannabis?’”.

No era una inquietud pasajera. Para Macias, el cannabis se había convertido en un llamado, tanto en el plano científico como en el moral. Sin embargo, cada vez que intentaba dar el salto hacia la investigación del cannabis, se topaba con muros. Las farmacéuticas mostraban poco interés en contratarla para proyectos relacionados con la planta y el estigma que la rodeaba seguía cerrándole puertas. “Era un ‘no’ tras otro, fuera a donde fuera”, recuerda.

‘Voy a hacerlo’

En 2012, Washington D.C. anunció que emitiría licencias para dispensarios de cannabis medicinal. La noticia golpeó a Macias como un destello de claridad. “En ese momento dije: ‘Voy a hacerlo’”, recuerda. Pero adentrarse en la industria del cannabis no era tan simple. El proceso para aplicar a una licencia implicaba demostrar experiencia en cultivo, cumplimiento regulatorio, atención al paciente y gestión empresarial. Ella sabía que contaba con la base científica y con un MBA en administración de cadenas de suministro, pero todavía había muchas brechas que cubrir.

Decidida, viajó a California para sumergirse de lleno en el epicentro del movimiento cannábico. Veteranos de la industria la recibieron y compartieron con ella sus vivencias. “Me abrieron las puertas de sus instalaciones por pura solidaridad y por la misión compartida de impulsar el uso médico de la planta”, dice. Aquellos aprendizajes sentaron las bases de lo que vendría después. “Fue una locura… muy emocionante”, agrega, al pensar en el vertiginoso ritmo de los acontecimientos.

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De regreso en Washington, Macias volcó todo ese saber en su solicitud para una licencia, con una propuesta que equilibraba el rigor científico y la empatía hacia los y las pacientes. El proceso puso su determinación a prueba. Conseguir un local, uno de los requisitos claves, se transformó en una misión (casi) imposible. La mayoría de los propietarios no quería alquilar sus locales a dispensarios de cannabis. Después de meses de búsqueda, encontró un sótano en Dupont Circle, pero a un precio muy por encima de sus posibilidades.

“Dejé de pagar mi hipoteca y me mudé con mi familia a un departamento de 90 metros cuadrados para poder costear la renta”, dice, mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Era una apuesta a todo o nada. Una que le costó su casa. Pero Macias no se rindió. “Perdí mi hogar, pero seguí creyendo en mí y en la planta”, afirma. “No tenía alternativa”.

Cuesta arriba

Obtener la licencia para dispensar cannabis en Washington D.C. fue apenas el primer peldaño de una escalada empinada. Macias se topó con nuevos retos que exigieron cada gramo de su entereza. Apenas había ganado la licencia, su arrendador canceló el contrato del local en Dupont Circle. Quedó a la deriva, sin el espacio que la regulación le exigía para poder abrir su dispensario. “Ya había perdido mi casa por este sueño”, dice. “Ahora corría el riesgo de perder la licencia antes de empezar”.

Chanda Macias

Durante tres años, Macias luchó por mantener viva su visión, moviéndose para transferir la licencia a otra ubicación. Las normas no se lo ponían fácil. Sin dispensario, redirigió su energía a otra labor: la investigación de medicinas naturales en África. Liderando un equipo de estudiantes doctorales y de medicina, estudió tratamientos contra la malaria y otras enfermedades infecciosas, con la esperanza de marcar una diferencia mientras recomponía su propia vida.

Pero la pugna por abrir su dispensario no había terminado. En 2015, recibió una carta del Departamento de Salud de Washington D.C.: si no abría en un plazo de 60 días, perdería definitivamente su licencia. Éste fue un punto de inflexión: Macias tomó un avión de regreso a Estados Unidos, dejó atrás a su equipo de investigación y se enfocó por completo en inaugurar el dispensario, aunque el plazo fuera casi imposible de cumplir.

La recta final

Macias afrontó el reto de negociar de nuevo con el propietario del sótano que originalmente había alquilado y, en solo dos meses, armar un dispensario. El dueño, que había tenido el espacio vacío durante años (“era un sótano en ruinas… nadie lo quería”), finalmente aceptó renegociar el contrato después de que ella le enviara una carta conmovedora donde detallaba su compromiso y trayectoria. “Le entregué todo: mis publicaciones académicas, mi historial… Quería que supiera cuán en serio me lo tomaba”, cuenta.

Con el contrato firmado, trabajó a contrarreloj para transformar el lugar. “Nuestra primera sala de recepción estaba amueblada con los sillones de mi casa”, recuerda entre risas. “Hasta colgamos en el dispensario los cuadros que teníamos en el departamento. Hicimos lo que fuera necesario para que funcionara”.

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Sin embargo, los obstáculos seguían apareciendo. En ese momento, el mercado de cannabis en D.C. estaba dominado por cultivadores con integración vertical, reticentes a vender sus productos a dispensarios independientes. “Nadie quería venderme nada”, dice. “Fue devastador. Haber llegado hasta aquí y no poder siquiera llenar los estantes de mi dispensario era muy duro”.

La ayuda vino de un aliado inesperado: Corey Barnett, un cultivador afroamericano de D.C., le ofreció venderle una sola onza de una variedad llamada Buffalo Soldier. “Era todo lo que podía pagar”, dice. Macias empezó a educar a los pacientes sobre los beneficios de la planta y poco a poco amplió su clientela. “Arrancamos con 13 pacientes”, relata. “Después, Corey me preguntó si necesitaba más cannabis y le dije que no tenía dinero. Confió en mí para que se lo pagara después, y así empezamos a crecer”.

La base de pacientes aumentó de forma gradual, alcanzando 250 personas a medida que se corría la voz sobre su dispensario. “Educaba a la gente sobre la planta y generaba confianza”, explica. “Cada paciente que entraba representaba una victoria”.

La apertura oficial de National Holistic Healing Center coronó años de sacrificio y lucha. Para Macias, el éxito era prueba palpable, fruto de su perseverancia, pero también dejaba en evidencia las dificultades sistémicas que enfrentan quienes se aventuran en la industria del cannabis, en especial mujeres y personas racializadas. “Lo perdí todo por esto”, dice. “Pero sabía que tenía que seguir adelante, no solo por mí, sino por los pacientes y la comunidad a la que sirvo”.

Cuando todo parece venirse abajo (y después remonta)

Para 2017, la misión de Macias de transformar la industria del cannabis ya la había puesto a prueba de formas inimaginables. Sin embargo, su afán por cerrar brechas de acceso, equidad y educación la empujó a un nuevo desafío, esta vez en Luisiana, un estado con una historia compleja.

La relación de Macias con la Southern University —una de las instituciones más prestigiosas entre las universidades históricamente negras (HBCU)— nació a través de la educación. En su dispensario en Washington, había ofrecido pasantías a estudiantes, mentoreando a la siguiente generación de científicos y profesionales afroamericanos del cannabis. Ese lazo se fortaleció cuando la universidad la contactó para un ambicioso proyecto: revivir su tambaleante programa de cannabis medicinal.

Luisiana había otorgado inicialmente la licencia de cultivo y producción a una compañía llamada Advanced Biomedics. Pero tras dos años de retrasos y contratiempos operativos, el programa corría riesgo. La universidad buscó a Macias para tomar las riendas. “Me pidieron que asumiera la dirección, pero la condición era que consiguiera USD 2,18 millones”, cuenta. Para la mayoría, eso habría sido razón suficiente para desistir, pero para Macias era un nuevo reto que abrazar.

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Su compromiso con el proyecto iba más allá del negocio. Las comunidades de Luisiana, sobre todo las afectadas por la guerra contra las drogas, necesitaban lo que ese programa podría ofrecer: empleos, formación y una vía hacia el progreso económico. A contrareloj, Macias tocó cada uno de sus contactos. Al final, el dinero llegó de un aliado inesperado: una empresa de cannabis de Pensilvania a la que antes había ayudado pro-bono. “Confiaron en mí, y esa confianza lo cambió todo”, dice.

Bajo el liderazgo de Macias, Southern University se convirtió en la primera HBCU autorizada para cultivar y elaborar cannabis medicinal. El programa no solo abrió puertas a estudiantes locales, sino que también supuso un gran paso en materia de defensa de derechos y activismo. Gracias a su trabajo, Macias impulsó medidas de despenalización en todo el estado y contribuyó a que miles de personas con condenas por cannabis en Luisiana pudieran acceder a indultos.

Hola, Reina Zulu

En medio de su importante trabajo en Luisiana, Macias se encontró, de forma inesperada, en el epicentro de un escenario distinto: el Mardi Gras, el famoso carnaval de Nueva Orleans. En 2020, la eligieron como Reina Zulu, un título cargado de simbolismo cultural e histórico. Fundado en 1909, el Zulu Social Aid and Pleasure Club es el corazón del Mardi Gras afroamericano de Nueva Orleans. Dato de color: Louis Armstrong, el legendario músico de jazz, fue Rey Zulu en 1949. Para Macias, asumir este rol era un honor, aunque no estaría exento de polémicas.

La comunidad Zulu, como gran parte de Luisiana, tenía sentimientos encontrados respecto a la marihuana. Muchos de sus miembros habían sido golpeados de lleno por la guerra contra las drogas, y el nexo de Macias con la planta despertó inquietudes. “Recuerdo que el Rey me dijo: ‘Mi gente no quiere tener nada que ver con el cannabis’”, comenta. Al principio, algunos integrantes se resistieron a su nombramiento, temiendo que empañara la historia del club. Macias respondió con la misma determinación que había marcado el resto de su trayectoria. “No quería usar su plataforma para imponer mi discurso, pero tampoco iba a esconder quién era”, explica.

Aun así, hizo concesiones, accediendo a no vestir de verde ni incluir referencias al cannabis durante sus apariciones en Mardi Gras. Pero se mantuvo fiel a su misión, usando su posición para abrir conversaciones y desmontar prejuicios. “La comunidad, al principio, trató activamente de quitarme el puesto”, dice, con la voz quebrada. “Pero los hombres de Zulu dieron la cara por mí. Dijeron: ‘Ella es nuestra Reina. Y punto’”.

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El reinado de Macias se transformó en un punto de inflexión, no solo para ella sino también para la comunidad Zulu. Para el fin del Mardi Gras, gran parte de sus opositores se habían convertido en aliados. La Southern University reconoció públicamente su labor y la alcaldesa de Nueva Orleans resaltó sus logros como empresaria del cannabis. “En medio del carnaval, me felicitaron en el escenario por todo lo que había hecho. Fue uno de los momentos más intensos de mi vida”, cuenta.

A pesar de los honores, el título no vino sin dificultades. Macias enfrentó amenazas contra su integridad, un recordatorio contundente de la resistencia que encara una mujer racializada que lidera cambios en el sur de los Estados Unidos. “Mi esposo me rogaba que regresara a casa, pero me negué a huir de todo lo que había construido. Contraté más seguridad y seguí adelante”, dice. Su empeño rindió frutos: su activismo cobró fuerza y su influencia en el panorama cannábico de Luisiana se afianzó.

Women Grow y el impulso de la esperanza

Al adentrarse en la industria del cannabis, la Dra. Macias pronto comprendería que el conocimiento científico y técnico no bastaría para salir adelante. Administrar un dispensario suponía desafíos singulares: desde manejar la normativa hasta forjar lazos genuinos con la comunidad. En busca de apoyo, asistió a un evento de Women Grow, donde encontró mucho más que simples consejos. “Me acogieron con los brazos abiertos”, recuerda. “Me ayudaron a montar mis stands educativos, a conectar con los y las pacientes y a construir una red de mujeres que ayudaban a otras mujeres”.

Con el tiempo, Macias pasó de ser participante a ser líder. Reconociendo su empuje y resultados, Women Grow le confió roles de gestión, primero para los mercados de Washington D.C. y Maryland, y luego en Ohio, donde colaboró en el proceso de legalización del cannabis medicinal. En 2018, fue nombrada presidenta del consejo directivo y más tarde asumió como CEO de la empresa. Bajo su conducción, Women Grow se expandió para transformarse en una plataforma nacional de empoderamiento, mentoría y formación. “No se trata solo del cannabis: es crear oportunidades y apoyarnos entre nosotras”, explica.

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Macias pone especial énfasis en la interseccionalidad, asegurándose de que las mujeres racializadas, a menudo subrepresentadas en el sector, dispongan de recursos y respaldo. A través de Women Grow, impulsó iniciativas de capacitación, redes de defensa y espacios de crecimiento para las mujeres en una industria plagada de obstáculos. “No solo estamos armando negocios; estamos construyendo un movimiento”, subraya.

Hope: El cannabis es esperanza

Uno de los proyectos más trascendentes en la carrera de Macias surgió gracias a su colaboración con la activista por el autismo, Erica Daniels, en Pensilvania. Juntas desarrollaron Hope, una línea de productos de cannabis pensada para niños con autismo. La iniciativa abordaba síntomas como la ansiedad, la agresividad y la falta de concentración, brindando un apoyo vital para muchas familias.

“La dedicación de Erica y su entendimiento de las necesidades de su hijo fueron la base de Hope”, afirma Macias. Desde evitar alérgenos en la fórmula hasta ajustar cuidadosamente las dosis, cada detalle fue meticulosamente calculado.

El éxito de Hope fue inmediato y contundente, recaudando más de un millón de dólares en su primer año de ventas en Pensilvania. Pero, más allá del impacto financiero, Hope ofrecía algo mucho más valioso: alivio para familias que ya no veían salidas. “Los padres venían llorando, contándonos cómo este producto mejoraba la calidad de vida de sus hijos”, comparte. Para Macias, Hope encarna lo que la defensa del cannabis debe ser: brindar soluciones reales y cambiar vidas.

Activismo, retos y reflexiones de liderazgo

A lo largo de su amplia trayectoria, Macias ha abogado sin titubeos por la equidad y la evolución en la industria del cannabis. Critica sin tapujos las barreras sistémicas que golpean con más fuerza a empresarias y emprendedores racializados. “Los negocios de cannabis enfrentan muchos obstáculos: altos impuestos, una falta de bancarización… Todo esto afecta a todos, pero, sobre todo, a los pequeños operadores”, señala.

Le preocupa, además, la amenaza de que las grandes corporaciones se adueñen del mercado. Aunque reclasificar la marihuana a la Lista III podría aliviar ciertos problemas, Macias teme que abra las puertas a la industria farmacéutica, desplazando a los negocios independientes que sentaron las bases del sector. “La reclasificación podría sacar del juego a las empresas pequeñas que edificaron esta industria”, advierte. Su defensa se centra en proteger la diversidad y en mantener el espacio del cannabis accesible para las comunidades subrepresentadas.

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Por otro lado, su forma de liderar es profundamente personal. Ofrece mentoría a quienes dan sus primeros pasos en la industria, comparte su experiencia en retos operativos y defiende cambios políticos que respalden a las pequeñas empresas. “He pasado por todo: perdí mi casa, enfrenté prejuicios sistémicos y empezé desde cero, muchas veces. Quiero que la siguiente generación la tenga un poco menos difícil”, asegura.

Pequeños momentos que ayudan a seguir adelante

Pese a las complicaciones, son las historias personales de sus pacientes lo que impulsa a Macias. Recuerda el caso de una madre con seis hijos a la que le habían dado seis meses de vida. Tras descubrir el cannabis, tuvo una recuperación casi milagrosa.

Otro caso notable: una profesora con esclerosis múltiple que pasó de depender de una silla de ruedas a poder caminar. “Esos momentos me recuerdan por qué lucho”, reflexiona.

No obstante, compaginar su trabajo de activista con la maternidad no ha sido sencillo. Macias reconoce los sacrificios de sus hijos y el estigma que han tenido que encarar por su labor en el cannabis. Al repasar las consecuencias, comenta: “A mi hija menor tuvimos que enviarla a una escuela pupila por su seguridad. Eso afectó nuestra relación, pero su bienestar era la prioridad”.

Con el paso del tiempo, la comprensión y la sanación han permitido recomponer esos lazos. Hoy, algunos de sus hijos trabajan a su lado en la industria del cannabis. Su hijo más joven creció viendo a la marihuana como un medicamento normal. El mayor, que padece enfermedad de Crohn, recurre a la planta para aliviarse, y el más pequeño se sumó también de forma profesional, cerrando así el ciclo familiar. Macias recuerda haberles enseñado a usar un lenguaje cuidadoso, como referirse al cannabis únicamente como medicina, para protegerlos de posibles repercusiones.

A pesar de los altibajos, Macias sigue comprometida con su misión, considerándola un legado para su familia y su comunidad. “Han visto los sacrificios y las amenazas, pero también saben que lo hacemos para construir un futuro mejor —no solo para nosotros, sino para todos los que vendrán”, explica.

El factor Griner

La Dra. Macias no es ajena a la organización de eventos de gran impacto, pero el próximo Women Grow 2025 Leadership Summit en Washington D. C. (17 y 18 de febrero) ha puesto a prueba sus límites de una manera distinta. “Es la primera vez que organizo una conferencia completa siendo la coordinadora principal”, cuenta. El proceso ha sido a la vez desafiante y apasionante, reuniendo a figuras clave de la industria del cannabis para empoderar e inspirar.

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Women Grow

Uno de los momentos más esperados del evento es la participación de Brittney Griner, estrella de la WNBA y medallista de oro olímpica. Para Macias, Griner representa la resiliencia y el liderazgo que surge ante la adversidad. “Lo que más quiero saber, y lo que nuestra comunidad quiere saber, es cómo se pasa de un momento de dificultad extrema a la resiliencia y al liderazgo”, explica. Le fascina el trayecto de Griner: desde su encarcelamiento en Rusia hasta retomar su sitio como atleta de talla mundial. “Ella fue víctima y encontró su victoria, y muchos de nosotros necesitamos esa clase de inspiración”.

Lograr que Griner aceptara participar fue fruto de la tenacidad y las dotes de negociación de Macias. Admite que hizo falta enviar varios e-mails y mantener un contacto constante con el equipo de Griner para conseguirlo. “No fue fácil”, reconoce. “Pero sabía que su historia podía inspirar a muchísima gente. No dejé de insistir, mostrando lo importante que sería este momento y esta conversación para nuestra comunidad”.

El glorioso regreso de Griner a las canchas quedó marcado por su participación en los Juegos Olímpicos de París 2024, donde consiguió su tercera medalla de oro con la selección estadounidense. El equipo femenino de Estados Unidos se impuso 67-66 sobre Francia en una final infartante, consiguiendo su octavo oro consecutivo. Durante la ceremonia de premiación, Griner se mostró visiblemente conmovida, reflexionando sobre su trayectoria y agradeciendo el apoyo de su país. “Tengo los sentimientos a flor de piel”, dijo Griner. “Significa muchísimo para mí. Mi familia nunca pensó que estaría aquí… y ahora estar aquí ganando el oro por mi país, que luchó con todo para que pudiera estar de pie. Sí, esta medalla tiene un significado muy especial”.

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La inclusión es otra de las prioridades del evento, con el objetivo de que todos y todas los asistentes se sientan representados y puedan participar. “No quiero dejar a nadie fuera de la conversación sobre el cannabis”, afirma Macias. Recalca la importancia de crear espacios abiertos donde cualquiera, sin importar su bagaje, pueda acceder a la información y sumarse plenamente. “Todos tenemos que saber”, agrega.

‘Sigue intentando’

Las reflexiones de Macias sobre su trayectoria y sobre la industria del cannabis se sustentan en su firme negativa a rendirse, aun cuando las circunstancias parecen imposibles. “‘No’ significa ‘sigue intentando’”, afirma. “Es una verdad fundamental para mí. Así de sencillo”.

De cara al futuro, percibe tanto oportunidades como grandes desafíos para el sector. Los altos impuestos, las limitaciones federales y la amenaza de que las corporaciones se apropien del negocio siguen asfixiando a los emprendimientos más modestos. “Los impuestos pueden matar tu negocio”, advierte. La posible reclasificación del cannabis a la Lista III, por su parte, podría abrir el camino a las grandes farmacéuticas y poner en jaque a las empresas independientes. “Se están preparando en silencio y van a apoderarse de la industria si lo permitimos”, apunta.

Para Macias, el activismo sigue siendo una pieza vital de su labor. Considera que la educación es la piedra angular del futuro del cannabis. “Si no enseñamos a la gente cómo hacerlo —desde el activismo hasta el desarrollo profesional y la operación diaria—, ¿quién lo hará?”, se pregunta. La plataforma Women Grow es un claro ejemplo de esa vocación, empoderando por igual a emprendedores y defensores.

Por sobre todo, Macias se guía por sus propias vivencias: resiliencia, entrega y un compromiso firme con el bien común. “Hice ese juramento como profesional de la salud”, dice. “Si no estoy ahí afuera compartiendo este mensaje, tal vez esa persona no tenga una segunda oportunidad en la vida. Puede ser la madre de alguien, la hermana de alguien, la pareja de alguien. No puedo quedarme de brazos cruzados. No estaría bien”.

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ACERCA DEL AUTOR

Javier Hasse es un periodista experimentado con más de una década de experiencia enfocado en cannabis, cáñamo, CBD y psicodélicos. Escribe para Forbes desde 2019 y actualmente se desempeña como jefe de contenido en Benzinga y CEO del sitio de noticias en español El Planteo, el cual cofundó. Su trabajo ha aparecido en importantes medios como CNN, Rolling Stone, MarketWatch, Playboy, Chicago Tribune, CNBC, Yahoo Finance y Entrepreneur Magazine. Su primer libro, Start Your Own Cannabis Business, fue un bestseller #1 en Amazon, y su último libro, A Guide to Medical Cannabis: Your Roadmap to Understanding and Using Cannabis and CBD for Health, fue lanzado en noviembre de 2024 a través de Sheldon Press de Hachette Publishing.

Nombrado entre las 100 personas más influyentes del cannabis según High Times, Javier también ha aparecido en varias otras listas prestigiosas y ha recibido numerosos premios por su reporteo de impacto. Es miembro del Rolling Stone Culture Council y un rapero que ha llegado a los charts de Billboard. Sigue a Javier para una cobertura continua de las tendencias globales en cannabis, CBD, psicodélicos y bienestar.

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